El palacio de la guitarra en un s¨®tano de Madrid
El taller de Felipe Conde cumple 100 a?os. Ha firmado entre otros los instrumentos de Paco de Luc¨ªa, Leonard Cohen o Cat Stevens

En el semis¨®tano de Felipe Conde huele a palosanto de Madagascar, a cedro de Honduras, a abeto y a cipr¨¦s. Las maderas nobles aguardan con sus ¨²ltimos destellos de vida a convertirse en guitarras de altura. El taller de Felipe Conde, en el que trabaja el guitarrero con sus hijos junto al Teatro Real de Madrid, cumple cien a?os de historia a trav¨¦s de una dinast¨ªa de artesanos que trabajan ¡°sin prisa y con mucha libertad¡±. Suyas son las guitarras que alab¨® Leonard Cohen al recoger el Premio Pr¨ªncipe de Asturias en 2011, las que us¨® Paco de Luc¨ªa, las que guarda como un tesoro Al Di Meola y las que utiliza para componer Lenny Kravitz.
¡°No tengo esa querencia de continuar lo imposible, esto tiene que salir de ti. Alg¨²n d¨ªa esto se tendr¨¢ que acabar, las cosas no son eternas¡±, dice con un toque de realismo el patriarca, Felipe Conde, que lleva desde los 14 a?os construyendo maravillas de seis cuerdas. Por suerte, sus dos hijos, Felipe y Mar¨ªa, decidieron tras estudiar sus carreras seguir con la artesan¨ªa familiar, y trabajar con ¨¦l en el taller. ¡°Cada lutier tiene su sonido, porque depende del tacto de la mano que valora la densidad de la madera¡±, cuenta Conde. Un trabajo minucioso que puede llevar dos meses, aunque siempre se construyen varias guitarras al mismo tiempo. ¡°Este trabajo lo sientes y lo quieres. Si hay un d¨ªa que has tenido una mala noche, m¨¢s vale que no hagas nada. Cualquier error en la construcci¨®n de una guitarra es irreversible¡±, afirma.
Las guitarras se construyen bas¨¢ndose en unos c¨¢nones calculados, pero con el tiempo el constructor deja en ellas su personalidad, como un poeta pone su alma en los versos. Felipe y Mar¨ªa, sus hijos de 26 y 24 a?os respectivamente, lo saben perfectamente. ¡°Cuando mi hermano acab¨® su primera guitarra, me entr¨® el gusanillo. Estuve un a?o viniendo al taller todas las tardes y me enamor¨¦ de esto¡±, dice Mar¨ªa, que echa una media de ocho horas en el taller desde que termin¨® su carrera de Psicolog¨ªa. ¡°Nosotros tenemos aqu¨ª algo muy especial. El trabajo con las manos es una de las mejores cosas que hay, esto es calidad de vida de verdad¡±, cuenta antes de explicar las bondades de la cristalizaci¨®n de las colas antiguas en la madera. Confiesa que su padre es bueno pero duro como jefe, ¡°porque ¨¦l aspira a la excelencia y lo primero que te saca son los defectos¡±.
Felipe hijo, entre guitarra y guitarra, aprovecha para aprender m¨²sica y escucharla mientras trabaja, y adem¨¢s agradece que, mientras mima la madera, tiene mucho tiempo para pensar. ¡°Este es un trabajo sin prisas, el cliente es comprensivo y sabe que si quiere una buena guitarra, tiene que esperar¡±, dice el hijo, que admite que tienen lista de espera y confiesa su ambici¨®n de venderle guitarras a todo el planeta. Ahora mismo sus mejores clientes est¨¢n en Estados Unidos, Jap¨®n y Alemania, y reciben cada vez m¨¢s pedidos de China e Ir¨¢n.
La historia de sus instrumentos es, en buena parte, la historia de la guitarra. Felipe padre dice que Al Di Meola no se quita su guitarra del pecho y el propio Cohen cuenta que los primeros acordes que aprendi¨® fueron en una guitarra Conde de manos de un espa?ol en un parque de Toronto. A Paco de Luc¨ªa le hicieron guitarras desde que lleg¨® a Madrid en los a?os sesenta hasta que muri¨®, y dice que tanto ¨¦l como Ni?o Ricardo, a pesar de su nivel, eran sencillos. ¡°Paco llegaba, probaba dos o tres guitarras y se llevaba una¡±, cuenta. Un legado de historias que lo forma un reguero de nombres cargados de arte, como explica el guitarrero: ¡°Yo he heredado la tradici¨®n, pero tambi¨¦n la historia de los artistas que han tocado guitarras nuestras¡±.
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