James Joyce se revuelve contra la censura
'Escritos cr¨ªticos y afines' re¨²ne textos in¨¦ditos o no traducidos al espa?ol del escritor. Babelia ofrece la carta que envi¨® a la prensa ante los problemas para publicar 'Dublineses'
Al director: 17 de agosto de 1911. Via della Barriera Vecchia 32, III, Trieste (Austria)Se?or:
?Puedo pedirle que publique esta carta que arroja algo de luz sobre las actuales condiciones de la profesi¨®n de autor en Inglaterra e Irlanda?
Hace casi seis a?os, el se?or Grant Richards, editor, de Londres, firm¨® conmigo un contrato para la publicaci¨®n de un libro de cuentos escrito por m¨ª, titulado Dublineses. Unos 10 meses m¨¢s tarde me escribi¨® pidi¨¦ndome que omitiera uno de los cuentos y pasajes de otros que, seg¨²n dec¨ªa, su impresor se negaba a componer. Yo rehus¨¦ hacer ambas cosas y empez¨® una correspondencia entre el se?or Grant Richards y yo que dur¨® m¨¢s de tres meses. Acud¨ª a un jurista internacional de Roma (donde viv¨ªa entonces) y me aconsejaron que omitiera. Rehus¨¦ hacerlo y el manuscrito me fue devuelto, pues el editor se negaba a publicar a pesar de su palabra empe?ada por escrito, mientras el contrato segu¨ªa en mi posesi¨®n.
Seis meses m¨¢s tarde, un tal se?or Hone me escribi¨® desde Marsella para pedirme que presentara el manuscrito a los se?ores Maunsel, editores, de Dubl¨ªn. Eso hice: y despu¨¦s de alrededor de un a?o, en julio de 1909, los se?ores Maunsel firmaron conmigo un contrato para la publicaci¨®n del libro el 1 de septiembre de 1910 o antes. En diciembre de 1909 el gerente de los se?ores Maunsel me solicit¨® que modificara un pasaje de uno de los cuentos, ¡®D¨ªa de la hiedra en la sala del comit¨¦¡¯, donde se hac¨ªa cierta referencia a Eduardo VII. Acept¨¦ hacerlo, muy contra mi voluntad, y modifiqu¨¦ una o dos frases. Los se?ores Maunsel postergaron sin cesar la fecha de publicaci¨®n y finalmente escribieron pidi¨¦ndome que omitiera el pasaje o lo cambiara radicalmente. Rehus¨¦ hacer ambas cosas, se?alando que el se?or Grant Richards de Londres no hab¨ªa puesto objeciones a ese pasaje cuando Eduardo VII estaba vivo y que yo no alcanzaba a ver por qu¨¦ un editor irland¨¦s debiera objetarlo cuando Eduardo VII hab¨ªa pasado a la historia. Suger¨ª un arbitraje o una supresi¨®n del pasaje con una nota m¨ªa preliminar de explicaci¨®n, pero los se?ores Maunsel no quisieron aceptar ninguna de ambas cosas. Como el se?or Hone (que me hab¨ªa escrito en primera instancia) neg¨® toda responsabilidad en el asunto y cualquier conexi¨®n con la firma, segu¨ª la opini¨®n de un abogado de Dubl¨ªn que me aconsej¨® omitir el pasaje, inform¨¢ndome de que como yo no ten¨ªa domicilio en Reino Unido no pod¨ªa demandar a los se?ores Maunsel por incumplimiento de contrato salvo que pagara 100 libras en el tribunal y que, incluso si pagara 100 libras en el tribunal y los demandara, no tendr¨ªa ninguna posibilidad de obtener un veredicto a mi favor de un jurado de Dubl¨ªn si el pasaje en disputa pod¨ªa tomarse de alguna manera como ofensivo al difunto rey. Escrib¨ª entonces al rey actual, Jorge V, adjuntando una prueba impresa del cuento con el pasaje all¨ª marcado y solicit¨¢ndole que me informara si desde su punto de vista el pasaje (ciertas alusiones hechas por una persona del cuento en el lenguaje de su clase social) deb¨ªa ser retirado de la publicaci¨®n por ofensivo a la memoria de su padre. El secretario privado de Su Majestad me envi¨® esta respuesta:
Palacio de Buckingham
El secretario privado tiene ¨®rdenes de acusar recibo de la carta del se?or James Joyce del 1 del corriente y de informarle que es incongruente con la regla que Su Majestad exprese su opini¨®n en tales casos. Los adjuntos se devuelven con la presente.
11 de agosto de 1911
Aqu¨ª est¨¢ el pasaje en disputa:
¡°¡ªPero mira, John ¡ªdijo el se?or O¡¯Connor¡ª. ?Por qu¨¦ tendr¨ªamos que darle la bienvenida al rey de Inglaterra? ?El propio Parnell no¡?
¡ªParnell ¡ªdijo el se?or Henchy¡ª est¨¢ muerto. Ahora, as¨ª es como lo veo yo. Ac¨¢ este compadre llega al trono despu¨¦s que la vieja lo tuvo alejado hasta que pein¨® canas. Es un buen tipo, si me lo preguntan, y no hay ah¨ª ning¨²n maldito disparate. ?l nom¨¢s se dice: La vieja nunca fue a ver a estos salvajes irlandeses. Cristo, voy a ir yo a ver c¨®mo son. ?Y nosotros vamos a insultar al hombre cuando viene ac¨¢ de visita amistosa? ?Eh? ?No es cierto, Crofton?
El se?or Crofton asinti¨®.
¡ªPero bueno, despu¨¦s de todo ¡ªdijo el se?or Lyons, discutidor¡ª la vida del rey Eduardo, ustedes saben, no es lo m¨¢s¡
¡ªLo pasado, pisado ¡ªdijo el se?or Henchy¡ª. Yo personalmente admiro a ese hombre. Es un juerguista, nom¨¢s, como ustedes y como yo. Le gusta su copa de grog y es un poco calavera, tal vez, y es un buen deportista. Maldici¨®n, ?no podemos jugar limpio los irlandeses?¡±.
Escrib¨ª este libro hace siete a?os y, como no veo en ninguna parte ninguna posibilidad de que se protejan mis derechos, por la presente doy p¨²blicamente a los se?ores Maunsel permiso de publicar este cuento con los cambios o supresiones que les plazca hacer y espero que lo que publiquen se parezca a aquello a cuya escritura yo entregu¨¦ pensamiento y tiempo. Que su actitud como firma editorial irlandesa sea juzgada por la opini¨®n p¨²blica irlandesa. Yo, como escritor, protesto contra los sistemas (legal, social y ceremonial) que me han llevado a que esto pasara.
Agradeci¨¦ndole su cortes¨ªa, quedo de usted, se?or, su seguro servidor,
James Joyce.
Escritos cr¨ªticos y afines. James Joyce. Traducci¨®n de Pablo Ingberg. Eterna Cadencia Buenos Aires, 2016. 480 p¨¢ginas. 21,50 euros
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