El nuevo relato de la violencia en Colombia
Un grupo de j¨®venes escritores del pa¨ªs debaten con el autor argentino Patricio Pron sobre c¨®mo esta lacra se plasma en su literatura
La violencia en Colombia est¨¢ en los nombres, se pega a la ropa y se termina de manifestar en las palabras. Hace menos ruido que los fusiles de la selva, pero tiene el mismo efecto que 50 a?os de guerra. "Hemos vivido, desde el origen de la Rep¨²blica, una historia de horror e inequidad, de abuso", dice ?lvaro Robledo. "Y es m¨¢s que natural que el arte d¨¦ cuenta de ello. Es un tema inevitable". El escritor colombiano (Medell¨ªn, 1977) prefiere narrar en sus novelas c¨®mo el individuo se enfrenta al miedo y lo atraviesa. A sus colegas Melba Escobar, Amalia Andrade y Andr¨¦s Felipe Solano tampoco les interesa describir el ruido de las balas. Y la perspectiva de una pr¨®xima firma de la paz entre el Gobierno y las FARC no parece que cambiar¨¢ sus textos.
Los nacidos en los setenta y los ochenta convivieron con narcotraficantes y se asustaron con los estallidos de los carros bomba. Este tel¨®n de fondo permea en las nuevas generaciones a trav¨¦s de formas de narrativa que poco tienen que ver con la narconovela, los libros de sicarios o de la guerrilla de las FARC. "Mi novela m¨¢s reciente, La casa de la belleza (Planeta), habla de las peque?as violencias que no se catalogan como tales. En cierta forma hemos perdido la capacidad de verlas porque est¨¢n inmersas en la cotidianeidad de la desigualdad colombiana", dice Escobar (Cali, 1976) en el hotel Santa Clara, cuartel general oficioso del Hay Festival que cerr¨® el domingo su 11? edici¨®n en Cartagena de Indias.
Las cifras del Hay Festival
- Total audiencia Hay Festival: 55.000 asistentes de los cuales un 25% tuvo acceso gratuito a los eventos.
- 144 eventos en 4 ciudades capitales (Cartagena, Medellin , Riohacha y Bogota) y 6 municipios de Bol¨ªvar La Guajira y Magdalena
- Una audiencia en ni?os, ni?as y j¨®venes de 8.000 asistentes
- Escenarios:? 34
- Invitados: 150 de 19 pa¨ªses
- Medios que cubren el evento: 58 medios de 6 pa¨ªses
Es lo que Patricio Pron describe como efecto anestesiador: "A veces los temas de gran relevancia producen cierto hartazgo por repetici¨®n". El escritor argentino, tambi¨¦n de paso por la ciudad caribe?a, se cuela en la conversaci¨®n y aboga por perspectivas in¨¦ditas, las menos evidentes, para atraer de nuevo al lector. "En cuanto a la violencia, y en virtud de su banalizaci¨®n a trav¨¦s de la novela policiaca, es perentorio que se contribuya al esfuerzo social por pensar en ella desde otra dimensi¨®n".
Melba Escobar reconoce que al salirse del concepto ¨²nico aparejado a esta lacra en Colombia se encontr¨® con peque?os gestos, igual de contundentes, que saltaron a su literatura. "Solo en la India y en Colombia la sociedad est¨¢ dividida en estratos", explica, "y esto limita los puntos de intersecci¨®n entre las personas provocando violencia a trav¨¦s de la desigualdad". A su lado, Amalia Andrade, 10 a?os menor, recuerda el d¨ªa en que vio c¨®mo el gato de su familia se colaba en la casa de enfrente en su ciudad natal, Cali, y nadie reaccion¨®. "No podemos hacer nada, el vecino es un traqueto", le dijeron. Ese d¨ªa descubri¨® que traqueto era narcotraficante y que el hombre de la puerta de al lado se dedicaba a vender drogas. "La violencia ha formado siempre parte de mi vida y hasta cierto punto siento que a veces se espera que los escritores colombianos hablemos de ella", asegura, "pero si alguna vez lo hago, creo que lo intentar¨¦ desde el humor, yo no estoy en la posici¨®n del activista y menos en Colombia, donde desconf¨ªo de todo".
La s¨¢tira fue la forma que Pron encontr¨® para adentrarse en la guerra de Malvinas, una de las heridas abiertas de Argentina, en Nosotros caminamos en sue?os (Random House). "Se produjo un debate muy interesante, me alegr¨¦ de que la sociedad no aceptara este tipo de textos porque es en su no aceptaci¨®n cuando adquieren su relevancia pol¨ªtica. La literatura que a m¨ª me parece m¨¢s relevante es la que va a la contra", opina. En Colombia el humor se ha convertido en un flotador. "De recibir tantos golpes aprendimos a re¨ªrnos para no llorar", dice Robledo, autor de Que venga la gorda muerte (Planeta). "Hay un gran grado de cinismo desde el horror y no la opulencia, los colombianos sobrevivimos aprendiendo a re¨ªrnos de la propia existencia por terrible que sea, por eso dicen esas tonter¨ªas de que somos el pa¨ªs m¨¢s feliz del mundo y somos bastante buenos en el cinismo sea cual sea su manifestaci¨®n".
Andrade, autora de Uno siempre cambia el amor de su vida (Planeta), "un invento literario que se aleja de la tradici¨®n", coincide tambi¨¦n con Robledo en el paralelo opuesto al arte de denuncia. "Con grandes excepciones, no me dice gran cosa, es un pretexto para intentar ser buenos", apunta el narrador.?"Siento un poco de pudor al tratar de usufructuar la violencia", justifica Andr¨¦s Felipe Solano (Bogot¨¢, 1977), ¨²ltimo ganador del premio Biblioteca de Narrativa Colombiana por Corea, apuntes desde la cuerda floja (editorial UDP), "lo cierto es que la sensaci¨®n alrededor, el miedo y la amenaza decretadas por la violencia, la propulsi¨®n por el mal y la recursividad que genera s¨ª est¨¢n presentes en lo que hago. Y Pablo Escobar era eso".
Solano teme etiquetar a Colombia con una violencia propia, "ser¨ªa reclamarla con un orgullo extra?o y macabro", por eso en su trabajo y en sus palabras siempre hay una comparaci¨®n. Con Madrid, donde ahora vive, con Corea donde sol¨ªa vivir. "Es una manifestaci¨®n propia del capitalismo, hay historias de violencia en todas partes y creo que es complicado llevarlas a la literatura sin ser panfletario". Delante se encuentran con Pron, con Escobar y con Los estratos, de Juan C¨¢rdenas, una historia de violencia en atm¨®sferas extenuantes que todos los escritores mencionan como uno de los mejores ejemplos de c¨®mo se aborda este tema ahora en el pa¨ªs. "No me siento c¨®modo con lo que se convierte en program¨¢tico", reargumenta Solano. "Despu¨¦s de 50 a?os de guerra y viviendo en Bogot¨¢ me cuesta mucho abstraerme de ella, de hecho, la persigo", contesta Escobar al mismo tiempo que reconoce y celebra que desde hace 10 a?os no encontraba tal heterogeneidad entre sus colegas.
La firma de la paz con las FARC pondr¨¢, para Pron, a los autores colombianos "la tarea de contribuir a la discusi¨®n de c¨®mo se construye un relato colectivo y cohesionador de su pasado y presente. Cuando ese relato se consolide y adquiera popularidad, los escritores tendr¨¢n la tarea de romperlo y cuestionarlo. La literatura tiene un papel en esa permanente revisi¨®n del pasado".
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