Los reyes de la conveniencia
Oigo suspiros de alivio en la industria de la m¨²sica. Un coro euf¨®rico que repite variaciones sobre el ¡°ya hemos tocado fondo, ahora solo queda subir¡±. Lamento ejercer de aguafiestas pero tengo mis dudas: la generaci¨®n que est¨¢ entrando en el ruedo consume mucha m¨²sica¡ sin pagar. Los millennials, nacidos sobre el 2000, han crecido en un entorno donde la m¨²sica llega m¨¢gicamente a sus ordenadores o m¨®viles. En general, jam¨¢s han comprado un CD y les costar¨ªa manejar un tocadiscos. Dan por hecho el acceso gratuito No les preocupa la p¨¦rdida de calidad sonora ¡ªcompresi¨®n, escasa din¨¢mica, saturaci¨®n de volumen¡ª del MP3; de hecho, intuyo que, sometidos a una prueba a ciegas, lo preferir¨ªan a soportes de mayor fidelidad.
Como el d¨²o noruego que nos visita en los pr¨®ximos d¨ªas, los ¡°milenarios¡± son los Kings of Convenience. La conveniencia, la comodidad, tal es el factor esencial: creen tener toda la m¨²sica (enti¨¦ndase ¡°la m¨²sica que les interesa¡±) en todo momento, aunque sea a trav¨¦s de altavoces rid¨ªculos o auriculares da?inos para el o¨ªdo. La sospecha: esa ubicuidad ha generado una devaluaci¨®n; dif¨ªcil apasionarse por algo tan accesible y barato como el agua.
Los millennials, seg¨²n la compa?¨ªa brasile?a BOX1824, especializada en el estudio de comportamientos y tendencias.
Reconozco estar especulando. Lo sol¨ªa discutir con los capos de la SGAE y Promusicae, cuando andaban emperrados en aquella in¨²til batalla contra ¡°la pirater¨ªa¡±. Ser¨ªa indispensable, suger¨ªa, conocer qui¨¦nes son los pirateadores, sus argumentos y c¨®mo usan la m¨²sica adquirida ¡°ilegalmente¡±. Pero un estudio cient¨ªfico semejante, me respond¨ªan, resultar¨ªa muy caro. No sab¨ªamos entonces que la SGAE lleg¨® a pagar a I?aki Urdangar¨ªn y Diego Torres unos 750.000 euros por unos informes banales sobre la imagen de la entidad.
Se me dir¨¢ que entre los millennials tambi¨¦n hay una minor¨ªa de musiqueros. Cierto. Intercambio mensajes con miembros de ese sector: aseguran que gastan dinero (¡°m¨¢s del que debiera¡±) en vinilos, libros y revistas musicales, conciertos, merchandising. Alguno alega una curiosa distinci¨®n moral. Ning¨²n inconveniente en ejercer de sanguijuelas de los artistas cl¨¢sicos o de las megaestrellas, ¡°est¨¢n montados en el d¨®lar¡±. Prefiere dedicar su dinero a grupos nuevos, con necesidad de apoyo; hasta invierte en micromecenazgo.
Sobre todo, insisten, apuestan por el directo. Me citan las multitudes que convocan los grandes festivales, pero aceptan que gran parte va por la fiesta. Puntualizan que el fervor mel¨®mano de los ¡°milenarios¡± se manifiesta en que copan las actuaciones bajo techo, en clubes o teatros. ?Es as¨ª? He repasado los perfiles de las 89 v¨ªctimas del Bataclan parisino; asumo que los Eagles of Death Metal eran, partiendo de la iron¨ªa del nombre, un posible grupo para millennials. Pero all¨ª cayeron bastantes m¨¢s treinta?eros que veintea?eros. A?adir¨ªa un detalle: se pueden contar con los dedos de una mano los martirizados que ten¨ªan aspecto de hipsters o rockeros; la mayor¨ªa parec¨ªa, ya me entienden, ¡°gente normal¡±. Va a resultar que tampoco existen verdaderamente las tribus urbanas.
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