Una isla lejana en el horizonte

Estas navidades me han regalado una isla. No una isla cualquiera sino la que yo quiera. La ¨²nica pega es que hay que ir a buscarla.

Me llam¨® por tel¨¦fono Guillermo Cervera, reconocido fot¨®grafo que, entre otras cosas, ha cubierto cinco guerras y con el que he vivido aventuras tan extra?as como una cabalgada salvaje en la Patagonia en la que se nos deslom¨® el gu¨ªa gaucho al caer de su caballo (lo extra?o es que se cayera ¨¦l y no nosotros). Cuando Guillermo me llama, la alegr¨ªa se mezcla con la aprensi¨®n: siempre anda envuelto en asuntos y proyectos que producen v¨¦rtigo. Mi ¨²nico consuelo es que en peores l¨ªos debe meter a Marc Bassets.

"Me he comprado un barco", me espet¨® de entrada sin tiempo ni a pedir un caf¨¦ en el bar en que hab¨ªamos quedado. "Voy a dar la vuelta al mundo. Y quiero que vengas conmigo". Dado que mi experiencia marinera se reduce a las lecturas ¡ªConrad, London, O'Brian, el capit¨¢n Marryat, James Faro (sic)¡ª y a unas pocas singladuras mediterr¨¢neas en el barco de mi cu?ado en su formato canalla de La Perla Negra, la propuesta no dej¨® de sorprenderme. "En realidad no tendr¨¢s que hacer todo el viaje", precis¨® el intr¨¦pido fot¨®grafo y orgulloso descendiente del almirante Cervera (el hecho de que su antepasado hundiera todos sus barcos aumentaba mi recelo). "Solo el tramo a la isla que t¨² elijas". Mi miedo ¨²nicamente es comparable a mi curiosidad y mi af¨¢n de aventuras (una contradicci¨®n que hace sufrir mucho), as¨ª que me puse inmediatamente a imaginar destinos mientras Guillermo desgranaba informaci¨®n sobre el barco, un velero adquirido en Holanda y al que ha rebautizado Isabel, como su madre fallecida.

La singular idea del v¨¢stago Cervera es navegar en solitario alrededor del mundo pero incorporando a amigos en distintas fases, a elecci¨®n de estos. El primer tramo, tras bajar a las Azores para pillar los alisios hacia el Caribe, lo va a hacer con un surfista australiano. No s¨¦ si dar¨¦ yo la talla, rezongu¨¦. "?Ad¨®nde te gustar¨ªa ir a ti?, ?Bora Bora?, ?Palawan?, las Gal¨¢pagos, ?eh?", me tent¨®. Por gustar, bueno, Tortuga, la Isla M¨¢s a Tierra (rebautizada Robinson Crusoe), en la que su capit¨¢n abandon¨® a Alexander Selkirk (confi¨¦ no estar d¨¢ndole una idea a Guillermo); Pitcairn, el ¨²ltimo puerto de la Bounty; Pukapuka (una de las islas Cook), donde el sexo es un juego, se desconocen los celos y no existe la palabra virgen; en Nantucket ya he estado¡­, ?Rapa Nui! Ya puestos, la isla del Tesoro, est¨¦ donde est¨¦, Avalon, Thule, Phraxos, Mompracem¡­ Guillermo empez¨® a mirarme con preocupaci¨®n. Pero yo ya estaba embalado. El sol poniente te?¨ªa de oro encendido las aguas del Pantai y arrancaba destellos en los praos anclados en el viejo muelle de Lingard, el Raj¨¢ Laud, el Rey del Mar. Ya sab¨ªa ad¨®nde ir¨ªa. Estibar¨ªamos rifles y mercanc¨ªas en la bodega de la Isabel y partir¨ªamos hacia el archipi¨¦lago malayo en busca de aventuras, perlas, redenci¨®n y gutapercha, afrontando tifones, amores imposibles y a los feroces piratas sulu. ?All¨ª nos forjaremos un destino y un nombre, Tuan Guillermo!, exclam¨¦ poni¨¦ndome en pie y volcando las tazas con un pu?etazo en la mesa.

Este a?o, ya ven, promete.