Dos artistas y un disparo
Andr¨¦s Denegri disecciona la figura de ?scar Bony en una muestra en Buenos Aires.
M¨¢s que una vuelta de tuerca sobre el arte de retratar, Instante Bony esboza algo as¨ª como la posibilidad de un arte biogr¨¢fico. Es cierto que, en la muestra de Andr¨¦s Denegri (Buenos Aires, 1975), Oscar Bony (Misiones, 1941-2002) aparece de cuerpo y alma, en primeros planos, planos medios y zooms-in ¨¢vidos por detectar y aislar su aura de artista en detalles sintom¨¢ticos. Pero lo que importa aqu¨ª es menos el registro o la producci¨®n de una singularidad fison¨®mica (eso que seguimos debi¨¦ndole al noble, indestructible g¨¦nero del retrato) que el montaje de una cierta l¨®gica hist¨®rica, la puesta en secuencia de una vida acechada por la articulaci¨®n entre arte y violencia.
Buena parte de los materiales de la muestra, de hecho, se remontan a esa escena cl¨¢sica de la tradici¨®n biogr¨¢fica en la que, por azar o un oscuro designio, un artista cachorro, de pronto, tropieza con el privilegio de compartir una experiencia ¨²nica con un artista consagrado. A fines de la d¨¦cada del '90, Bony, una de las luminarias del Instituto di Tella de los a?os 60, le alquila el primer piso de su casa-taller del barrio de San Telmo a Andr¨¦s Denegri, que apenas tiene m¨¢s de veinte a?os.
La coexistencia deriva en complicidad, y la complicidad en una suerte de pedagog¨ªa informal, alimentada de admiraci¨®n, largas discusiones de trasnoche y escapadas a templos bizarros de la ¨¦poca como Ave porco, una discoteca atendida por enanos. Sin embargo, m¨¢s que de maestro y disc¨ªpulo, la relaci¨®n es de objeto de observaci¨®n y observador, de fen¨®meno y ojo que registra. El joven Denegri no tarda en hacer con Bony lo mismo que Boswell hubiera hecho con el doctor Johnson si les hubiera tocado vivir aqu¨ª y ahora: filmarlo. Lo filma paseando con amigos en el Tigre, recorriendo y comentando una exposici¨®n de Lucio Fontana en Proa, charlando con amigos, colegas, galeristas. Y lo filma en su taller, trabajando en la que ser¨ªa su ¨²ltima obra importante: El triunfo de la muerte, una serie de autorretratos fotogr¨¢ficos que Bony, despu¨¦s de tomarlos, enmarcarlos y vidriarlos, acribilla a tiros con una pistola Walther 9 mil¨ªmetros.
En Cerca de Bony, el bello video documental que oficia de centro de la muestra, Denegri recupera a Bony reflexionando sobre su relaci¨®n con el arte m¨¢s expl¨ªcitamente pol¨ªtico
A esa serie pertenece Con una sola basta (1998), la ¨²nica obra de Bony que el curador de la muestra, Rodrigo Alonso, juzg¨® oportuno infiltrar entre las de Denegri. Un Bony muy serio, muy peinado, vestido con la formalidad de un CEO a punto de desayunar, mira al espectador mientras su mano derecha, a la altura del vientre, oprime el disparador de la c¨¢mara que lo est¨¢ retratando. Un impacto de bala hunde el vidrio del marco en el centro de la frente del artista. Esa mano que dispara es todo: es la bisagra que conecta la impostura del artista con el instante de su cristalizaci¨®n fotogr¨¢fica, pero tambi¨¦n dos operaciones manuales, dos gestos de disparar: el que aprieta el obturador de una c¨¢mara y hace nacer una foto; el que gatilla un arma y la agujerea a balazos.
La relaci¨®n problem¨¢tica entre esos dos gestos (el doble sentido del verbo ¡°disparar¡±) est¨¢ de alg¨²n modo en el centro de la muestra de Denegri: identidad, alegor¨ªa, discrepancia esencial, ambivalencia c¨ªnica... Denegri vuelve a su archivo Bony, al Bony del que fue testigo presencial, lo conecta con el Bony hist¨®rico (el vanguardista conceptual bajo la dictadura del general Ongan¨ªa) y lo interpreta a su manera, sometiendo esas reliquias documentales a todas las operaciones de recorte, descontextualizaci¨®n, ampliaci¨®n, loop y reinscripci¨®n que reclama el g¨¦nero del found-footage, pero no tanto para perfilar al sujeto Bony como para poner en escena el drama que lo desvel¨®, lo apasion¨® y tambi¨¦n lo dej¨® sin consuelo. Es el drama que obsesion¨® al siglo XX todo: el de la relaci¨®n arte/pol¨ªtica.
En Cerca de Bony, el bello video documental que oficia de centro de la muestra, Denegri recupera a Bony reflexionando sobre su relaci¨®n con el arte m¨¢s expl¨ªcitamente pol¨ªtico de fines de los a?os '60, el arte militante, del que dice haberse mantenido siempre a distancia. Mientras los artistas m¨¢s comprometidos quer¨ªan disolver el arte en la vida, ¨¦l, dice, proced¨ªa a la inversa, implantando la vida en el arte, en la instituci¨®n art¨ªstica, y propon¨ªa una obra como la que lo hizo c¨¦lebre, La familia obrera, que expon¨ªa a un tornero, su mujer y su hijo en una galer¨ªa por el doble del jornal que el tornero hubiera cobrado por su trabajo. Bony, que no era precisamente un artista apol¨ªtico, apostaba por explotar las paradojas que tensaban la relaci¨®n entre arte y pol¨ªtica. Apostaba por preservar, en el coraz¨®n mismo de esa relaci¨®n, una especie de resto art¨ªstico ind¨®mito, una potencia irreductible, sin valor de cambio alguno, que volviera imposibles las equivalencias plenas del arte panfletario. Como dice el mismo Bony, la pol¨ªtica era algo tan denso que ¡°hab¨ªa que tratarla con guantes¡±.
Son esos guantes los que Denegri hace (re)aparecer cuando registra a Bony disparando en su taller contra los autorretratos, y sobre todo cuando recorta ciertos fotogramas del material original y pone en primer plano las manos del artista, que sostienen la Walther 9mm enfundadas en un par de guantes amarillos. Aun (sobre todo) cuando la violencia simb¨®lica se vuelve real, lo m¨¢s real que tolera una pr¨¢ctica simb¨®lica como el arte, Bony defiende la necesidad (el poder art¨ªstico) del guante; esto es: de lo indirecto, lo mediado, lo que genera refracci¨®n, problematicidad, incertidumbre. Bony (como lo recuerda Denegri) admira el arte de tajear y horadar de Lucio Fontana, pero los impactos de bala que estremecen a sus autorretratos son hijos de la paradoja, no de la acci¨®n directa.
Instante Bony, de Andr¨¦s Denegri. Museo de Arte Contempor¨¢neo de Buenos Aires. Hasta el 28 de febrero
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