D¨ªas de cigarrillos y gatos
Murakami escribi¨® estas dos primeras novelas sin referencias ni casi tradici¨®n. La clave es leerlas como un c¨®mic con di¨¢logos de humanoides incapaces de comunicarse
Murakami (Kioto, 1949) accedi¨®, a petici¨®n de sus seguidores, a publicar en castellano sus dos primeras novelas en japon¨¦s, que hasta ahora solo hab¨ªan sido traducidas al ingl¨¦s. Escucha la canci¨®n del viento fue en 1979 y Pinball 1973 un a?o despu¨¦s. El propio Murakami a?ade un pr¨®logo explicando c¨®mo y cu¨¢ndo naci¨® su decisi¨®n de ser escritor, y la g¨¦nesis de ambos libros. Novelas escritas en la mesa de la cocina las llama. Murakami es de esos autores que no deja indiferente a nadie, polarizando las reacciones a sus obras, sus declaraciones y su personaje. En el propio pr¨®logo, redunda en una mitolog¨ªa epif¨¢nica muy de su gusto que propicia ¨¦xtasis espiritual a sus devotos y u?as desliz¨¢ndose por una pizarra a los que no lo son. As¨ª, decidi¨®, sin hab¨¦rselo planteado antes, ser novelista cuando vio un bateo de un jugador de los Yakult Swallows, hermoso golpe que le propici¨® seguir hasta la segunda base ¡ªojos en blanco para fans o tics nerviosos para los tibios¡ª. Una vez escrita Escucha la canci¨®n del viento la envi¨® a un concurso y, al encontrarse una paloma enferma en la calle, supo que ganar¨ªa el certamen y no dejar¨ªa de escribir ¡ªlevitaci¨®n para unos y arrojarse por la ventana m¨¢s cercana para los otros¡ª. Murakami no tiene punto medio: o lo tomas o lo dejas.
Centr¨¢ndonos en estos libros breves, no es menor el tratar de imaginar qu¨¦ significaron ambos en el a?o de publicaci¨®n. Novelas como llegadas de ning¨²n sitio, c¨®mics pop, sin referencias ni casi tradici¨®n. No se puede discutir de Murakami la creaci¨®n de un universo par?ticular, extra?o y, hasta cierto punto, mecanizado, alien¨ªgena. No se trata s¨®lo de una ventana a un mundo ¡ªel japon¨¦s¡ª menos conocido para nosotros que, por ejemplo, el anglosaj¨®n, sino que los personajes y las relaciones de ¨¦stos en las novelas de Murakami obedecen a sus propias leyes, hallazgo enorme este de creaci¨®n de un universo personal, no natural que remite a un realismo que no es tal. Por eso Murakami es un grande.
Parte de esa sensaci¨®n de alteridad, de leer sobre personajes que nos escriben desde detr¨¢s de mamparas, est¨¢ en la peripecia explicada en el propio pr¨®logo de Murakami por encontrar su voz, su tono. La primera novela fue escrita en japon¨¦s, pero su autor tuvo la sensaci¨®n de que no hab¨ªa conseguido dominar ese idioma para eliminar lo superfluo. As¨ª que tradujo su propio libro a una lengua, el ingl¨¦s, que no dominaba. El resultado, pobre en cuanto fondo de armario, le propici¨® algo de lo que buscaba: frescor, esencialidad, una asunci¨®n de riesgo. As¨ª que realiz¨® una tercera operaci¨®n, esta de trasplante, en sus propias palabras, al japon¨¦s nuevamente. El resultado ya fue de su agrado.
En la primera de las novelas, Escucha la canci¨®n del viento, ya aparece mucho del mundo de su autor: la m¨²sica jazz y pop, bares donde te instalar¨ªas a vivir, mujeres misteriosas que aparecen y se van, gatos, cigarrillos, adolescentes discretas y suicidas, relaciones sentimentales impedidas, que se desvanecen antes de empezar, soledades morbosas, lejan¨ªas y un intento de fuga del entorno, del pozo, de uno mismo. Escrita en 1979, Murakami ofrece una desfachatez elogiable en lo estil¨ªstico, perge?ando una novela desma?ada y casi perezosa, sin concesiones, arrogante y peculiar, que dejaba entrever que sin mirar lo que se hac¨ªa en ese momento, en su pa¨ªs y fuera de ¨¦l, mostraba una literatura rabiosamente moderna y epatante. Uno de los protagonistas, El Rata, y el bar ancla, el Jay¡¯s, reaparecen en la segunda novela, Pinball 1973, bordeando una f¨¢bula sci-fi, en la pasi¨®n de su protagonista ¡ªamigo de El Rata que en una subtrama escribe una novela¡ª por las m¨¢quinas de flippers a que hace referencia el t¨ªtulo. Este convive con dos gemelas de las que nada sabemos y que se despiden de igual manera, y su modo de vida exc¨¦ntrico y, a ratos, absurdo, hace las paces con el lector no fan cuando aceptas el envite a la baja, as¨ª como la multiplicaci¨®n de gatos y la tonelada de cigarrillos fumados por sus protagonistas. La clave, quiz¨¢s, es leerlo como un c¨®mic, con di¨¢logos de ese tenor, con humanoides replicantes ante la imposibilidad absoluta de comunicarse, al haber renunciado a los usos sociales, a la hipocres¨ªa, a la sociabilidad de la conversaci¨®n de ascensor. Abocados a la confusi¨®n de creer que sienten cuando se obsesionan. ?De qu¨¦? De cualquier cosa que mediante un comportamiento compulsivo permita rellenar tu vida: un fracaso amoroso, una cita anulada, recoger bolas de golf extraviadas, escuchar Rubber Soul o una m¨¢quina de pinball. Murakami exhibe en esta segunda novela semejante sentido del riesgo pero m¨¢s hechuras de narrador, pre¨¢mbulo de una manera de escribir y de organizar sus libros en mecanos distantes, fr¨ªos, extravagantes, a ratos insospechablemente cercanos, m¨¢gicos o desesperantes golosinas, con sentencias vergonzantes, dependiendo de los gustos. Un placer para los admiradores del japon¨¦s, que se merec¨ªan poder leer estas novelas en su idioma. Para los tibios, hay monta?as de libros mejores entre los que elegir ¡ªalgunos del propio Murakami¡ª. Para los detractores, nada, porque habr¨¢n abandonado toda esperanza y esta rese?a hace rato.
Escucha la canci¨®n del viento. Pinball 1973 /Escolta la can?¨® del vent. Pinball 1973. Haruki Murakami. Traducci¨®n de Lourdes Porta. Tusquets / Emp¨²ries. Barcelona, 2015. 288 p¨¢ginas. 18,05 euros.
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