Dominio de la parte inventada
Lo acaban de editar, pero al verlo el otro d¨ªa cre¨ª que era un libro de cabecera que hab¨ªa estado ah¨ª siempre. No te conozcas a ti mismo, de Mois¨¦s Mori, lo componen tres ensayos independientes sobre Nerval, Schwob y Raymond Roussel, y ya en el mismo subt¨ªtulo se detecta una m¨²sica familiar en cuanto caen, en grave letan¨ªa, los nombres de estos tres creadores de ficci¨®n. Un aire de rara belleza, c¨®mica y tr¨¢gica a la vez, parece unirlos. Roussel, por ejemplo, dec¨ªa sangrar en cada frase que escrib¨ªa de Locus Solus. En cuanto a Nerval, se ahorc¨® en un callej¨®n y, horas despu¨¦s, el sombrero permanec¨ªa firme en su oscilante cabeza.
Creadores de ficci¨®n, he dicho. Y no se me escapa que la ficci¨®n, como si sonara a condado antiguo, la sit¨²an ya algunos en una remota regi¨®n del pa¨ªs de los ficticios. Se promociona hoy el relato llamado ver¨ªdico en detrimento de la invenci¨®n literaria. Indiferente a esto ¨Cs¨®lo faltar¨ªa¨C, Mori va desplegando ante el lector la viva relaci¨®n que sostiene con tres de sus autores de cabecera, tres reyes secretos de lo imaginario. La perfecta relaci¨®n se observa en su tendencia al vaiv¨¦n entre la imaginaci¨®n y la imitaci¨®n escrupulosa de la realidad, en su b¨²squeda de m¨¢rgenes donde inscribir sus dudas, en su pasi¨®n por la inventiva.
Aun cuando el libro se titule No te conozcas a ti mismo (KRK ediciones), nos va dando Mori discretas pistas sobre s¨ª mismo y el soporte moral y est¨¦tico de su propia obra. Leerle es comprobar que, en un momento en el que se intenta extender el dominio de la ¡°no-ficci¨®n¡± (vista esta no como un ensayo, sino, por ejemplo, como un relato ¡°basado en hechos reales¡±), a¨²n se puede hablar sin complejos de las invenciones literarias, de las ficciones.
Hay de todo en la vertiente documental de la no-ficci¨®n, y por supuesto muchas obras, que de hecho tienen un corte m¨¢s period¨ªstico que literario, son de gran calado (Alexi¨¦vich, sin ir m¨¢s lejos). Pero algunos pensamos que ¡°la realidad¡±, que tendr¨ªa que ir siempre entrecomillada, se descifra mejor a trav¨¦s de la ficci¨®n. Recu¨¦rdese que Montaigne, Cervantes, Kafka, lucharon contra cualquier forma de impostura en un ¨¦pico combate de evidente acento parad¨®jico, pues vivieron anegados hasta el cuello en el mundo de la ficci¨®n. Ese recuerdo convierte en a¨²n m¨¢s cargante el artificial descr¨¦dito actual de las tramas y vidas imaginarias.
Coincidimos con Juan Mars¨¦ cuando dice que hablar, por ejemplo, de una novela ¡°basada en hechos reales¡± no significa nada, porque toda obra de ficci¨®n, por fant¨¢stica que sea, tiene siempre una ra¨ªz en la realidad. Es m¨¢s, a?ade Mars¨¦, si algo va a quedar en el futuro de lo que hacemos ser¨¢ la parte inventada, y si algo tendr¨¢ belleza ser¨¢ esa parte inventada. De todo esto habla tambi¨¦n el libro de Mori. De eso, y de la creaci¨®n de segundas vidas a personajes reales. De la invenci¨®n, en general. No por nada, Rodrigo Fres¨¢n le dio el t¨ªtulo de La parte inventada a su ¨²ltima y magn¨ªfica novela, una alta victoria de la imaginaci¨®n.
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