Cronenberg tambi¨¦n escribe novelas, ?para qu¨¦?
El cineasta se estrena en literatura con 'Consumidos', obra pretenciosa de argumento intragable y personajes grotescos
En el convencimiento de que mi esp¨ªritu es simple, que jam¨¢s he podido entender los tratados filos¨®ficos y que casi nunca puedo captar el arte de las vanguardias y la militancia en la modernidad, me he esforzado por comprender y admirar los revolucionarios valores que tanta gente ilustrada, cool, sofisticada, a la moda que convenga y con alergia hacia las convenciones y el alcanfor del clasicismo ha descubierto cotidianamente en cineastas, escritores, pintores y m¨²sicos empe?ados en renegar de los viejos lenguajes para contar historias y describir sentimientos, poseedores todos ellos al parecer de universos desasosegantes, investigadores del horror y no s¨¦ cu¨¢ntas cosas m¨¢s.
Ateni¨¦ndome al cine, una de mis permanentes fobias es ese director suizo llamado Jean-Luc Godard, especializado en ensayos f¨ªlmicos (?se dice as¨ª?), que seg¨²n cuentan sus infinitos ac¨®litos cambi¨® las reglas del cine, le otorg¨® frescura y libertad y abri¨® caminos con su estilo destroyer a varias generaciones de directores inquietos y prestigiosos. Tampoco he podido gozar de las infinitas virtudes del moderno cine asi¨¢tico, aunque todos los festivales, las revistas especializadas, cinematecas y dem¨¢s templos de la cultura moderna aseguraran que la salvaci¨®n, la vitalidad y la trascendencia del cine estaban localizadas en Oriente. Y en Occidente han disfrutado de selectiva adoraci¨®n desde el comienzo de su obra tres hombres con talento genuino (aunque no sea del tipo que me enamora) que han sido entronizados por las academias de la modernidad como maestros de lo inquietante, analistas supremos de la magia y la plasticidad que contienen las tinieblas, algo de lo que me convencieron, me asustaron y me fascinaron directores como Hitchcock, Jacques Tourneur, Georges Franju, Roman Polanski y algunos m¨¢s, pero sus supuestos sucesores casi siempre me provocan bostezos o irritaci¨®n abordando tem¨¢ticas presididas por la oscuridad. Sus nombres son David Lynch, Lars von Trier y David Cronenberg, iconos intocables en los altares de la modernidad y la posmodernidad.
Los protagonistas son una err¨¢tica pareja de periodistas de la nueva era que siguen la pista de un crimen
No me inquieta, pero s¨ª me ataca el sistema nervioso el cine de Trier, excepto en la verdaderamente estremecedora Rompiendo las olas. Y las pesadillas de Lynch me son ajenas, no entiendo d¨®nde reside su magia, aunque en dos ocasiones me ha emocionado retratando sentimientos, los de un anciano que hace un viaje muy largo para despedirse de su agonizante hermano en esa espl¨¦ndida road movie titulada Una historia verdadera, y la atm¨®sfera presidida por el horror y la piedad hacia un ser deforme y desamparado que crea en la preciosa El hombre elefante. La primera podr¨ªa llevar la firma de John Ford, y la segunda, la de Tod Browning. En cuanto a David Cronenberg, ese turbio creador canadiense, las caracter¨ªsticas que marcan sus pel¨ªculas m¨¢s personales me resultan fatigosas o repelentes, su desmedido amor a la sangre y las v¨ªsceras, sus fantas¨ªas sadomasoquistas, la gratuidad disfrazada de filosof¨ªa, la sobredosis de violencia, su est¨¦tica de la monstruosidad, su morbo insano. Sin embargo, en varias ocasiones el tono angustioso y las perturbadoras im¨¢genes y sonidos que ha creado este hombre me han afectado. Tengo un recuerdo duradero e hipnotizado del cient¨ªfico que va transform¨¢ndose en insecto de La mosca; la tragedia envuelta en sexo y drogas, el enfermizo derrumbe, el fatalismo sin retorno de aquellos hermanos gemelos que ejercen de ginec¨®logos en Inseparables; los provocados accidentes de tr¨¢fico y las mutilaciones como exclusivo motor del erotismo en la obsesiva Crash. Y sobre todo me intrigan, aterran y conmueven dos pel¨ªculas de Cronenberg cuyos guiones sospechosamente no vienen firmados por ¨¦l, en los que este narra las historias sin aplicarles su sello m¨¢s identificable y repetido, el que aman sus fans de siempre. Lo hace de forma cl¨¢sica. Son la intrigante y magn¨ªfica Una historia de violencia y una obra maestra protagonizada por la violencia implacable del poder, la compasi¨®n por los d¨¦biles, la complejidad emocional y el lirismo duro titulada Promesas del Este. Inmediatamente despu¨¦s retrata con profundidad la retorcida historia de sexo y de amor entre Jung y una paciente suya aquejada de histeria y la tortuosa relaci¨®n entre Jung y Freud en la intensa Un m¨¦todo peligroso. El esplendor de estas tres pel¨ªculas consecutivas no es duradero. En sus ¨²ltimas entregas Cronenberg retorna a sus experimentales aficiones en las insoportables, ret¨®ricas y vac¨ªas Cosmopolis y Maps to the Stars.
