Vuelve ¡®Speed-the-plow¡¯
Pou te hace ver las funciones completas: argumento, actores, atm¨®sfera y decorados
Recuerdo la noche en que conoc¨ª a Jos¨¦ Mar¨ªa Pou, a finales de los ochenta, porque ten¨ªa el pelo te?ido de rubio (Jacques Nichet quer¨ªa darle un aire ¡°a lo Goldfinger¡± para Amado monstruo, de Tomeo) y porque estaba entusiasmado con Speed-the-plow, la nueva obra de David Mamet, que hab¨ªa visto en Broadway poco antes. ¡°?Y menudo reparto: Ron Silver, Joe Mantegna y Madonna¡±, dec¨ªa, ¡°que est¨¢ estupenda como actriz¡±. Segu¨ªa, imparable: ¡°Hab¨ªa humor en Perversidad sexual en Chicago, desde luego, pero era un humor de sketches. Ah¨ª todo est¨¢ ligado y sostenido durante hora cuarenta. ?Qu¨¦ ritmo, qu¨¦ ferocidad, qu¨¦ sorpresas!¡±.
Tampoco me imaginaba yo que Pou fuera tan buen narrador, pero todo gran actor (o director) lo es. Te hace ver las funciones completas: argumento, actores, atm¨®sfera, decorados, todo. Y te contagia su pasi¨®n: el encuentro fue en un restaurante de Zaragoza, tras el estreno en el Principal, y en lugar de hablar de ¡°su¡± funci¨®n, como suele ser costumbre, consigui¨® que todos, encandilados, tuvi¨¦ramos unas ganas locas de correr a ver Speed-the-plow. La obra, un retrato del coraz¨®n de Hollywood (ox¨ªmoron) pintado al vitriolo, ten¨ªa dif¨ªcil traslaci¨®n, empezando por su t¨ªtulo (que viene de una invocaci¨®n campesina: ¡°Que Dios empuje nuestro arado¡±) y siguiendo por la jerga de los grandes estudios, pero en los noventa se mont¨® tres veces en nuestros escenarios: No val a badar (1991), por Ricard Reguant, en el Goya; ?M¨¦tele ca?a! (1994), por Santiago Ramos, en la Abad¨ªa, y Taurons (1999), a las ¨®rdenes de Ferran Madico, en la Villarroel.
Hace siete a?os la vi, de nuevo, en el Old Vic de Londres. Repartazo: Kevin Spacey, entonces director art¨ªstico de la sala; Jeff Goldblum, que pisaba por primera vez un escenario brit¨¢nico, y Laura Michelle Kelly , dirigidos por Matthew Warchus. Dos productores, Bobby Gould y Charlie Fox, y Karen, una secretaria temporal. Tres personajes en busca de un tesoro que parece el mismo y quiz¨¢s no lo sea: esa puede ser la clave secreta de la funci¨®n, un tanto desatendida por Warchus. Con esto quiero decir que me deslumbraron, faltar¨ªa m¨¢s, los trabajos de Spacey y Goldblum, dos motosierras a toda m¨¢quina, pero no me acab¨® de convencer, pese a su brillantez, el dibujo que el director le marc¨® a la actriz.
Me ha parecido mucho m¨¢s complejo y tal vez m¨¢s cerca del ambiguo esp¨ªritu mametiano la nueva y sensacional puesta de Speed-the-plow que vi la semana pasada en el Borr¨¢s barcelon¨¦s, con admirable traducci¨®n catalana de Cristina Genebat y bajo el t¨ªtulo (un poco soso: ¨²nica pega) de Una altra pel¡¤l¨ªcula (Otra pel¨ªcula). David Selvas es Bobby Gould, Julio Manrique (que tambi¨¦n firma la puesta) es Charlie Fox, y Mireia Aixal¨¤ es Karen. Hay que verlos. Hay que verla. En toda Espa?a.
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