Violent Femmes, humor punzante
El nuevo disco del grupo obtiene un 8 sobre 10. Lee tambi¨¦n las cr¨ªticas de Fangoria y Ben Monder
EL DISCO DE LA SEMANA: Violent Femmes -?We can do anything
Diecis¨¦is a?os despu¨¦s de Freak magnet, la que parec¨ªa que ser¨ªa su ¨²ltima referencia discogr¨¢fica, Violent Femmes regresan con un nuevo ¨¢lbum. Y es como si nada hubiera pasado desde su debut hom¨®nimo en 1983, aquel glorioso primer disco que supuso una bendita losa en la carrera de los de Milwaukee que, para muchos, han sido incapaces de superar hasta hoy.
Artista: Violent Femmes
Disco: We can do anything
Discogr¨¢fica: PIAS
Calificaci¨®n: 8 sobre 10
Para aquellos que no ubiquen al grupo norteamericano, hagamos un poco de historia. Tras comenzar en 1980 actuando principalmente en bares y salas de muy peque?o aforo, en 1981 son descubiertos por casualidad por James Honeyman-Scott, guitarrista de The Pretenders (fallecido por sobredosis solo un a?o despu¨¦s), mientras tocan en la calle. Sorprendentemente, la mism¨ªsima Chrissie Hynde les invita a actuar junto a su grupo esa misma noche, y el ¨¦xito entre el p¨²blico es inmediato. Se acababa de propiciar el caldo de cultivo ideal para que su primer disco fuera un ¨¦xito. El car¨¢cter irreverente de aquel ¨¢lbum, sus acertadas melod¨ªas e ingeniosas letras sobre inadaptados, sumado a su no menos destacable pericia instrumental, les catapultaron a la estratosfera del ¨¦xito dentro y fuera del circuito independiente. Pero, lejos de conformarse con las mieles del triunfo, para la continuaci¨®n de aquel hito decidieron adentrarse por terrenos menos festivos y m¨¢s oscuros. Este movimiento descolocar¨ªa a su seguidores, y aquel desconcierto continuar¨ªa presente durante toda la carrera ulterior de la banda.
Las desavenencias internas entre los miembros del grupo propiciaron su desintegraci¨®n oficial en 2005, pero la degradaci¨®n de su relaci¨®n personal tocar¨ªa fondo con la posterior demanda judicial por reparto de royalties. Con todo, y a pesar de sus importantes problemas internos, en 2013 anunciaban su reuni¨®n para una serie de conciertos conmemorativos del trig¨¦simo aniversario de la edici¨®n de Violent Femmes, el disco. La cosa no terminar¨ªa bien y el resultado ser¨ªa la agria despedida de Victor DeLorenzo, bater¨ªa original de la formaci¨®n, y su sustituci¨®n por el mucho m¨¢s joven Brian Viglione, miembro del grupo indie The Dresden Dolls. Con esta renovada formaci¨®n marcar¨ªan un nuevo regreso que cristalizar¨ªa con el interesante disquito de cuatro canciones Happy new year, antesala de la obra que nos ocupa, su primer larga duraci¨®n desde el a?o 2000.
De modo que aqu¨ª est¨¢n de nuevo el punk ac¨²stico, el humor punzante y las melod¨ªas afiladas que les consagraron como el mejor grupo de punk-folk imaginable. La guitarra y la voz de Gordon Gano reaparecen en excelente estado de forma, el bajo ac¨²stico de Brian Ritchie sigue brillando con su imaginativa personalidad, y la bater¨ªa de Viglione asimila con deportividad la solvencia del marcad¨ªsimo estilo del a?orado DeLorenzo.
Las canciones funcionan como si la felicidad y la juerga de los primeros d¨ªas siguiera vigente en las filas del grupo. La inicial Memory, un sarc¨¢stico canto a la falta de memoria que bien podr¨ªa entenderse como un corte de mangas a las taras del paso del tiempo, coloca el list¨®n bien alto y ejerce de inmejorable puerta de entrada a uno de los mejores trabajos de la carrera del grupo. Y es que con We can do anything queda sobradamente justificada su vuelta a la actualidad musical. Por mucho que sus detractores m¨¢s agoreros se empe?en en tumbar las bondades de estas diez nuevas canciones, el cachondeo de taberna de I could be anything, la punter¨ªa mel¨®dica de Holy ghost, Issues o Big car o la belleza de What you really mean resultan argumentos m¨¢s que v¨¢lidos para recomendar este ¨¢lbum de regreso de una de las bandas m¨¢s peculiares de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas. Esc¨²chenlo sin complejos, la diversi¨®n est¨¢ garantizada. JuanP Holguera.
