Palabras tiernas y tri¨¢ngulo amoroso
Margaret Atwood construye en 'Nada se acaba' un relato agudo y nada convencional sobre la identidad en el amor
Margaret Atwood y Alice Munro son dos escritoras canadienses, tal vez enraizadas en la desgarrada voz de Elizabeth Smart, que modulan su voz para contar historias de mujeres ¡ªa veces tambi¨¦n de hombres¡ª que se pinchan con los repliegues de la vida cotidiana: muerte y abandono, rutinas y la pasi¨®n que se da por supuesta. En la novela de Atwood nada se acaba, aunque todo se acabe: dinosaurios, seres vivos que se convierten en f¨®siles, personas y los protagonistas de esta historia de amor triangular datada entre 1976 y 1978. El libro est¨¢ escrito en 1979 y aborda la actualidad de un mundo que hoy se queda viejo: los personajes fuman mientras comen y, aunque los sentimientos que la autora nos transmite llegan con eficacia escalofriante, a veces el lector experimenta el espejismo de estar viendo una pel¨ªcula de los setenta.
A trav¨¦s de la descomposici¨®n del matrimonio de Elizabeth y Nate se construye un relato sobre la identidad en el amor, la vulnerabilidad de los seres humanos y la necesidad de protecci¨®n. La trama se articula a partir de una relaci¨®n triangular en la que Lesje, una paleont¨®loga, es el otro v¨¦rtice. Una voz en tercera persona, que se empapa de los pensamientos de los protagonistas, nos los va mostrando en sus debilidades: Elizabeth es ego¨ªsta y no renuncia, su avaricia la da?a y todo lo que le rodea parece sacado de la crueldad de los cuentos de hadas ¡ªlocura, or?fandad, la madrastra y la infancia maltratada, el hecho de ser una princesa, es decir, una wasp¡ª; Nate, acaso paradigma de aquel ¡°var¨®n domado¡±, es cobarde, sensible y est¨¢ acorralado entre esposa y amante, madre e hijas, de las que dice ¡°pronto ser¨¢n mujeres¡±; Lesje, una personalidad cient¨ªfica, se siente excluida y prescindible¡ Atwood entreteje las impresiones de los protagonistas con una agudeza que subraya la idea de que nunca nos vemos como nos ven los dem¨¢s y de que nuestro nivel de conocimiento del otro siempre es limitado. La perfecta geometr¨ªa de las relaciones ¡ªcada v¨¦rtice del tri¨¢ngulo lleva aparejado otro personaje: Chris, el fantasma; la intensa y vital Martha; el aburrid¨ªsimo William¡ª, as¨ª como la b¨²squeda de una identidad dif¨ªcil, se corresponden con la claustrofobia social de un Canad¨¢ quintaesenciado en sus contradicciones: la multiculturalidad frente al nacionalismo quebequ¨¦s y la xenofobia, el papel represivo de las religiones ¡ªcu¨¢queros, unitarios, jud¨ªos, protestantes¡¡ª , la prevalencia del blanco rico (¡°¡ en eso consiste ser de clase alta wasp: en que no hace falta saberlo¡±, se dice a prop¨®sito de Elizabeth) y la presencia del indio y del mestizo, figuras damnificadas, en las que se basa el amor que una vez sintieron Chris y Elizabeth, quien empieza a perder inter¨¦s cuando la desigualdad de clase y raza, como elementos del imaginario rom¨¢ntico, se aten¨²an¡
Como los grandes escritores ¡ªcomo las enormes escritoras¡ª, Atwood le da la vuelta al calcet¨ªn de las frases hechas y se enfrenta al concepto de ¡°protecci¨®n¡± desde un ¨¢ngulo poco convencional: no es un valor positivo en s¨ª mismo, sino que la protecci¨®n de unos puede da?ar a otros. Darle la vuelta a las palabras m¨¢s tiernas del diccionario es lo que hacen los mejores escritores ¡ªlas grandes escritoras¡ª. Como Stephan Zweig en La piedad peligrosa. En Nada se acaba el af¨¢n de proteger deriva en lucha. Subyace el dolor. Atwood tambi¨¦n plantea la protecci¨®n desde una perspectiva de g¨¦nero matizada que enfrenta las violaciones dom¨¦sticas con la conmovedora debilidad de Nate. Se llega a poner en tela de juicio la opci¨®n de ser civilizados en las relaciones afectivas y, en ese punto, me acuerdo de uno de los libros fundacionales de la literatura occidental en materia er¨®tica, Las amistades peligrosas: a veces Lesje parece una presidenta Tourvel y Elizabeth una marquesa de Merteuil. A Nate nunca podemos represent¨¢rnoslo como un Valmont.
Los personajes son lo que hacen. Ser es existir y la existencia es hacer. Nada se acaba, aunque todo se acabe, y solo queden los f¨®siles, los restos que debemos reconstruir. La sobreactuaci¨®n solidaria de la madre de Nate es un procedimiento para escamotear su deseo de morir. Puede que ni el amor ni sus frutos nos libren de la muerte. El esp¨ªritu autodestructivo que recorre el relato ¡ªevidente en el car¨¢cter espurio de ciertas procreaciones y en la pulsi¨®n suicida que ronda a la mayor¨ªa de los personajes¡ª nos coloca sobre la clave existencialista de esta novela y nos permite disfrutar de otro de los puntos fuertes de esta peculiar¨ªsima escritora: un sentido del humor que exhibe en el carnavalesco suicidio de Martha, quien espeta al sanitario: ¡°?Quiere verme andar en l¨ªnea recta?¡±. La preocupaci¨®n b¨¢sica de Atwood es la conciencia del lenguaje unida a la conciencia del cuerpo. Lesje es paleont¨®loga. Margaret Atwood tambi¨¦n habla de huesos. De nuestra m¨¦dula. De la ra¨ªz y del campo en que est¨¢ sembrada.
Nada se acaba. Margaret Atwood. Traducci¨®n de Miguel Temprano Garc¨ªa. Lumen. Barcelona, 2015. 408 p¨¢ginas. 21,90 euros.
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