La muerta que canta

Una canci¨®n de Gustav Mahler apoyada en un poema del rom¨¢ntico Friedrich R¨¹ckert inspira el t¨ªtulo de la ¨²ltima pel¨ªcula de Margarethe Von Trotta, cuya Hannah Arendt (2012) se convirti¨® en sleeper ¨Ccorredora de fondo y peque?o ¨¦xito inesperado- en la cartelera espa?ola de hace un par de a?os, permitiendo cierta reconciliaci¨®n con el recuerdo de una cineasta y actriz que hab¨ªa sido relevante delante y detr¨¢s de las c¨¢maras en el Nuevo Cine Alem¨¢n de los setenta. El mundo abandonado parece escrupulosamente dise?ada para enturbiar esa reciente conexi¨®n con viejos recuerdos cin¨¦filos.

"He abandonado el mundo/ En el que malgast¨¦ mucho tiempo/ Hace tanto que no se habla de m¨ª/ ?Que muy bien pueden creer que he muerto!", dice la canci¨®n en su primera estrofa, desgranada por Barbara Sukowa en la piel de una diva oper¨ªstica que es la doble perfecta de la difunta madre de la protagonista, una oficiante de bodas civiles con madera de solista de jazz. El parecido abre la puerta al enigma, tras el que se oculta un secreto familiar en forma de historia de amor contrariado. Al espectador se le puede disparar una razonable y justificada se?al de alarma muy pronto: en cuanto aparece el manager de la diva ¨Cpersonaje acusadamente acartonado- y, en menos tiempo del que se dice clich¨¦, inicia una relaci¨®n sentimental con la protagonista que suena a recurso narrativo tronado, gastado por el uso y rebozado en aroma de naftalina. Que las actrices Barbara Sukowa y Katja Riemann recorran esta pel¨ªcula vac¨ªa de carisma, turbaci¨®n y verdadero misterio con toda la dignidad de la que son capaces dice mucho de su savoir faire. O del poder embaucador de la directora.