Fangoria - Canciones para robots rom¨¢nticos
Siguen fieles a su credo fundamental Olvido Gara y Nacho Canut en el duod¨¦cimo ¨¢lbum de Fangoria: primar un g¨¦lido raciocinio sobre la emoci¨®n real ¡ªrecordemos que en el extremo opuesto a Pegamoides, durante la dichosa Movida, estaban los grupos llamados babosos por su conservadurismo sentimental¡ª y no moverse de un reiterativo dogma estil¨ªstico. Pero eso que llamamos vida, un desfile de contratiempos cuando llega cierta edad, se entromete en los planes de la irrompible pareja art¨ªstica. Solo as¨ª se entiende que los paladines del escapismo disco-techno inauguren Canciones para robots rom¨¢nticos con un r¨¦quiem, la magn¨¦tica Disco Sally, por aquella ancianita neoyorquina que al quedarse viuda decidi¨® instalarse en Studio 54. All¨ª fallecer¨ªa bailando de madrugada, mientras retumbaba unos de esos subidones discotequeros que propician el ¨¦xtasis artificial, revivido aqu¨ª como si viajaran al siglo pasado.
Artista: Fangoria
Disco: Canciones para robots rom¨¢nticos
Discogr¨¢fica: Warner
Calificaci¨®n: 5 sobre 10
El problema no es que reincidan en un lenguaje que no ha evolucionado en veinte a?os de lustrosa trayectoria ¡ªpor mucho que recurran a Guille Milkyway, joven perpetuador del esp¨ªritu hedonista de los 80, para facturar la primera mitad del disco¡ª, si no que el retrofuturismo les ha adelantado. Lo que entonces pod¨ªa sonar a ocurrencia visionaria hoy produce sensaci¨®n de mil veces escuchado. Y no se trata de una observaci¨®n gen¨¦rica, pues su coet¨¢neo en el rock¡¯n¡¯roll con mucha actitud, Loquillo, tampoco ha renovado sus principios discursivos. Pertenecen a una generaci¨®n que vive ese pico de reconocimiento hist¨®rico que quiz¨¢s avisa de que las bater¨ªas se est¨¢n agotando. Que Alaska sea una de las mujeres m¨¢s ic¨®nicas de Espa?a se debe a que detr¨¢s de esa llamativa superficialidad hay una mente bien amueblada, flamencos de pl¨¢stico rosas incluidos. Tambi¨¦n a que una parte de la ciudadan¨ªa anhela que el linaje de las folcl¨®ricas se redima en posmodernidad, el melodrama se envase al vac¨ªo.
La farsa para pistas de baile ilustradas o lumpen, qu¨¦ m¨¢s da, sigue cargando sus mejores disparos: Geometr¨ªa polisentimental es intachable muestra de c¨®mo comprimir un vigoroso artificio r¨ªtmico, con su escalada vocal de diva ibicenca, que te devuelve a alguna vetusta aparici¨®n televisiva de Dinarama y al mismo tiempo te planta en el aqu¨ª y ahora. Un poco como le est¨¢ pasando a este pa¨ªs en los ¨²ltimos tiempos. Otra vi?eta destacable, envuelta como el resto en uno de esas portadas que primero motivan una sonrisa c¨®mplice y al rato empiezan a agrietarse pat¨¦ticas, es La marisabidilla, el escorpi¨®n y la que quita la ilusi¨®n, retrato de los cenizos aguafiestas que tanto proliferan en nuestro cainismo antropol¨®gico. La segunda mitad del ¨¢lbum, supervisada por Jon Klein, altera el tono y se pone seria, tocando fondo en murgas como Delirios de un androide cardado. Suele pasar cuando citas a Cor¨ªn Tellado y LeCorbusier en una misma funci¨®n.
