Los Chichos y la era del postureo
Primavera Sound logra 'epatar' con la contrataci¨®n del veterano grupo rumbero
Ha sido una jugada perfecta, oiga. El festival Primavera Sound anuncia su cartel y las redes se han puesto al rojo vivo a partir de un detalle aparentemente trivial: la inclusi¨®n de Los Chichos. De principio, nadie puede objetar nada: se justifica con las invocaciones de los organizadores a ¡°la diversidad musical¡±.
Apunten m¨¢s argumentos respetables: ampliar el horizonte sonoro de la tropa hipster, la reparaci¨®n de una injusticia hist¨®rica, la reivindicaci¨®n de la rumba suburbial. A continuaci¨®n, borren tranquilamente esas excusas. Recuerden: la est¨¦tica que encarnaban Los Chichos ya lleg¨® a los museos en 2009 (Quinquis de los 80, inaugurada en el CCCB). Simb¨®licamente, fueron celebrados en El del medio de los Chichos, uno de los primeros ¨¦xitos de Estopa en 1999. Y tambi¨¦n conviene precisar su grado de marginaci¨®n.
Cierto es que, durante sus inicios, los medios escritos prestaban poca atenci¨®n a las m¨²sicas m¨¢s raciales. Fue el poeta Jos¨¦ Miguel Ull¨¢n, entonces colaborador de EL PA?S, qui¨¦n rompi¨® el tab¨², con unas evocaciones l¨ªricas de las folcl¨®ricas, que pronto ampli¨® a los pujantes rumberos madrile?os.
En realidad, se tiende a olvidar que Los Chichos cl¨¢sicos grabaron para una multinacional, Philips. Hac¨ªan discos lustrosos, a toda orquesta; trabajaban con Ricardo Miralles, inmortalizado por sus colaboraciones con Serrat. Se les promocionaba en radios y programas de variedades de TVE. El dato de que vendieran m¨¢s casetes que elep¨¦s obedec¨ªa a una realidad del consumo, no a una minusvaloraci¨®n previa del producto o ¨Cs¨ª, se ha llegado a decir- un apartheid racista.
Los Chichos triunfaron a lo grande. Su principal problema, en t¨¦rminos mercadot¨¦cnicos, fue la aparici¨®n ¨Ccuatro a?os m¨¢s tarde- de Los Chunguitos. Competencia dura: los Salazar ten¨ªan unos arreglos m¨¢s ¡°modernos¡±, unas letras menos truculentas, una imagen m¨¢s informal. Y fueron reclamados por Carlos Saura (Deprisa, deprisa, 1981) o por Paloma Chamorro para La edad de oro.
De alguna manera, los veteranos intentaron seguir la pista de sus j¨®venes alumnos. Los Chichos hicieron canciones para Yo, El Vaquilla (1985), la pel¨ªcula de Jos¨¦ Antonio de la Loma: se mont¨® un concierto del grupo en el penal de Oca?a, para que actuaran ante el personaje, de nombre real Juan Jos¨¦ Moreno Cuenca, y sus compa?eros de infortunio; los periodistas que all¨ª estuvimos atesoramos momentos alucinantes.
En 1989, lanzaron un doble en directo, Y esto es lo que hay, con producci¨®n de Joaqu¨ªn Sabina y el refuerzo instrumental de la banda del cantautor. En aquel momento, dentro de la industria, el chiste era que no se sab¨ªa qui¨¦n ten¨ªa mayor peligro, si Sabina o los rumberos. Estos, en Interviu, alardeaban de las virtudes de la coca¨ªna y de su excelente relaci¨®n con algunos miembros del servicio antidrogas de la Guardia Civil.
Y se pag¨® un precio. En 1990, se march¨® Juan Antonio Jim¨¦nez Mu?oz, alias Jeros, el miembro m¨¢s carism¨¢tico del tr¨ªo, rumbo a una carrera en solitario que no despeg¨®; aquejado de depresiones, falleci¨® en 1995, en lo que se interpret¨® mayormente como un suicidio. Su hijo, Chaboli, casado con Ni?a Pastori, se ha ocupado de alentar un disco de homenaje y rescatar canciones in¨¦ditas.
Nunca volver¨ªan a la cresta de la ola, pero igual destino esperaba a Los Chunguitos. Les quedaba el circuito de segunda divisi¨®n, combinado con actuaciones ocasionales ante grandes p¨²blicos: el pasado a?o, Los Chichos arrasaron en Vi?a Rock.
Cierto que pocos se enteraron de semejante transgresi¨®n de uno de los festivales m¨¢s multitudinarios. Y esa es la gran diferencia con Primavera Sound, donde manejan maravillosamente a los medios (y en esa categor¨ªa incluyo a los mismos usuarios de redes sociales). Saben que van a triunfar, en todos los sentidos de la palabra.
Presentar a Los Chichos en semejante conclave de la modernidad es una espl¨¦ndida chuler¨ªa, una respuesta directa a esos cr¨ªticos avinagrados que acusan de elitismo a los festivales indies. Pero se trata de un gesto vac¨ªo, donde solo se detecta una vocaci¨®n de epatar. Aqu¨ª no se pretende dignificar las m¨²sicas llamadas ¡°callejeras¡±; m¨¢s bien, es un capricho de gente rica, como aquellos se?oritos que ¨Crecordaban Los Chichos- les contrataban en las barras americanas de Salamanca para animar la juerga.
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