Oda de Quique Gonz¨¢lez a la supervivencia
El m¨²sico publica ¡®Me mata si me necesitas¡¯, un disco de rock vitalista Nos muestra su universo emocional en su caba?a entre monta?as pasiegas de Cantabria
Deben de ser m¨¢s de las cuatro de la ma?ana cuando Quique Gonz¨¢lez (Madrid, 1973) vuelve a poner su canci¨®n preferida de Bob Dylan en el reproductor de su casa, una caba?a perdida en una de las monta?as de la comarca del Pas-Miera (Cantabria). Mientras atardec¨ªa se dejaban ver los frondosos bosques de roble y haya a trav¨¦s del gran ventanal de la sala, una aut¨¦ntica morada musical, su ¡°santuario¡±, con fotograf¨ªas en las paredes de madera del propio Dylan, Elvis Presley o Neil Young y habitada por una colecci¨®n de guitarras, dos pianos ¡ªentre ellos, un Wurlitzer el¨¦ctrico, regalo de "los chicos de la banda"¡ª, y un armonio, que al tocarlo suena ¡°muy Tom Waits¡±.
Ahora es noche cerrada y, entre copas, al otro lado del cristal, cuelgan estrellas, como adornos perfectos para la melanc¨®lica canci¨®n de Dylan. ¡°Puedes rendirte o luchar lo mejor que puedas en primera l¨ªnea¡±, dice el m¨²sico, parafraseando uno de los versos de Workingman¡¯s Blues #2. ¡°?C¨®mo lo canta! Es ternura y sabidur¨ªa¡±, a?ade, mientras poco importa ya la cuenta de los tragos y cigarros.
En este santuario, Gonz¨¢lez ha configurado mucho de su nuevo disco, Me mata si me necesitas, que sale a la venta el 4 de marzo. Pero algo m¨¢s importante: en este santuario, en esta caba?a, patrimonio del pueblo de Villacarriedo, donde vive con sus dos perras Dallas y Kima ¡ª¡°como la poli dura de The Wire¡±¡ª, se refugia un m¨²sico que se ha labrado su propio y ejemplar camino art¨ªstico desde que hace m¨¢s de una d¨¦cada decidi¨® romper con las discogr¨¢ficas tradicionales por saberse robado. "No s¨¦ c¨®mo deben dar la leche las vacas desde que yo vivo aqu¨ª y me paso los d¨ªas haciendo tronar las guitarras¡±, dice entre risas.?
Me mata si me necesitas llega tras su ¡°etapa Nashville¡±, cuando se fue a grabar a EE?UU sus anteriores ¨¢lbumes Daiquiri blues y Delantera m¨ªtica. Pero, sobre todo, llega bajo el paisaje emocional de dos hechos importantes: una relaci¨®n sentimental, ¡°la m¨¢s verdadera¡± en diez a?os y que acab¨®, y la muerte de su padre. ¡°La gente te ve desde fuera, pero t¨² vas de otra forma por dentro¡±, confiesa al tiempo que revuelve entre sus discos, de los que pondr¨¢ canciones de Neil Young, los Rolling Stones, The Band, John Moreland, John Mellencamp y Stephen Stills, con el que se detiene especialmente despu¨¦s de que Jos¨¦ Ignacio Lapido le descubriese We Are Not Helpless,?incluida en su ¨¢lbum de debut en solitario y de la que reconoce que "no puede salir" desde hace d¨ªas.
