Shakespeare en serie
Siete maneras de encontrar el legado del bardo en los guiones m¨¢s exitosos de la televisi¨®n
Es un hecho ampliamente reconocido que, cuatrocientos a?os despu¨¦s de la muerte de Shakespeare, sus recursos dram¨¢ticos, sus personajes, sus usos del di¨¢logo y del soliloquio o su cosmovisi¨®n siguen tan vigentes como el d¨ªa en que decidi¨® despedirse de su p¨²blico. Para los creadores contempor¨¢neos, sin embargo, Shakespeare no oprime la creatividad, ni se convierte en un t¨®tem antip¨¢tico al que rendir tributo por obligaci¨®n. Lo shakesperiano se ha instalado en el mundo de una forma ligera, h¨ªbrida, bastarda, decididamente desacomplejada.
Los m¨²ltiples encuentros y reencuentros de la ficci¨®n contempor¨¢nea, y muy especialmente de las narrativas audiovisuales, con la ingente cantidad de recursos shakesperianos, no son fruto de la voluntad literal de copiar un modelo, sino bellas contaminaciones de un manantial abierto en mil diversos afluentes. Presentamos a continuaci¨®n algunos de los elementos que mejor remiten a ese potencial todav¨ªa vigente, a partir de su localizaci¨®n en algunas series televisivas:
El inicio in media res
El teatro shakesperiano convierte este procedimiento cl¨¢sico (in medias res, en la expresi¨®n original latina) en un dispositivo radical que da cuenta de que los relatos no tienen principio ni fin porque la circularidad de las pasiones, de la violencia, del amor, de los conflictos pol¨ªticos, existe en todo tiempo y lugar, y el p¨²blico no necesita preliminares para cobrar conciencia de lo que hay en juego, Las series de televisi¨®n contempor¨¢neas jam¨¢s se entretienen en presentaciones, pues se da por hecho que el espectador sabr¨¢ subirse al carro de una historia que ya est¨¢ en marcha. Los acelerados inicios pol¨ªtico-judiciales de cualquier episodio de The Good Wife, el accidentado y misterioso despertar en la isla del cap¨ªtulo piloto de Perdidos, las conversaciones ya iniciadas de tantos inicios de The Big Bang Theory, corroboran la centralidad de esta po¨¦tica del aqu¨ª y el ahora.
Vidas cruzadas y tramas superpuestas
Incluso las obras cuyo t¨ªtulo se centra en un personaje, se llame Enrique IV, Hamlet, o Julio C¨¦sar, est¨¢n cruzadas por m¨²ltiples tramas y caracteres. Shakespeare propone una visi¨®n del mundo en el que un noble, un artesano, un usurero, un estudiante o un actor teatral merecen el mismo tratamiento, y no hay secundario que no sea tratado como un protagonista, como no hay mujer que no sea dotada de la misma inteligencia (por no decir una inteligencia mayor) de la que tiene un hombre. Esa abolici¨®n en la jerarqu¨ªa del dramatis personae est¨¢ particularmente vigente en las series contempor¨¢neas, llenas de vidas cruzadas y tramas superpuestas. Ejemplos extremos son las series de David Simon The Wire y Treme, con un casting prodigiosamente atomizado.
El villano carism¨¢tico
Esa pluralidad de voces no hace que Shakespeare desatienda la construcci¨®n de personalidades excesivas y carism¨¢ticas, que detienen a menudo la trama para que el p¨²blico se deleite con su capacidad seductora. El bardo descubre que los grandes villanos pueden ser m¨¢s atractivos que los presuntos h¨¦roes, siempre que sean sinceros con el p¨²blico y perseverantes en sus obstinados planes. De Ricardo III a Macbeth, el arquetipo shakesperiano del villano carism¨¢tico se ha catapultado al cine y la televisi¨®n, y tiene en figuras como Hannibal Lecter, Tony Soprano, o el Walter White de Breaking Bad, algunas de sus m¨¢s afortunadas encarnaciones.
La circularidad del poder
Shakespeare visualiz¨® una estructura dram¨¢tica que reverbera en la actualidad pol¨ªtica. El sue?o del poder siempre encuentra l¨ªmites en la sospecha de la conspiraci¨®n que da paso al cambio. Nada es permanente, y en la velocidad de las intrigas, el c¨ªrculo de las sospechas, las voces inductoras de los consejeros ambiciosos, se moldea un implacable mecanismo de sucesiones que revisitamos cotidianamente en nuestra contemporaneidad, tanto en clave de ficci¨®n (de Juego de Tronos a House of Cards) como en los telediarios que dan cuenta de los ir¨®nicos giros de la vida pol¨ªtica.
Vigencia de la palabra
El teatro shakesperiano se sustenta en la fortaleza tot¨¦mica de las palabras. En la era del audiovisual, estas no han sido anuladas por la imagen, sino que resurgen con br¨ªo en las grandes series. No solo la vivacidad y el ingenio de los di¨¢logos concebidos como eternas discusiones (en sit-coms como Friends o C¨®mo conoc¨ª a vuestra madre o en la oscilaci¨®n de tonos en torno a las nuevas subjetividades femeninas de Girls), sino tambi¨¦n en la penetraci¨®n del soliloquio encubierto, sea a trav¨¦s de las meditaciones en voz alta, como las de True Detective, las confesiones al psicoanalista en En terapia, o los juegos de seducci¨®n mediante la palabra, que tienen en el Don Draper de Mad Men su representaci¨®n m¨¢s exquisita.
La violencia como dispositivo dram¨¢tico
La violencia shakesperiana est¨¢ presente en la escena con una contundencia irrebatible. En Tito Andr¨®nico, o en El Rey Lear, las escenas de mutilaci¨®n y tortura tienen lugar ante el p¨²blico, que asiste a una expresi¨®n radical de la malignidad humana. No se hace apolog¨ªa de esas barbaridades criminales, sino que se asume la necesidad de mostrar el ser humano en toda su condici¨®n. Esta po¨¦tica de la violencia (que el cine, de Peckinpah a Tarantino, ha hecho suya), revierte en la contundencia con que la sangre estalla ante el espectador en t¨ªtulos que van en series que van de The Shield a Sons of Anarchy y de Deadwood a 24.
La conciencia de representaci¨®n
Para Shakespeare, el mundo entero es un escenario, y los seres humanos son los comediantes de un espect¨¢culo lleno de dobles capas. En Hamlet, el pr¨ªncipe dan¨¦s escribe una obra que se representa ante su t¨ªo el rey Claudio para denunciar su impostura. Este juego de espejos da m¨²ltiples posibilidades a la televisi¨®n m¨¢s autorreflexiva. Hemos visto al presidente de El ala oeste de la Casa Blanca confrontarse a la representaci¨®n y la clarividencia de las propias obras de Shakespeare (de Enrique VI a El rey Lear) para afrontar sus contradicciones como personaje p¨²blico. Pero tambi¨¦n hemos visto c¨®mo el directo televisivo puede poner en evidencia las mentiras de los mandatarios, mediante entrevistas con preguntas inesperadas, acciones de boicoteo que interpelan a la audiencia, y denuncias perentorias como la que Hamlet organiza como acto dram¨¢tico en el coraz¨®n mismo del poder.
Jordi Ball¨® y Xavier P¨¦rez son profesores de Comunicaci¨®n Audiovisual y autores de El mundo, un escenario. Shakespeare: el guionista invisible (Anagrama, 2015)
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