Banda sonora para una tormenta perfecta
De Bowie prefiero, en primer lugar, su canci¨®n 'Space Odity' (rareza espacial), lanzada en 1969 coincidiendo con el alunizaje del Apolo XI
Mientras un par de royals aguardan en un banquillo mallorqu¨ªn para saber en qu¨¦ lodos penales se resuelven finalmente sus corruptos polvos de anta?o, se acerca la tormenta perfecta. Examinemos brevemente sus elementos: en Catalunya, y con el viento de popa hacia la independ¨¨ncia, gobierna el soberanista de Puigdemont, el g¨®lem-t¨ªtere inspirado por Mas que ha permitido in extremis que el primer partido de la burgues¨ªa catalana siga al frente del proc¨¦s con el respaldo de algunos dipu?tados (no menos t¨ªteres) de la (presuntamente) anticapitalista e internacionalista CUP; y en Madrid (castillo famoso?/ que al rey moro alivia el miedo), los llamados partidos nacionales contin¨²an examinando cuidadosamente sus sobrevalorados ombligos, al tiempo que la at¨®nita ciudadan¨ªa votante empieza a acostumbrarse a la idea de estar sin Gobierno o, al menos, a disfrutar de un vac¨ªo de poder prolongado. Ya solo falta que Sean Penn acuda a entrevistar al tambi¨¦n chapo (¡°chaparro¡±) Pujol y env¨ªe al exhonorable al trullo, o que las cosas se pongan tan tontas que los ¡°mecanismos constitucionales previstos¡± se vean obligados a implementar el art¨ªculo 155 y tentetieso. Y, para colmo, nos abandona David Bowie, cuya m¨²sica me estaba sirviendo como banda sonora de la tormenta antedicha con mucha m¨¢s eficacia que la antolog¨ªa de sardanas ¡°independentistas¡± (som i serem gent catalana?/ tant si es vol com si no es vol) que hace unos d¨ªas me hab¨ªa bajado de ancsardanes.flog.cat para intentar estar a tono con el Zeitgeist. De Bowie, que ha participado de casi todos los estilos musicales del pop de las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas, prefiero, en primer lugar, su canci¨®n Space Odity (rareza espacial), lanzada en 1969 coincidiendo con el alunizaje del Apolo XI, y cuyo protagonista, el capit¨¢n Tom, se encuentra tan desconectado y a la deriva como muchos votantes (de todos los partidos) que se preguntan ad¨®nde va a ir a parar su sufragio; por cierto que el astronauta Tom, que toma sus pastillas de prote¨ªnas y se pone el casco antes de salir de su c¨¢psula, es el antecedente del gran Ziggy Stardust, el extraterrestre sosias de Bowie que protagoniz¨® el ¨¢lbum (1972) The Rise and Fall of ?Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, una de las obras maestras de la glam era. Encuentro en el fascinante Yeah! Yeah! Yeah! (Turner), de Bob Stanley, sin duda la mejor historia del pop moderno (desde los cincuenta en adelante) que puede encontrarse en las librer¨ªas espa?olas, una frase perfecta para definir al primer Bowie, el t¨ªmido muchacho que creci¨® en el suburbio proletario y multicultural de Brixton: ¡°Sus primeras canciones huelen a humo de chimenea suburbial, a estaciones de tren, andenes y salas de espera¡±. Despu¨¦s le lleg¨® el estrellato y el glamour, como a los chicos y chicas de la CUP, que tan contento me tienen.
McCay
Si son aficionados al c¨®mic y a su ya centenaria historia, no se pierdan Malditas pesadillas indigestas (Reino de Cordelia; 20,95 eurillos), el extraordinario ¨¢lbum que recoge las primeras 184 planchas (en blanco y negro) de la m¨ªtica Dream of the Rarebit Fiend, la historieta publicada por Winsor McCay (alias Silas) en el New York Herald entre 1904 y 1905, y cuyo presurrealista argumento ¡ªsiempre repetido¡ª son las pesadillas que suscita en los m¨¢s variados personajes cenar rarebit, las t¨ªpicas (e indigestas) tortas galesas a base de queso fundido y especias. El ¨¦xito de la serie fue tan espectacular que el magnate William Randolph Hearst (el modelo de Kane) termin¨® contratando a McCay por un sueldo astron¨®mico para que publicara en su cadena de diarios. Magn¨ªfico el trabajo de los editores espa?oles Jes¨²s Egido y Mar¨ªa Robledano, que ya hab¨ªan publicado las planchas en color del pionero Little Sammy Sneeze.
