Un revolucionario y un falangista en la batalla por la democracia
Jordi Amat reconstruye los caminos que condujeron en 1962 a los espa?oles de dentro y del exilio a proyectar en M¨²nich la ca¨ªda del franquismo
Juli¨¢n Gorkin se defin¨ªa a s¨ª mismo como un revolucionario profesional. Durante la Guerra Civil estuvo en el Partido Obrero de Unificaci¨®n Marxista, el POUM, y fue uno de los l¨ªderes de esa corriente que, poco despu¨¦s de que los militares rebeldes le hubieran asestado una brutal cornada a la Rep¨²blica, se desbord¨® por el otro lado para imponer por la fuerza el socialismo en Espa?a. No salieron las cosas como quer¨ªa y, al terminar la guerra, atribuy¨® toda la culpa del fracaso de la revoluci¨®n a Mosc¨² y los comunistas.
Dionisio Ridruejo estuvo a las ¨®rdenes del ministro del Interior Ram¨®n Serrano Su?er durante la guerra, llevando las riendas del Servicio Nacional de Propaganda. Era un falangista entusiasta que se volc¨® en la causa de Franco y que m¨¢s adelante incluso fue a Rusia con la Divisi¨®n Azul para derrotar a los comunistas y que triunfara la Alemania nazi. A su regreso, confirm¨® que el nuevo r¨¦gimen no respond¨ªa a sus expectativas: no hab¨ªa conseguido transformar Espa?a en un Estado fascista.
Ni los sue?os revolucionarios de Gorkin se realizaron, ni Franco cumpli¨® el proyecto totalitario de Ridruejo. Jordi Amat (Barcelona, 1978) se sirve de las experiencias de estos dos personajes, y de la progresiva transformaci¨®n de su furia radical, para construir en La primavera de M¨²nich, ganador del XXVIIII Premio Comillas de Tusquets, el accidentado itinerario que condujo a m¨¢s de un centenar de pol¨ªticos e intelectuales a proyectar en M¨²nich en 1962 la manera de liquidar la dictadura de Franco e iniciar una transici¨®n a la democracia.
¡°La conversi¨®n empieza con su purga, a finales de la d¨¦cada de los veinte, que lo vincula a una red internacional de revolucionarios antiestalinistas (de la que formar¨¢ parte, por ejemplo, George Orwell)¡±, explica Amat por correo electr¨®nico a prop¨®sito de Gorkin. ¡°Hay una experiencia traum¨¢tica que intensifica para siempre esta din¨¢mica: su encarcelamiento tras los Fets de Maig de 1937, en Barcelona. Ese combate se perpetuar¨¢ luego, y su interpretaci¨®n ser¨¢ clave en los usos del pasado durante la Guerra Fr¨ªa. Y as¨ª Gorkin volver¨¢ a la agitaci¨®n pol¨ªtica, con c¨®mplices del pasado reciclados en alfiles de la Guerra Fr¨ªa (y pienso, sobre todo, en Jay Lovestone, otro purgado, figura del sindicalismo norteamericano y c¨®mplice de la CIA, que ser¨¢ el principal padrino de Gorkin)¡±.
El caso de Ridruejo es distinto. Amat: ¡°Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial los fascistas espa?oles deben reubicarse. Igual que el r¨¦gimen, la catolicidad ser¨¢ la matriz del cambio. Pero sus ejercicios espirituales, en contraste con la dictadura, lo llevar¨¢n desde mediados de los cincuenta a apostar por la socialdemocracia como v¨ªa de salida a la par¨¢lisis sociol¨®gica impuesta por la distinci¨®n fatal entre vencedores y vencidos. Es ese Ridruejo el que ser¨¢ identificado como referente por las redes de combate intelectual de las que forma parte Gorkin¡±.
El 22 de febrero de 1946, el diplom¨¢tico estadounidense George Kennan envi¨® desde Mosc¨² un telegrama a Washington. Un a?o antes, las bombas at¨®micas sobre Hiroshima y Nagasaki hab¨ªan cambiado las guerras del futuro. Simplemente pod¨ªan acabar con todo. Kennan sosten¨ªa que hab¨ªa que frenar el avance comunista, pero que no se pod¨ªa entrar en conflicto directo con la Uni¨®n Sovi¨¦tica: la Guerra Fr¨ªa acababa de empezar. Y, l¨®gicamente, iba a acabar con las esperanzas que albergaban los exiliados republicanos de que Franco podr¨ªa caer tras la derrota de Alemania. Amat explica que, a partir ese momento, solo iba a ser operativo en el exilio ¡°aquel que, yendo m¨¢s all¨¢ de la legitimidad republicana, sepa sincronizarse con la l¨®gica que impone la Guerra Fr¨ªa¡±.