Esa ¡°otra forma¡±, tan personal y real como ¡°una navaja con todas las hojas abiertas¡± como canta en Sangre en el marcador, es el alma de su nuevo ¨¢lbum, compuesto en apenas un a?o, ¡°m¨¢s r¨¢pido que ninguno¡± de los nueve de su discograf¨ªa en estudio. ¡°A la banda y a m¨ª nos ha pillado en caliente tras la anterior gira. Creo que eso se transmite¡±, asegura. Los chicos de la banda, Los Detectives, en lo alto de los cr¨¦ditos junto a ¨¦l, convierten a Me mata si me necesitas en un trabajo lleno de nervio, repleto de matices, como esas estocadas el¨¦ctricas y de ¨®rgano de Rel¨¢mpago, esos coros de Se estrechan en el coraz¨®n o esas filigranas de mandolina de Charo, en la que canta Caroline Morgan, ¡°nuestra Lucinda Williams¡± en ese ¡°di¨¢logo a lo Grease¡±, pero en el que planea el ambiente campestre de Your Still Standin¡¯ There, de Steve Earle con Lucinda Williams.
Ese aire de campo, de vivir a pulm¨®n abierto, ya forma parte de Gonz¨¢lez, que afirma que lo que quiere en su vida "es estar apegado a la tierra¡± y que se siente hijo adoptivo de Villacarriedo, donde le pidieron que diese el preg¨®n. El m¨²sico se mueve entre valles y monta?as con su furgoneta GMC Vandura, un impresionante trasto comprado en Alemania y como salido de una pel¨ªcula de los hermanos Coen. Y tiene un sitio reservado en el restaurante Las Piscinas, donde cuelgan carteles de sus giras, y le esperan siempre Fonso, ¡°el Tony Soprano de Villacarriedo¡±, y Chus, su familia, que, aparte de tener ¡°las mejores alb¨®ndigas del mundo¡±, cuidan de ¨¦l en este peque?o pueblo?donde el caudal del r¨ªo Pisue?a parece guardar el secreto del verdadero folk. De hecho, al igual que su cancionero est¨¢ plagado de referencias a su "vida pasiega", la hija peque?a de Fonso le dio sin saberlo el verso, a modo de estribillo, m¨¢s cortante y definitivo de La casa de mis padres, la demoledora canci¨®n que cierra el disco, en homenaje a sus padres fallecidos.
Huele a tierra mojada en lo alto de la monta?a. El m¨²sico sabe que esa canci¨®n es tal vez la m¨¢s desgarradora que ha escrito en su carrera, que m¨¢s habla de ¨¦l, sin medias tintas. Pero tambi¨¦n destaca Cerde?a, esa declaraci¨®n de amor en la que el protagonista crey¨® que pod¨ªa ocurrir "algo grande", y un verso de ella: ¡°Hay m¨²sica por encima de la m¨²sica¡±. ¡°Ese momento cuando pasa algo que no controlas¡±, dice. ¡°Ese momento que es lo m¨¢s jodidamente grande de la vida¡±.
En Me mata si me necesitas, esos momentos, los jodidamente grandes, los jodidamente tristes, adquieren una extra?a y contagiosa ¨¦pica emocional con el acompa?amiento de una banda que arropa cada palabra con telones instrumentales como banderas y reminiscencias folk-rock de The Jayhawks, Traveling Wilburys o Big Star. ¡°Pese a ser un disco duro, creo que no hay lamentaci¨®n. Hay celebraci¨®n de la vida¡±, asegura. ¡°Me gustar¨ªa que el oyente sintiera que ya no lo est¨¢s intentando, que ya lo est¨¢s haciendo, que es posible la supervivencia¡±.
Suena Workingman¡¯s Blues #2, con esa voz cosida de Dylan, cuando deben ser m¨¢s de las cuatro de la ma?ana. Hay noches, como canciones, en las que las estrellas parecen al alcance de la mano. ¡°Creo que es una gran ense?anza del t¨ªo Bob. Hay que luchar lo mejor que se pueda en primera l¨ªnea¡±, dice en plena madrugada, mientras entona en ingl¨¦s el estribillo de la canci¨®n. Y, poni¨¦ndose de pie, como si estuviese con su guitarra en el escenario, remata: ¡°El puto show de la vida est¨¢ pasando y no, no vamos a rendirnos¡±.
Babelia
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