A favor y en contra de ¡®Nadie quiere la noche¡¯
Coixet ha compuesto un emocionante retrato de mujer con hombre al fondo

Retrato emocionante
Casi con toda seguridad la pregunta que m¨¢s fastidia a un cr¨ªtico de cine va precedida de una conjunci¨®n adversativa, pero, seguida de algo que para el que cuestiona es un insulto y para el que la recibe un elogio. Un insulto elogioso que jode: "Pero, ?te ha gustado la pel¨ªcula o no?". Para este tipo de lector, que puede inquirir en los comentarios abiertos en los peri¨®dicos, en las redes sociales o directamente a la cara, la cr¨ªtica debe ser una certeza, mientras que para nosotros la mayor¨ªa de las pel¨ªculas son una duda, o una suma de certezas a favor y en contra. Pocas obras llevan de forma meridiana a un "me gusta" o a un "no me gusta"; la mayor¨ªa tienen aspectos positivos y negativos que deber¨¢ valorar el lector para decidir pagar (o no) una entrada. Aunque, ojo, tambi¨¦n puede ocurrir que la cr¨ªtica no se entienda, lo que a veces nos pasa, pero ese es un asunto distinto.
Nadie quiere la noche es una de esas pel¨ªculas. Pertenece tan claramente al grupo que sus aspectos elogiables est¨¢n en la primera mitad de la historia y los menos favorecidos en la segunda, algo que tampoco suele ser habitual. Y unos y otros podr¨ªan ir presididos por la frase "hay que tener valor". Hay que tener valor para adentrarse, en los tiempos de ajustes y de crisis econ¨®mica que vive el cine espa?ol, en un reto como el de filmar una pel¨ªcula de ¨¦poca, ambientada en la segunda d¨¦cada del siglo XX en el Polo Norte, sobre la lucha del ser humano contra el entorno natural y c¨®mo ¨¦ste se rebela contra los valientes para complicar las cosas. Valientes como la protagonista de la pel¨ªcula, un personaje apasionante capaz de adentrarse en la aventura por amor, aun a fuerza de descubrir que su marido, en principio el h¨¦roe explorador, no es m¨¢s que un antih¨¦roe tirando a villano, vanidoso, egoc¨¦ntrico y quiz¨¢ incluso tramposo. Un rol, el del m¨ªtico Robert Peary, que, hay que tener valor, nunca sale en pantalla, lo que supone uno de los grandes aciertos de los autores.
Coixet, con gui¨®n de Miguel Barros y un magn¨ªfico dise?o de producci¨®n en esa primera mitad elogiable de la pel¨ªcula, ha compuesto un emocionante retrato de mujer (o de mujeres, porque son dos) con hombre al fondo. Una bella historia, con un exquisito manejo de la puesta en escena y del color, en la que se alterna lo rom¨¢ntico con lo m¨ªtico, el descubrimiento universal con el ¨ªntimo y personal.
Tajos aqu¨ª y all¨¢
Y, sin embargo, aqu¨ª no acaba la cr¨ªtica. Y quiz¨¢ todo se resuma en un hecho cierto que siempre implica que en el proceso de escritura, rodaje y montaje, en todos esos pasos o en alguno de ellos, algo no ha ido del todo bien: Coixet y los productores decidieron cortar unos 20 minutos de metraje tras su estreno en el Festival de Berl¨ªn, donde el recibimiento no fue del todo bueno. Hay veces en las que los tajos aqu¨ª y all¨¢, de partes m¨ªnimas o de secuencias enteras, v¨¦ase, Apocalypse now, otorgan un gran resultado. Aqu¨ª seguramente tambi¨¦n y, de nuevo, hay que tener valor para dar un paso atr¨¢s y aceptar que algo no ha salido como quer¨ªamos. Sin embargo, a pesar de todo, la segunda mitad de la historia, la del (auto)descubrimiento de dos mujeres a la deriva, la de la superaci¨®n, el dolor y el ardor guerrero, cojea en casi todos los sentidos.
El extra?o tratamiento del tiempo cinematogr¨¢fico, como falsario reflejo del tiempo real, nunca llega al espectador. El paso de los d¨ªas y las noches, de las semanas, el trayecto vital, s¨®lo se vislumbra por los cartelitos informativos sobreimpresionados en la pantalla, que informan sobre cu¨¢nto tiempo ha ido pasando. Mal s¨ªntoma. Para que este tipo de pel¨ªculas sobre aventuras m¨¢s grandes que la vida pasen desde lo meritorio, algo que desde luego posee Nadie quiere la noche, a lo suicida, a lo extraordinario, quiz¨¢ haya que dar un paso m¨¢s: vivir realmente la odisea. El paso que, por ejemplo, dieron Akira Kurosawa en Dersu Uzala, o Werner Herzog en Fitzcarraldo. Y filmar una parte del metraje en un igl¨² de pega en un plat¨® de Tenerife no parece muy aventurero.
Hay que tener valor para pedirle a unos productores, a una directora y a unos int¨¦rpretes que las pasen canutas para acabar de redondear una pel¨ªcula cuando, seguro, ya han sufrido un rodaje harto complicado. Injust¨ªsimo, seguro, pero es lo que se desprende de una pel¨ªcula con evidentes hallazgos, de una obra que merece estar entre las mejores del a?o del cine espa?ol, pero que ser¨¢ complicado que acabe ganando. "Pero, entonces, ?te ha gustado la pel¨ªcula o no?". S¨ª. Y no.
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