El Universo gira alrededor del Papa
La ¡®Vida de Galileo¡¯ del CDN tiene buen juego de pies, pero no acaba de encontrar su pegada
En tres ocasiones tan solo el Centro Dram¨¢tico Nacional ha configurado el te¨®ricamente d¨²ctil Teatro Valle-Incl¨¢n, abierto diez a?os ha, en una disposici¨®n diferente a la italiana. En esta obra sobre el arraigo de las creencias, la resistencia numantina que lo asentado opone a lo nuevo (por muy cargado de raz¨®n que llegue) y la dificultad que el progreso tiene para hacerse oir, Ernesto Caballero, su director, ha situado un escenario circular giratorio en el centro del teatro, de manera que el p¨²blico orbite metaf¨®ricamente en torno a la obra, como el sol en torno a la Tierra en la concepci¨®n geoc¨¦ntrica del universo que Cop¨¦rnico, de manera te¨®rica, y Galileo, con pruebas palpables, intentaron desterrar en vida, sin ¨¦xito.
Vida de Galileo
Autor: Bertolt Brecht. Traducci¨®n: Miguel S¨¢enz. Versi¨®n y direcci¨®n: Ernesto Caballero. Int¨¦rpretes: Ramon Fontser¨¨, Alfonso Torregrosa, Pedro G. de las Heras. Madrid. Teatro Valle-Incl¨¢n, hasta el 20 de marzo.
En una de las escenas m¨¢s logradas de la pieza y del espect¨¢culo del Centro Dram¨¢tico Nacional, Brecht muestra como su telescopio es usado sin provecho por dirigentes venecianos, mientras que Galileo lo usa sin p¨¦rdida de tiempo para repensar el orden universal. Otra, donde el protagonista, esperanzado, intenta compartir sus descubrimientos con los sabios florentinos, que no quieren saber nada que cuestione su doctrina y su estatus, pone en evidencia que academias, c¨¢tedras y escuelas cient¨ªficas y econ¨®micas tienden a blindar sus respectivos terrenos de juego, prestigio e ingresos ante lo novedoso for¨¢neo, actitud que va en en perjuicio del progreso comunitario.
Brecht no ces¨® de retocar Vida de Galileo: nunca estuvo del todo satisfecho con ella. ¡°Significa un paso atr¨¢s (¡) Habr¨ªa que reescribirla¡±, dijo. Redact¨® la primera versi¨®n junto a Margarete Steffin, su novia de entonces. La segunda, en California, mano a mano con Charles Laughton, su protagonista, y la tercera en el Berl¨ªn de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana: muri¨® ensayando esta versi¨®n. Vi¨¦ndola, suelo tener la impresi¨®n de que parte de lo que Brecht quiere transmitirnos de manera racionalista no nos llega y de que su met¨¢fora sobre el secuestro del conocimiento necesitar¨ªa nueva reescritura, en esta era de Internet.
El montaje de Caballero, atractivo y din¨¢mico, tiene buen juego de pies pero no acaba de encontrar su pegada. Las actuaciones son correctas, algunas con m¨¢s peso y color (entre otras, las de Alfonso Torregrosa, Ione Irazabal, Pedro G. de las Heras, Borja Luna), pero en general tienden a la monocrom¨ªa y a la escasez de detalles, por simpat¨ªa quiz¨¢ con un vestuario, todo en negro, cuya idea (textura contempor¨¢nea con prendas o fragementos de prendas de corte renacentista), bien concebida, est¨¢ insatisfactoriamente concretada. Tampoco la m¨²sica de Eisler suena como cabr¨ªa esperar.
Imaginamos a Galileo (¡°entrado en carnes¡±, apunta Brecht) con el corpach¨®n de Laughton, pero mientras la escribi¨®, en su exilio dan¨¦s, pensaba en Poul Reumert, actor m¨¢s magro. Ramon Fontser¨¨ suma carisma, determinaci¨®n y entereza, en un registro que nada tiene que ver con el que acostumbra en Els Joglars: solo hacia el final me pareci¨® advertir en ¨¦l alg¨²n rasgo furtivo de Pla o de Dal¨ª. Sale bien parado de un envite may¨²sculo.
Babelia
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