Muere Nikolaus Harnoncourt, el gran iconoclasta de la m¨²sica cl¨¢sica
Desaparece uno de los directores de orquesta m¨¢s imprevisibles y heterodoxos, al no usar la habitual batuta, de las ¨²ltimas d¨¦cadas El austr¨ªaco se hab¨ªa retirado en diciembre pasado a los 86 a?os
Cuando el pasado 5 de diciembre, en la v¨ªspera de su 86 cumplea?os, Nikolaus Harnoncourt anunci¨® su retirada de los escenarios por medio de una nota manuscrita en la que cancelaba todos sus futuros compromisos, sab¨ªa muy bien lo que estaba haciendo. Algo parecido hab¨ªa hecho cuatro a?os atr¨¢s ¡ªde forma m¨¢s privada y comedida, en consonancia con su car¨¢cter¡ª su amigo y colega Gustav Leonhardt pocas semanas antes de morir. Los dos siguieron volcados en la m¨²sica hasta apurar el ¨²ltimo gramo de esas ¡°fuerzas corporales¡± invocadas por Harnoncourt en su adi¨®s. Ahora, con su muerte el s¨¢bado por la noche, la despedida de la que ¨¦l llam¨® entonces la ¡°comunidad de descubridores¡± que cre¨® junto con sus oyentes es ¡ªtristemente¡ª definitiva.
Nada pod¨ªa hacer sospechar al comienzo de su carrera como violonchelista orquestal que poco despu¨¦s despuntar¨ªa uno de los grandes revolucionarios del movimiento historicista, aquel que luch¨® contra viento y marea para despojar a la interpretaci¨®n de la m¨²sica barroca de todas las anacr¨®nicas adherencias y oropeles rom¨¢nticos a fin de devolverle sus sonoridades originales. As¨ª naci¨® en 1953 su grupo Concentus Musicus, una criatura formada a su imagen y semejanza, que lo ha acompa?ado fielmente en todas sus traves¨ªas y le ha ayudado a canalizar y dar forma a su inagotable torrente de intuiciones.
El Concentus empez¨®, como tantos otros grupos similares, dando tumbos, dej¨¢ndose guiar por el principio de prueba y error, avanzando a tientas, espoleado por el esp¨ªritu visionario de Harnoncourt, cuya mirada, con los ojos en permanente desbandada de sus ¨®rbitas, traspasaba y conquistaba cuantas voluntades encontraba a su paso. Pronto cambi¨® el violonchelo moderno por el barroco y por la viola da gamba. Podemos verlo, por ejemplo, remedando su linaje aristocr¨¢tico transmutado en el pr¨ªncipe Leopold de Anhalt-C?then al comienzo de la pel¨ªcula Cr¨®nica de Anna Magdalena Bach, de Jean-Marie Straub y Dani¨¨le Huillet, acompa?ado al clave por Gustav Leonhardt, aqu¨ª un perfecto ¨¦mulo de Johann Sebastian Bach.
Abandono de la viola
As¨ª fue su nota de despedida
¡°Mis facultades f¨ªsicas requieren la cancelaci¨®n de mis planes futuros¡±, iniciaba Harnoncourt su carta. Se dirig¨ªa despu¨¦s a sus incondicionales, que llenan los ciclos de conciertos en la Musikverein vienesa: ¡°Se ha desarrollado una relaci¨®n incre¨ªblemente profunda entre nosotros en el escenario y con ustedes en la sala de conciertos ¡ª?nos hemos convertido en una venturosa comunidad de descubridores!¡ª¡±.
Para entonces, 1967, Harnoncourt ya apenas tocaba, consciente de que sus talentos lo empujaban m¨¢s en la direcci¨®n de aleccionar a otros instrumentistas m¨¢s duchos que ¨¦l para que la m¨²sica sonara tal y como ¨¦l la imaginaba en su cabeza. Pocos a?os despu¨¦s, id¨¦ntica pareja iniciaba la escalada de uno de los everests interpretativos del siglo XX: la grabaci¨®n de las Cantatas completas de Bach, Leonhardt al frente de su Consort hom¨®nimo, Harnoncourt fiel a su Concentus Musicus, ambos grupos liderados por sus mujeres violinistas (Marie, Alice), sin voces femeninas ¡ªun anatema en las iglesias protestantes de la ¨¦poca¡ª, respetando fielmente las instrumentaciones y desenterrando las pr¨¢cticas interpretativas que las vieron nacer.