En 1953, Estados Unidos incorpora a Espa?a como un aliado m¨¢s en su batalla contra el enemigo comunista, desentendi¨¦ndose del car¨¢cter dictatorial del r¨¦gimen franquista. Al exilio no le queda, dice Amat, sino ¡°aceptar, a rega?adientes, que el acuerdo de bases crea una nueva realidad, inapelable, a partir de la cual debe pensarse una nueva alternativa democr¨¢tica¡±. Y a?ade: ¡°Ese exilio liberal se integrar¨¢ en c¨ªrculos y plataformas que en su origen fueron dise?adas o apoyadas por la inteligencia americana. Eso vale para el europe¨ªsmo ¨Cel Movimiento Europeo¨C y vale para la cultura ¨Cel Congreso por la Libertad de la Cultura¨C. Y los espa?oles encuadrados en esas plataformas, que nacen como fruto de la Guerra Fr¨ªa, tratar¨¢n de usarlas para muscular la oposici¨®n pol¨ªtica y cultural del interior¡±.
?Y dentro de Espa?a, qu¨¦ estaba ocurriendo entonces? Pues que hay intelectuales, como Enrique Tierno Galv¨¢n, o el propio Ridruejo, y gente de su entorno, que desde el 53 o el 54 "est¨¢n pensando en cambiar, sustituir o modificar el r¨¦gimen desde posiciones democr¨¢ticas, pragm¨¢ticamente europe¨ªstas", comenta Amat. ¡°Pero ser¨¢ desde los sucesos universitarios de Madrid en febrero del 56 que de una cierta teor¨ªa se pasa a una cierta pr¨¢ctica de oposici¨®n. Lo que ignora, en parte, la oposici¨®n democr¨¢tica es que esos sucesos han sido pensados por clandestinos comunistas. Es un juego de espejos opacos. La convivencia se produce en la pr¨¢ctica, casi sin querer, de facto, pero no se sabr¨¢ articular una propuesta com¨²n de oposici¨®n. Para bien y para mal era la Guerra Fr¨ªa y fuera de ese contexto no hay forma de entender pr¨¢cticamente nada¡±.
Algo de eso, de tiempo de demolici¨®n, tuvo la Guerra Fr¨ªa. Las grandes y feroces ideolog¨ªas de los a?os treinta ya no serv¨ªan, salvo que se dinamitaran sus apuestas m¨¢s radicales. Los m¨¢s sensatos fueron mudando de piel. Ridruejo pas¨® de falangista a socialdem¨®crata; el trotskista Gorkin se hac¨ªa dem¨®crata. En La primavera de M¨²nich, que aborda aquella cita de 1962 que los franquistas descalificaron como ¡°contubernio¡±, Amat va reconstruyendo todas las tramas que se van juntando para reunir a quienes quisieron acabar con la dictadura. El Congreso por la Libertad de la Cultura ¨CGorkin tuvo ah¨ª un papel decisivo¨C, financiado por la CIA, fue determinante. Pero tambi¨¦n contaron, y mucho, los afanes de algunos nombres del exilio y muchos que desde dentro de Espa?a quer¨ªan sacudirse de encima a Franco y su nacionalcatolicismo.
¡°Fueron europe¨ªstas del interior y del exilio¡±
A finales de los a?os cincuenta, algunos integrantes de Acci¨®n Democr¨¢tica, el movimiento que puso en marcha Dionisio Ridruejo para ir reuniendo a las fuerzas de oposici¨®n al franquismo que operaban dentro de Espa?a, se reunieron en Par¨ªs con algunos miembros del Gobierno de la Rep¨²blica en el exilio. La Espa?a real y la Espa?a peregrina se daban la mano y empezaban a entender que no hab¨ªa otra salida que juntar sus fuerzas para buscar el camino a la democracia. En 1962, en M¨²nich, fueron 118 los espa?oles que ya de manera rigurosa empezaron a debatir c¨®mo deb¨ªa producirse esa transici¨®n y, por lo tanto, la liquidaci¨®n de la dictadura franquista. ¡°A M¨²nich lleva la confluencia entre europe¨ªstas del interior y del exilio, todos ellos antifranquistas de ideolog¨ªas m¨¢s o menos moderadas, que han entrado en contacto desde finales del 56 y principios del 57¡±, observa Jordi Amat. Llegaron liberales, socialdem¨®cratas, democristianos, representantes de los distintos nacionalismos, y tambi¨¦n comunistas, pero estos solo asistieron a los debates como oyentes. La confluencia de todas aquellas fuerzas tan distintas fue pol¨ªtica, observa Amat, ¡°pero ha adquirido mayor profundidad ideol¨®gica porque est¨¢ acompa?ada de una actividad intelectual de primer nivel: la que impulsa y avala el Congreso por la Libertad de la Cultura, que est¨¢ analizando el caso espa?ol desde la segunda mitad del 56 y que desde el 59 destina parte de su propuesto a germinar cultura democr¨¢tica en y para Espa?a¡±.
Babelia
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