La gran historia secreta del rock y el comunismo
El concierto de los Rolling Stones en Cuba ha puesto el foco en un hecho poco conocido: la tenaz presencia del rock en los pa¨ªses comunistas
Las fiestas anuales del PCE, en la madrile?a Casa de Campo, figuraban en la agenda de los m¨¢s obsesivos entre los coleccionistas espa?oles de rock. En los puestos instalados por los ¡°partidos hermanos¡±, a veces se vend¨ªan elep¨¦s, a precios muy bajos. Abundaba la m¨²sica cl¨¢sica, pero tambi¨¦n estaban presentes sus producciones de rock. Incluso, los encargados de aquellas tiendas improvisadas destacaban los discos de rock, con un orgullo que ven¨ªa a decir ¡°estamos a la ¨²ltima¡±.
En realidad, estaban a la pen¨²ltima. Entre tanto jazz-rock polaco y rock sinf¨®nico h¨²ngaro, se evidenciaba el desfase, un retraso est¨¦tico que se complicaba por la pobreza del envoltorio. Pero el contenido intr¨ªnseco de aquellos vinilos ten¨ªa nivel: m¨²sicos excelentes, grabaciones correctas, ambici¨®n creativa. Y comunicaban la gran historia secreta: el rock hab¨ªa prendido tras el Tel¨®n de Acero.
Entre tanto jazz-rock polaco y rock sinf¨®nico h¨²ngaro, se evidenciaba el desfase, un retraso est¨¦tico?
Con grandes diferencias, es cierto. En Bulgaria, Rumania o Cuba se reprim¨ªa a los m¨²sicos y a sus seguidores de pelos largos. Por el contrario, la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana se esforzaba en desarrollar equivalentes a las estrellas de la Rep¨²blica Federal, una pol¨ªtica de Estado que se concret¨® en el llamado Ostrock (rock del Este). La descentralizada Yugoslavia permit¨ªa la coexistencia de potentes escenas musicales que se expresaban en serbio, esloveno o croata. Checoslovaquia, con su base industrial, era proveedora de instrumentos musicales ¡ªincluyendo sintetizadores¡ª a los otros pa¨ªses del COMECON.
En ninguna de esas rep¨²blicas sovi¨¦ticas era posible expresar la disidencia pol¨ªtica mediante canciones. Despu¨¦s de que los tanques laminaran la Primavera de Praga en 1968, fueron purgados los artistas que simpatizaban con el ¡°socialismo de rostro humano¡± de Alexander Dubcek. Todav¨ªa asombra la perversidad utilizada: para acallar a la popular cantante Marta Kubishova, se falsificaron unas fotos pornogr¨¢ficas, a instancias del director de su compa?¨ªa. Una jugada digna de la Historia Universal de la Infamia Discogr¨¢fica.
los roentgenizdat, conocidos coloquialmente como ¡°huesos¡± o ¡°costillas¡± eran grabaciones occidentales que se copiaban sobre placas usadas de rayos X
Se obedec¨ªa al impulso paranoico de Mosc¨². Hay constancia de reuniones del Comit¨¦ Central de la URSS, donde se trat¨® la invasi¨®n del rock and roll a mediados de los cincuenta. Se decidi¨®, naturalmente, que se trataba de una jugada de Estados Unidos, un plan concebido para corromper a las juventudes sovi¨¦ticas.
Estos j¨®venes mostraron m¨¢s que dispuestos a ser corrompidos; inclusive demostraron ingenio tecnol¨®gico. Descubrieron un nuevo soporte para difundir los discos que se colaban por las fronteras: los roentgenizdat, conocidos coloquialmente como ¡°huesos¡± o ¡°costillas¡±. Las grabaciones occidentales se copiaban sobre placas usadas de rayos X y se vend¨ªan por un rublo.
En pleno delirio, se lleg¨® a argumentar que el twist era un ejemplo de onanismo belicista
M¨¢s enojosa fue la pasi¨®n por construirse guitarras el¨¦ctricas. Durante a?os, en grandes ciudades sovi¨¦ticas, costaba encontrar tel¨¦fonos p¨²blicos que funcionaran: se robaban sistem¨¢ticamente los micr¨®fonos, y eran reciclados como pastillas para aquellos instrumentos primitivos. Para las cuerdas, se experimentaba con cables met¨¢licos. El sonido tiraba hacia lo horroroso pero, vaya, se trataba precisamente de hacer ruido.
Los bur¨®cratas pod¨ªan impedir los conciertos de esos esforzados aprendices, aunque eso significaba empujarlos a la clandestinidad de las actuaciones montadas en lugares apartados, donde todo pod¨ªa pasar. Pod¨ªan incluso, asombrosa decadencia, bailar el twist. En pleno delirio, se lleg¨® a argumentar que el twist era un ejemplo de onanismo belicista; en la RDA, se intent¨® combatirlo con el lipsi, un baile de pareja sobre ritmos caribe?os. Fue promocionado hasta 1962, cuando el presidente Walter Ulbricht, en un alarde de modernidad, se atrevi¨® a marcarse unas contorsiones de twist.