Eran a?os de lucha, de l¨ªneas rojas intraspasables. Pero, conquistados los ¨²ltimos bastiones de escepticismo, Harnoncourt sali¨® de las trincheras barrocas y empez¨® a dirigir formaciones modernas. Estableci¨® estrechas relaciones con muchas de ellas (la Orquesta de C¨¢mara de Europa, la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, la Orquesta del Concertgebouw, la Filarm¨®nica de Viena), que vieron en ¨¦l, que jam¨¢s us¨® batuta e irradiaba un magnetismo y una seguridad irresistibles, a un iconoclasta que pod¨ªa ense?arles muchas cosas, como modelar interpretaciones intensas, angulosas, sin un solo resabio de esa rutina que acecha siempre a los m¨²sicos como la hidra de los celos de Yago. Harnoncourt explor¨® nuevos territorios, conquist¨® f¨¦rreas lealtades, fue una presencia habitual en teatros de ¨®pera, revisit¨® Bach con coros mixtos y solistas femeninas (como su propia hija, Elisabeth von Magnus), y lleg¨® a dirigir incluso Porgy and Bess, o a colaborar con Lang Lang, o a dirigir el Concierto de A?o Nuevo al tiempo que hac¨ªa ¡ªya desde su atuendo¡ª profesi¨®n de fe austr¨ªaca. Porque fue en Austria donde vivi¨® desde los dos a?os, tras nacer en Berl¨ªn en 1929, donde se educ¨® musicalmente y donde vivieron muchos de sus principales referentes, como Mozart, Schubert o Beethoven, de quien interpret¨® el pasado verano premonitoriamente su Missa Solemnis y cuyas nueve sinfon¨ªas pensaba dirigir este a?o en la Styriarte de Graz.
Contaba su hermana que la ¨²ltima frase que pronunci¨® Gustav Leonhardt justo antes de morir fue: ¡°Ahora comienza la verdadera vida¡±. Cuando la televisi¨®n alemana 3Sat entrevist¨® a Nikolaus Harnoncourt para un extenso documental sobre su vida que emiti¨® con motivo de su 85 cumplea?os, acab¨® pregunt¨¢ndole que, si estuviera en su mano decidirlo, cu¨¢l ser¨ªa la ¨²ltima m¨²sica que le gustar¨ªa escuchar antes de morir. ?l, que ya se intu¨ªa entonces herido de muerte, baj¨® la cabeza, arque¨® las cejas, sopes¨® la respuesta durante 14 largu¨ªsimos segundos y, por fin, alzando de nuevo la mirada, contest¨®: ¡°Quiz¨¢s el coral que se encuentra al final de El arte de la fuga¡±. Y, tras dejar sonar un nuevo y elocuente silencio, como los que tan bien sab¨ªa moldear desde el podio, dijo el nombre del coral de Bach: ¡°Vor deinen Thron tret¡¯ ich hiermit¡± (¡°Con esto me presento ante tu trono¡±).
El legado
Pocos llegan al ¨²ltimo viaje con un legado tan rico, noble y sincero como el de Nikolaus Harnoncourt, muchas de cuyas reflexiones se hallan plasmadas asimismo en sus libros, dos de ellos traducidos en nuestro pa¨ªs: El di¨¢logo musical (Paid¨®s) y La m¨²sica como discurso sonoro (Acantilado).
?l ha partido, cabe imaginar, sereno y ligero de equipaje, pero, como tambi¨¦n profetiz¨® en aquella nota manuscrita de su primer adi¨®s, de caligraf¨ªa firme y rotunda, como lo fueron siempre sus convicciones, es ¡°mucho lo que, a buen seguro, permanecer¨¢¡°.
El violonchelista que se subi¨® al podio
Nikolaus Harnoncourt naci¨® el 6 de diciembre de 1929 en Berl¨ªn, aunque desde los dos a?os vivi¨® en Viena.
En 1952, entr¨® como violonchelista en la Sinf¨®nica de Viena.
Concentus Musicus, el grupo que le acompa?¨® durante toda su carrera, naci¨® en 1953.
Grab¨® m¨¢s de 50 discos de compositores como Bach, Haydn, Handel, Vivaldi, Mozart. Es autor de libros como La m¨²sica como discurso sonoro.
En 1971 arranc¨® su proyecto m¨¢s ambicioso, junto con Leonhardt: la grabaci¨®n de las Cantatas completas de Bach.
Su debut como director lleg¨® en 1972, en Mil¨¢n, con Il ritorno d'Ulisse in patria de Monteverdi. Y en 1983 dirigi¨® por primera vez a la Sinf¨®nica de Viena.
Gan¨® decenas de premios, entre ellos un Grammy, y la Universidad Mozarteum de Salzburgo le nombr¨® doctor Honoris Causa en 2008.
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