Verdugos
Hasta ahora s¨®lo he tenido ocasi¨®n de enfrentarme al primero de los tres vol¨²menes que compondr¨¢n Une histoire mondial du communisme (Grasset), del periodista franc¨¦s Thierry Wolton. El futuro se explica porque hasta hoy s¨®lo han aparecido dos tomos (¡®Les bourreaux¡¯ ¡ªlos verdugos¡ª y ¡®Les victimes¡¯ ¡ªlas v¨ªctimas¡ª; el tercero, anunciado para 2017, coincidiendo con el centenario de la Revoluci¨®n de Octubre, se llamar¨¢ ¡®Les complices¡¯. Wolton, cuya amplia bibliograf¨ªa acerca del comunismo internacional y sus conexiones francesas ha suscitado no pocas pol¨¦micas (en un libro anterior lleg¨® a insinuar que Jean Moulin, el venerado h¨¦roe de la resistencia torturado y asesinado por la Gestapo, podr¨ªa haber trabajado como agente estalinista), confiesa no considerarse historiador de profesi¨®n y define su monumental libro (m¨¢s de 1.100 p¨¢ginas cada volumen) como un ¡°ensayo de investigaci¨®n hist¨®rica¡±. Y esa condici¨®n se nota, sobre todo, en el predominio de fuentes secundarias y por cierto celo militante que le lleva a igualar reg¨ªmenes, circunstancias y comportamientos muy diferentes, y a concluir que todo lo que vino despu¨¦s ya se hallaba, indefectiblemente, en Marx. Sin embargo, a diferencia del Libro negro del comunismo (1997; nueva edici¨®n en RBA), de Courtois y Werth, que s¨®lo parec¨ªa interesarse en la represi¨®n ¡ªofreciendo sin particu?lar precisi¨®n un balance de v¨ªctimas del comunismo cercano a los cien millones¡ª, Walton trata de centrarse en la implantaci¨®n global de la ideolog¨ªa comunista y en los modos y variedades ¡°regionales¡± en que fue concret¨¢ndose (sin demasiadas referencias, por otra parte, a la historia y tradiciones locales, que, sin duda, tambi¨¦n influyeron en las manifestaciones de comunismo ¡°realmente existente¡±). Walton no aporta especiales revelaciones, pero ordena y recopila lo que ya se sab¨ªa y se hab¨ªa denunciado desde la derecha y desde la izquierda democr¨¢ticas. Y subraya la magnitud de algunos de los desastres y atrocidades menos conocidos, como el genocidio producido por el Holodomor, como se conoce la exterminaci¨®n por hambre provocada por Stalin, que se llev¨® por delante a millones de ucranios entre 1932 y 1933. Lo que, sobre todo ¡ªy m¨¢s all¨¢ del anticomunismo un tanto sumario del autor¡ª, nos recuerda tr¨¢gicamente ¡®Los verdugos¡¯ es que nunca, a lo largo de una historia de 100 a?os y en territorios que llegaron a ocupar un tercio del planeta, el comunismo ha creado un r¨¦gimen que no haya derivado en el totalitarismo, el partido ¨²nico, la persecuci¨®n pol¨ªtica y, con frecuencia, la exterminaci¨®n del adversario y el disidente: y es que, como rezaba el lema del temprano campo de internamiento de Solovki (¡°la madre del Gulag¡±, seg¨²n Solzhenitsin), ¡°con mano de hierro, llevaremos a la humanidad a la felicidad¡±. Aunque s¨®lo sea por eso, y m¨¢s all¨¢ del debate que, sin duda, suscitar¨¢, la enciclop¨¦dica obra de Walton deber¨¢ ser tenida en cuenta a la hora de establecer balance de la m¨¢s duradera de las pestes totalitarias del siglo XX.
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