El dign¨®stico era claro: aquellas canciones de rock empujaban al individualismo y la promiscuidad
El dilema de las autoridades ten¨ªa dif¨ªcil soluci¨®n. En los pa¨ªses que lindaban con Occidente, se colaban las ondas ¡°capitalistas¡± y era perfectamente posible estar al d¨ªa de las novedades pop. Aseguran que en las profundidades de la URSS, dependiendo de la eficacia de las interferencias, era posible escuchar Radio Liberty, la BBC y la Voice of America, que programaban esa m¨²sica prohibida entre sus espacios de noticias.
El dign¨®stico era claro: aquellas canciones empujaban al individualismo y la promiscuidad sexual (y, aunque no lo supieran, tambi¨¦n a las drogas, con infernales mezclas de medicamentos y alcohol). Con el tiempo, dise?aron una estrategia de control: transigieron con grupos y solistas que hac¨ªan pop y rock, encuadrados en organizaciones estatales y cuidadosamente vigilados por las discogr¨¢ficas oficiales. En general, se les disuad¨ªa de cantar en ingl¨¦s, aunque esa regla se fue olvidando cuando se pretendi¨® exportar figuras locales.
Las reglas de la solidaridad obligaban a que las naciones comunistas intercambiaran grupos, sobre todo en los Festivales de la Juventud y en eventos dedicados a la canci¨®n de protesta. La fraternidad se extend¨ªa a artistas for¨¢neos: invitado a la RDA, el asturiano V¨ªctor Manuel lleg¨® a grabar todo un LP, Spanien, para el sello Amiga. Pero las variedades m¨¢s fuertes se les indigestaron. En 1967 los Rolling Stones ofrecieron dos conciertos en Varsovia. Aparte de los problemas t¨¦cnicos ¡ªdebido a las diferencias de voltaje, tuvieron que tocar con el equipo de Czerwono-Czarni, un grupo de Gdansk¡ª en la calle hubo enfrentamientos entre la Milicia Ciudadana y algunos centenares de fans que no consiguieron entradas. El experimento no prosper¨®; cuando los Stones se ofrecieron a tocar en Mosc¨², fueron rechazados de mala manera. En la URSS, ni siquiera se toleraba a los Beatles: solo se publicaron sus elep¨¦s en 1986, ya en plena era de Gorbachov, reconocido admirador de John Lennon.
Para los departamentos de propaganda del Partido, fue una bendici¨®n la llegada de Dean Reed, rebautizado inevitablemente como ¡°el Elvis rojo¡±. Nacido en Denver (Colorado), Reed era un cantante de serie B que se radicaliz¨® ideol¨®gicamente durante sus estancias en Chile y Argentina. Guapo y bocazas, lleg¨® a enviar una carta abierta al escritor Alexander Solzhenitsyn, acus¨¢ndole de menospreciar los avances sociales de ¡°la patria del comunismo¡±.
Reed terminar¨ªa viviendo en Berl¨ªn Este, grabando en Praga y actuando por todo el bloque sovi¨¦tico. Gozaba de prebendas ins¨®litas y rod¨® pel¨ªculas como El cantor, sobre el asesinado cantautor V¨ªctor Jara. Aunque en EE UU se le consideraba un desertor, nunca renunci¨® al pasaporte estadounidense y anualmente pagaba all¨ª sus impuestos. Se suicid¨® en 1986, una muerte extra?a que ha alimentado teor¨ªas conspirativas. Por su extraordinaria travesia, Dean Reed es la personalidad m¨¢s estudiada del pop del Pacto de Varsovia: hay libros, documentales y un plan de rodar un biopic, impulsado por Tom Hanks.
M¨¢s all¨¢ de esa tragedia humana, resulta vital la labor de sellos como el madrile?o Vampi Soul, que est¨¢ recuperando material de Supraphon, la compa?¨ªa gubernamental de la antigua Checoslovaquia, con recopilaciones de Marta Kubishova, The Matadors, Olympic etc. Aparte, tambi¨¦n ha publicado grabaciones de The Plastic People of the Universe, el grupo opositor por antonomasia; su condena a la c¨¢rcel provoc¨® la protesta de V¨¢clav Havel y el mundo intelectual, en la forma de la llamada Carta 77, semilla de la futura Revoluci¨®n de Terciopelo. Para entonces, el rock ya era sin¨®nimo de la libertad denegada.
Quedan, sin embargo, muchas historias por excavar. Por ejemplo, la de aquel rockero chino que pretendi¨® matar a Mao Zedong. Ling Liguo, alias Tigre, hijo del mariscal Lin Biao, gozaba de unos privilegios que le permitieron paladear el rock occidental y considerarlo alimento espiritual. Desde la c¨²pula de las Fuerzas A¨¦reas, prepar¨® en 1971 un golpe de estado que fue detectado. El Tigre y su familia escaparon rumbo a la URSS pero su avi¨®n se estrell¨® en Mongolia. S¨ª, me hago cargo: ni siquiera Hollywood aceptar¨ªa un gui¨®n tan improbable.
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