En su l¨ªnea de locuacidad medida pero punzante, Nacho y Olvido se desmarcan ahora de los oyentes de M¨®nica Naranjo y del Chueca Power. Si llegan a saberlo, no acuden a la fiesta, argumentan. Es la l¨®gica del mundo del espect¨¢culo: cuando el p¨²blico no se cansa de ti, t¨² te aburres del p¨²blico. Su nuevo trabajo no manifiesta este hast¨ªo directamente, son ante todo profesionales, pero s¨ª glorifica una f¨®rmula que quiz¨¢s necesite revisi¨®n. Voluntad de resistir, titulan un tema. ?Y si prueban a mostrarnos lo que sienten realmente, lo que les estremece m¨¢s all¨¢ de lo articulable en ripios y chunda-chunda? No es necesaria la gira ac¨²stica y confesional por teatros, solo con olvidar por unos instantes que ¡®¡¯el pensamiento pragm¨¢tico acaba siendo el m¨¢s pr¨¢ctico¡¯¡¯, como apostilla Mentiras de follet¨ªn, honrar¨ªan mejor su acomodada madurez. Ignacio Juli¨¤.
Ben Monder - Amorphae?
Aclaremos algo desde ya mismo: Ben Monder es mucho, much¨ªsimo m¨¢s, que el guitarrista de Blackstar, el ¨¦pico canto del cisne de David Bowie. Pero tambi¨¦n es eso, y escuchando sus personales guitarras en ese ¨¢lbum cualquiera puede descubrir a un m¨²sico de gran personalidad, con un extraordinario dominio del amplio espectro s¨®nico de un instrumento que no suele explotarse con la osada y fascinante aproximaci¨®n de Monder.
Artista: Ben Monder
Disco: Amorphae
Discogr¨¢fica:?ECM/distrijazz
Calificaci¨®n: 8 sobre 10
El guitarrista lleva d¨¦cadas construyendo un perfil art¨ªstico muy personal. En realidad es el reflejo de lo que todo m¨²sico de jazz deber¨ªa ser en el siglo XXI: abierto, valiente, creativo, original. A lo largo de su carrera ha compuesto e interpretado m¨²sica muy diferente, principalmente en el ¨¢mbito de la improvisaci¨®n, aunque tambi¨¦n ha sabido poner su arte al servicio de m¨²sicos de rock y cantautores como, por ejemplo, Ruper Ordorika, con quien ha grabado y actuado en numerosas ocasiones. Probablemente a ra¨ªz de esa polivalente personalidad musical, Monder maneja con igual maestr¨ªa la melod¨ªa, las inversiones de acordes m¨¢s enrevesadas o las inabarcables texturas que se pueden extraer a una guitarra, siempre y cuando uno conozca la diferencia entre crear m¨²sica a partir de notas y a partir de, simplemente, sonido.
Cuando Paul Motian fich¨® a Monder para su Electric Bebop Band en el a?o 2000, le abri¨® la puerta al cotizado sello alem¨¢n ECM (donde se public¨® Garden of Eden de Motian, ¨²nica aparici¨®n del guitarrista en su cat¨¢logo hasta este a?o), al abrigo del cual se empezar¨ªa a grabar Amorphae en 2010. Entonces quedaron registrados algunos temas en solitario y a d¨²o con el genial Motian, pero la muerte de este el a?o siguiente dej¨® el proyecto parado. Cualquiera que sabe algo de jazz sabe que Motian no es f¨¢cil de sustituir, y m¨¢s a¨²n con m¨²sica como la que contiene Amorphae, et¨¦rea e intuitiva hasta las ¨²ltimas consecuencias. Pero a finales de 2013 Monder retom¨® por fin el proyecto junto a un baterista tan sugestivo (y no menos legendario) como Motian, Andrew Cyrille, y a un viejo compa?ero de la escena neoyorquina desde los gloriosos a?os 90, Pete Rende.
Escuchando este ¨²ltimo disco de Monder resulta dif¨ªcil reconocer en ¨¦l al solista que cierra I Can¡¯t Give Everything Away de Bowie, o el del infeccioso A Girl Named Joe de Chris Cheek, dos de sus momentos mel¨®dicos m¨¢s memorables. En Amorphae Monder es otro: un creador de sonidos por encima de todo, y el elemento nuclear que genera toda la actividad ac¨²stica a su alrededor, partiendo de su guitarra y expandi¨¦ndose en cada punto de interacci¨®n con Motian, Rende o Cyrille. Aqu¨ª la m¨²sica est¨¢ muy arraigada en la abstracci¨®n, y triunfa a base de introducirse en el oyente provocando una emoci¨®n antes que una reacci¨®n. Para caer ante Amorphae solo se necesita cierta permeabilidad est¨¦tica: una vez comienza, el disco es un todo del que resulta relativamente dif¨ªcil salir. Una aut¨¦ntica pieza de madurez art¨ªstica para uno de los guitarristas de jazz m¨¢s interesantes de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Yahv¨¦ M. de la Cavada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.