Louise Bourgeois: bienvenidos al dolor
El Guggenheim Bilbao propone un viaje por la vertiente m¨¢s oscura de la artista fallecida a los 99 a?os en 2010
El entrecomillado ¡°Me dedico al dolor para dar sentido y forma a la frustraci¨®n y el sufrimiento. No puedo hacer desaparecer el dolor. Ha venido para quedarse¡± no parece el mejor eslogan escaparatista para vender el concepto exposici¨®n del verano. Y de hecho no lo es. Ese entrecomillado es la plasmaci¨®n de una verdadera declaraci¨®n de intenciones. La de los responsables del Guggenheim Bilbao, incrustando en el luminoso mastodonte de Frank O. Gehry los mundos ¡ªpero sobre todo los submundos¡ª de Louise Bourgeois (Par¨ªs, 1911-Nueva York, 2010).
La exposici¨®n Estructuras de la existencia: las celdas abre sus puertas hoy y las cerrar¨¢ el 4 de septiembre. Exposici¨®n del verano, pues. As¨ª que esto ya sugiere una imagen: visitantes en bermudas y camiseta saliendo al sol pero con mala cara, aficionados al arte en plenas vacaciones pero noqueados tras recorrer una tiniebla que no esperaban y asistir al viaje por la soledad, el miedo, el abandono y la angustia, porque no otra cosa es esta exposici¨®n.
Bourgeois es indiscutible como trofeo de caza para cualquier museo (la muestra viene de M¨²nich y Mosc¨² y viajar¨¢ a Copenhague). Pero hace falta tener muy claras las cosas y saber no renunciar a nada para apostar por esta selva tenebrosa y proponerla a los turistas ¡ªque es lo que en verano mayoritariamante entra a un museo como el Guggenheim¡ª como oferta de ocio vacacional. La amargura y los exorcismos de Louise Bourgeois no son precisamente las cicciolinas y los popeyes de Jeff Koons. Ni falta que hace.
Organizar una escultura como quien programa el tratamiento de un enfermo: eran sus propias palabras y ese es el concepto que sobrevuela las salas del Guggenheim. Bourgeois, la mujer menuda, irascible y genial creadora de esas c¨¦lebres ara?as gigantes en bronce pens¨® y erigi¨® en los ¨²ltimos 20 a?os de su vida m¨¢s de 60 estructuras espaciales para contar ni m¨¢s ni menos que las oscuridades de una vida. La suya. Las Celdas son autorretratos. Aqu¨ª hay 28 de ellos, la m¨¢s importante exposici¨®n montada nunca en torno a esta faceta de la artista, la m¨¢s ¨¢spera y oscura.
El miedo como tema
No quiso dejar nada sin contar y no lo dej¨®. Hay que advertir que el tono y el material de su narraci¨®n son, digamos, algo diferentes a los de otras. Las celdas tratan del miedo, y el miedo es libre. Lo puede traer un crujido a destiempo. El ladrido de un perro en medio de la bruma donde ya no hay espig¨®n. Luego est¨¢n los miedos de la vida, que son los de la muerte. Bien lo sab¨ªa Louise Bourgeois: muere la gente y no sabes qu¨¦ preguntas hacerte ni qu¨¦ respuestas ser¨¢s capaz de darte. Eso da miedo. Bien lo sab¨ªa aquel p¨¢jaro de ala quebrada, alguien volc¨¢nico y depresivo con pulsiones suicidas (lo intent¨® dos veces, la primera cuando muri¨® su madre en 1932, la segunda cuando su padre, que encima se acostaba con la institutriz, quiso casar a Bourgeois con un amigo suyo).
¡°Ten¨ªa sus problemas sicol¨®gicos, claro, mucha ansiedad, temores, miedos, depresiones y un gran sentimiento de culpabilidad por no ser buena madre¡ pero sab¨ªa que el arte le ayudaba a sobrevivir, todo su proceso creativo, no solo las celdas, eran una terapia¡±, explica Jerry Gorovoy, asistente personal durante 30 a?os y actual presidente de la fundaci¨®n que gestiona los derechos y la memoria de la artista. ¡°Una artista que nunca hizo cosas para el p¨²blico¡ sino para ella misma¡±, aclara Gorovoy sobre alguien a la que la cr¨ªtica y el mercado del arte reconocieron cuando sobrepasaba ya los 70 a?os.
D¨ªas negros, La destrucci¨®n del padre, Sin salida, Arco de histeria, Pasaje peligroso, El confesionario¡ son t¨ªtulos que no dejan resquicio a la duda en esta peregrinaci¨®n por entre las estructuras de acero, vidrio, madera, tela, l¨¢tex, m¨¢rmol, resina o trozos de espejo. Todo resulta t¨¦trico y, a la vez, extra?amente pl¨¢cido. M¨¢s que a la contemplaci¨®n de un conjunto de obras, al visitante se le propone pulular entre ellas, formar parte de ellas. El reto se aceptar¨¢ o no. Si es que no, tendremos a un visitante de museo visitando un museo. Pero si es que s¨ª, tendremos en escena la rara (por escasa) especie de los pobres diablos examinando en su interior, confront¨¢ndose a la obra de arte, cayendo quiz¨¢ en la cuenta de que, qu¨¦ demonios, como sosten¨ªa Louise Bourgeois el arte nos puede salvar, o al menos interrogar.
La soledad, el abandono, la inseguridad, lo ido, el da?o, la memoria, el dolor intenso, qui¨¦n sabe si la curaci¨®n. No es poco para una exposici¨®n de verano.
Arte, miedo y neuras en forma de cartas
Bajo la batuta de Jerry Gorovoy, asistente personal ¡ªy psiquiatra oficioso¡ª de Louise Bourgeois durante 30 a?os, abrir¨¢ sus puertas en septiembre en el que fuera estudio de Bourgeois en Brooklyn ¡ªun antiguo taller textil¡ª un gran centro de interpretaci¨®n sobre su vida y su obra. Un archivo con centenares de cartas y documentos y fotograf¨ªas, una residencia para artistas y una colecci¨®n estable vertebrar¨¢n el proyecto. Adem¨¢s, Gorovoy ultima la pr¨®xima publicaci¨®n de esos m¨¢s de mil folios de cartas personales en los que la autora de las c¨¦lebres ara?as gigantes hablaba de sus procesos creativos, de sus miedos y de sus neuras.
Cuesta creer que lo temible pueda resultar po¨¦tico. Pero en las salas oscuras las guillotinas, los reclinatorios, las pr¨®tesis, las puertas, camas y sillas desvencijadas (muchas de ellas recuperadas de vertederos o escombreras), los frascos de perfume ¡ªen su caso, siempre Shalimar de Guerlain¡ª y las aberturas por donde asomarse como un voyeur¡ surgen como estrofas de un poemario maldito. Un poco hay de Baudelaire y un mucho de Duchamp y Bacon. Tampoco olvidemos a Freud.
Es el universo de Louise Bourgeois, un espejo en el que nadie querr¨ªa mirarse. Ella s¨ª. Am¨® a su madre muerta (de ah¨ª el ¨²tero vac¨ªo como tema constante), quiso matar al padre aunque nunca aparc¨® el complejo de Electra. Tambi¨¦n quiso matarse a s¨ª misma. Quedan estas 28 celdas como testimonio de una desolaci¨®n. Tambi¨¦n como la demostraci¨®n emp¨ªrica de un caerse y levantarse. Celdas-refugio, celdas-c¨¢rcel, celdas-siqui¨¢trico. La curaci¨®n por el arte. O el anhelo de ello.
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