Y resulta que al creador de im¨¢genes David Cronenberg tambi¨¦n le ha dado por la literatura. Me llega su primera novela, titulada Consumidos. De entrada, me intriga. Pero mi mosqueo aparece en la faja promocional. Que al excelente actor Viggo Mortensen, que ha protagonizado con absoluta solvencia Una historia de violencia, Promesas del Este y Un m¨¦todo peligroso, le parezca un libro apasionante me parece comprensible, la relaci¨®n entre ambos debe de ser c¨®mplice y mutuamente admirativa. Pero la cita extra¨ªda del comentario sobre la novela que ha aparecido en alg¨²n peri¨®dico o revista asegurando que Consumidos es ¡°un buf¨¦ libre, delicioso e inesperado para fans de Burroughs, Ballard y DeLillo¡± me provoca un escalofr¨ªo. No me apasiona la literatura de ninguno de ellos. Los he le¨ªdo por la obligaci¨®n de conocer su reputada y rompedora obra, pero jam¨¢s los releer¨¦. No es mi rollo, aunque en alguno de sus libros me hayan despertado cierto inter¨¦s. Y no es extra?o que Cronenberg haya adaptado al cine El almuerzo desnudo, Crash y Cosmopolis.
Pues eso, que disfruten con Consumidos los entusiastas de estos tres autores y del mundo que ha creado el reconocible Cronenberg. Su estilo literario no es nada memorable, pero el argumento me resulta intragable, una idiotez con pretensiones. En un ejercicio heroico, me propongo llegar al final. Lo consigo acompa?ado de una desidia infinita. Es dif¨ªcil encontrar una p¨¢gina en la que no aparezcan todo tipo de nuevas tecnolog¨ªas, un universo del que me siento ajeno, del que no entiendo nada. Vale, la culpa es m¨ªa, es absurdo y suicida no adaptarse al presente y al futuro. Pero no es solo el aburrimiento ante lo que desconozco. Es que la trama y los personajes son grotescos. Lo protagoniza una err¨¢tica pareja de periodistas de la nueva era, gente que ya no necesita escribir, que utiliza c¨¢maras digitales y numerosos artilugios visuales y auditivos para hacer sus investigaciones. Y estas consisten fundamentalmente en seguir la pista de un fil¨®sofo que ha asesinado a su tambi¨¦n fil¨®sofa esposa y despu¨¦s se la ha zampado, de gente que solo se complace sexualmente follando con enfermos terminales, que ¨²nicamente alcanza el orgasmo con personas invadidas por tumores y ganglios. O con otras criaturas ex¨®ticas que se arrancan la piel. Pasan m¨¢s cosas, no muchas, pero todas obedecen al disparate sanguinolento, a la vocaci¨®n por el espanto y la anormalidad. Habr¨¢ quien encuentre muy divertida, amoral y corrosiva la imaginaci¨®n de Cronenberg. All¨¢ ellos.
Consumidos. David Cronenberg. Traducci¨®n de Antonio-Prometeo Moya. Anagrama. Barcelona, 2016. 360 p¨¢ginas, 19,90 euros
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