¡°Veo el Prado como un gran hospital para el esp¨ªritu¡±
El director del Museo del Prado vive a diario con la compa?¨ªa de Goya, Vel¨¢zquez... Esa conversaci¨®n le proporciona paz, el mismo sosiego que procura trasladar al espectador
Convive con un s¨ªmbolo de nuestro car¨¢cter, ese Duelo a garrotazos de Goya. Aqu¨ª hay im¨¢genes muy importantes de la expresi¨®n de los sentimientos. Uno de ellos es la violencia; esa forma fratricida la encarna muy bien la visi¨®n de Goya en ese cuadro.El Prado es una monta?a rusa en torno a lo humano. Es curioso que nos siga fascinando, en este mundo dominado por las im¨¢genes digitales, esta forma precaria de las im¨¢genes que es la pintura.
?Qu¨¦ nos hace ese exceso de imagen? Aturdirnos. La abundancia de im¨¢genes termina colapsando nuestra sensibilidad, y adormeciendo nuestro sentidos. Es un buen remedio venir a un museo para limpiar la mirada de la contaminaci¨®n visual.
Como un medicamento. La experiencia que viven los ciudadnos en los museos, en las instituciones culturales, tiene algo que ver con la sanidad. Muchas veces veo el Prado como un gran hospital para el esp¨ªritu, donde recuperarte an¨ªmicamente de la realidad cruda y dif¨ªcil.
?Y lo entiende as¨ª la sociedad? Emilio Lled¨® dijo en los premios Princesa de Asturias que el humanismo debe disponer de un lugar predominante entre las prioridades de los ciudadanos. Es curioso que sea Espa?a el pa¨ªs donde se producen m¨¢s donaciones de ¨®rganos; nos preocupa la salud f¨ªsica y en cambio dejamos sin cuidar la salud intelectual y cultural de la sociedad.
?Y el museo mismo no est¨¢ contaminado por el ¨¦xito de p¨²blico que se le exige? Los museos han de ser gestionados para que no se pierda la experiencia de la relaci¨®n de un individuo y una obra de arte. Cada uno debe vivir una experiencia emocionante y memorable.
?C¨®mo se hace eso? La escultora Cristina Iglesias nos dio una met¨¢fora con las puertas de la ampliaci¨®n: esa puerta semiabierta que puedes traspasar pero no sin cierta dificultad. La contemplaci¨®n del arte no es una cosa pasiva. Hay que abrir las puertas, pero no como si fuera el vomitorio de un campo de f¨²tbol.
?C¨®mo mirar un cuadro? Cada uno con sus propios ojos, sin selfies; estamos contra el uso de esos artilugios, contra la moda de autorretratarse, a favor del uso de la parte del cerebro que est¨¢ a la vista: los ojos. John Berger reclama una mirada singular para ver cuadros. Mirar arte es un acto personal, de una solemne individualidad.
Dice que es como un medicamento venir a un museo. ?Las autoridades se dan cuenta del valor que tiene para la salud el Museo del Prado? Creo que no como la cultura se merece. No creo que sea un problema de los pol¨ªticos sino de la sociedad, que ha de reclamar esa posici¨®n m¨¢s prominente de la cultura entre las prioridades de los presupuestos.
A estas alturas, ?puede identificarse esta sociedad con el trazo grueso que hace Goya de nuestra convivencia? Ya no. Vivimos un momento de cierta decepci¨®n; de repente se ha oscurecido y se ha hecho de noche, y dudamos incluso de que la pol¨ªtica sea una herramienta ¨²til para la convivencia. Pero creo que en esta noche volver¨¢n a salir faros que vayan iluminando el derrotero del pa¨ªs. No ser¨ªa tan pesimista, aunque es verdad que ahora parece que haya habido un fundido a negro.
?Por qu¨¦ ha pasado? Por un cierto cansancio. Despu¨¦s del ¨¦xito de la Transici¨®n habr¨ªa que haberse esforzado, no haberse ensimismado tanto en ese ¨¦xito, del que hemos abusado.
?Ante qu¨¦ cuadro del Prado deber¨ªamos recuperar el ¨¢nimo? Ante el Jard¨ªn de las Delicias, del Bosco, que dice tantas cosas magn¨ªficas sobre la condici¨®n humana.
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