Unidos por el fuego
El festival Burning Man visita las Fallas en busca de inspiraci¨®n
Arte ef¨ªmero, llamas y una comunidad que se mantiene viva a?o tras a?os. Tres pilares sobre los que se fundamenta el festival m¨¢s rompedor de Estados Unidos. Cada mes de agosto, Burning Man recrea una ciudad en mitad del desierto. En Black Rock City se dan cita m¨¢s de 70.000 personas que prescinden de dinero, tarjetas de cr¨¦dito o transacciones. Se vuelve al trueque. Todo bajo un lema, inclusi¨®n extrema. Nadie debe quedarse fuera. Lo que comenz¨® como un encuentro entre amigos en Baker Beach, una de las playas de San Francisco, donde quemaban esculturas de madera, se ha convertido en una explosi¨®n de arte y libertad.
Larry Harvey, cofundador y alma de este especial encuentro, hab¨ªa o¨ªdo algo sobre un festival en Espa?a donde tambi¨¦n se quemaban esculturas. No supo bien lo que eran las Fallas hasta que Christian Garc¨ªa Almenar, un valenciano de 30 a?os, enfrascado en la creaci¨®n en una startup de seguridad inform¨¢tica, le abord¨® despu¨¦s de una conferencia en Stanford y le hizo una entrega de un libro sobre la tradici¨®n levantina.
El pasado verano una delegaci¨®n de falleros se introdujo en la ciudad artificial en Nevada. Miguel Arraiz y David Moreno exploraron las posibilidades tanto art¨ªsticas como de experiencia vital de la cita. Junto a Marco Fern¨¢ndez, otro valenciano que vive en San Francisco y Garc¨ªa Almenar, han promovido el encuentro entre ambos lugares.
El domingo por la tarde, una delegaci¨®n de Burning Man, con algunos de sus fundadores como portavoces, pronunciar¨¢ una conferencia en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (Ivam). El intercambio va m¨¢s all¨¢. Durante la semana de Fallas visitar¨¢n varios talleres, asociaciones populares y al nuevo equipo consistorial. Tambi¨¦n pasar¨¢n por el estudio de pirot¨¦cnica de Carlos Caballar, cuya fama es conocida en Estados Unidos por participar en la Super Bowl. Dos estrellas de Burning Man llegaron antes, Karen Cusolito y Arlo Laibowitz. Se trata de dos de los creativos m¨¢s reconocidos del certamen.
Stuart Mangrum, responsable de actividades educativas de Burning Man, uno de los embajadores, se muestra entusiasmado por la aportaci¨®n de Valencia a su festival: "Nos sorprende la fuerte identificaci¨®n de una ciudad ya establecida con lo festivo, con la actividad. Nadie se queda fuera, es de todos".
A los americanos les impacta que, a pesar del paso del tiempo las Fallas no pasan de moda. A pesar de lo que se podr¨ªa pensar, la edad de los asistentes al evento del desierto supera los 30 a?os. Un tercio de los participantes lo hace por primera vez. Los veteranos, en ocasiones, critican que esta fuerte renovaci¨®n puede hacer que se pierda identidad. "Precisamente es lo que nos sorprende de Espa?a, m¨¢s all¨¢ de la tradici¨®n fallera de crear figuras y quemarlas, cuya similitud con la nuestra es grande. Nos llama la atenci¨®n que no caduque y que sea de todos", apunta. El hecho de que se cuente con una Junta Central Fallera, como expresi¨®n de poder surgido de los barrios, les cautiva.
Burning Man consigue algo ins¨®lito. SOMA, el barrio de las startups, queda desierto una semana. El mundo tecnol¨®gico se muda. No hay electricidad pero s¨ª generadores construidos para aprovechar la energ¨ªa solar y reconvertirla. El agua est¨¢ racionada, la comida se comparte y todo el mundo mantiene la promesa de no dejar rastro despu¨¦s de acampar. Los m¨¢s habilidosos se las apa?an para proveer de conexi¨®n a Internet a su campamento. Otros se esmeran en hacer que su carroza sea una discoteca m¨®vil. Las leyendas urbanas se multiplican a?o tras a?o. La m¨¢s repetida, haber visto a Mark Zuckerberg con su propio puesto de quesadillas.
Mangrum asegura, desde las pintorescas oficinas de Burning Man en Mission, el barrio latino de San Francisco, que viaja con los sentidos listos para impregnarse de p¨®lvora, arte y sentimiento popular. "Nos gustar¨ªa tener un puente que dure. Que sirva para que los artistas espa?oles participen en Burning Man, aprender c¨®mo se fomenta que una expresi¨®n popular dure siglos sin desgaste. Para nosotros, lo f¨¢cil ser¨ªa poner un patrocinador y dejar que todo rodase, pero no aceptamos marcas, queremos ser libres".
Babelia
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