¡°El bien est¨¢ definitivamente enterrado¡±
La autora colombiana ha narrado la locura y la guerra y ahora desemboca en el pecado
Laura Restrepo (Bogot¨¢, 1950) ha narrado la locura y la guerra y ahora desemboca en el pecado. Nueve relatos del en el que se cuela uno del bien. Hay tantas palabras para el mal, dice, ¡°pero tan pocas para el bien, y es que el bien est¨¢ definitivamente enterrado¡±. Es la autora de Delirio, premio Alfaguara de 2004, de Leopardo al sol y de Hot Sur, entre otros libros que ahora reedita la propia Alfaguara, donde aparece Pecado, este conjunto de cuentos marcados por su contemplaci¨®n de El jard¨ªn de las delicias de El Bosco, un tema para ella ¡°bien sabroso¡±.
Pregunta. As¨ª que El jard¨ªn de las delicias es un tema sabroso.
Respuesta. Exquisito. Y adem¨¢s infinito. Y ambiguo: nunca sabes si es el canon cat¨®lico o si es la gran herej¨ªa. Y en cualquier caso es la ¨¦pica del pecado original. Ah¨ª nos dicen qu¨¦ fue lo que hicimos que merit¨® ese castigo tan feroz.
P. ?Y qu¨¦ hicimos?
R. Qui¨¦n sabe. Nos comimos una frutica. Vayan a saber por qu¨¦ era tan malo eso¡ Yo llegu¨¦ a la conclusi¨®n, despu¨¦s de mucho mirarlo, y despu¨¦s de confesar los cr¨ªmenes de estos pecadores que hay en el libro, que la verdadera desobediencia no es otra que la desobediencia. No es cierto que sean la lujuria o el deseo o el sexo: es atreverse a desobedecer, es decir, a ejercer la libertad.
P. Dice que ¡°el pecado original es la felicidad¡±.
R. Claro. Optar por zafarse de la mano de ese Padre y hacer lo que se le da la gana¡ En el cuadro, donde est¨¢n la tierra y los humanos, cuando se tocan y se miran, juguetean, hacen sexo por debajo del nivel de secundaria¡ Se descubren, dejan de estar absortos en Dios. Se recrean, ?y eso no le gusta al Creador, que grita desde all¨¢ arriba por primera vez: ???Es pecado!!¡±
P. A lo mejor influye que en la representaci¨®n del pecado se incluya un objeto, en este caso una manzana¡
R. Desde luego el fruto es simb¨®lico¡ En todos estos relatos aparece la fruta. Cuando la cosa empieza a espesarse, las frutas del cuadro empiezan a aparecer. El verdugo, que representa la muerte, s¨®lo come fruta, para estar purificado a la hora de cortar las cabezas¡ ?Por qu¨¦ era tan grave comerse la fruta? Evidentemente a la Iglesia y a todos los poderes les convino siempre decir que era el sexo. Los cr¨ªmenes m¨¢s livianos, los m¨¢s amables, los que tachar¨ªas de la lista de Mois¨¦s, son claramente los que tienen que ver con el deseo.
P. Con esa invenci¨®n del pecado se ha producido la represi¨®n de las ideas, tambi¨¦n¡
R. Parece que la palabra pecado se pas¨® de moda, s¨®lo sirve para misales y boleros. Y somos conscientes de cu¨¢nto nos han manipulado a lo largo de la historia con esa palabra. Sin embargo no la puedes borrar del vocabulario tampoco. B¨®rrala, ponte que no exista: pues la culpa y el remordimiento siguen estando ah¨ª. Creo que estamos jodidos irremediablemente.
P. ?Qu¨¦ es m¨¢s dif¨ªcil de soportar, la culpa o el pecado?
R. Aunque no existiera el pecado existe la culpa. As¨ª que la marca nos qued¨® para siempre.
P. Sin embargo, en el libro los culpables toman con mucha naturalidad el pecado que est¨¢ cometiendo¡
R. Y no s¨®lo no se preocupan sino que lo hacen a plena conciencia y hasta con orgullo. Y sin embargo el que parecer¨ªa menos culpable, el verdugo, es el m¨¢s azotado de todos, aunque parezca que lo justifica con el profesionalismo con que ejecuta su oficio. Pero es el m¨¢s religioso, de una manera extra?a.
P. Hay un incesto. El padre se culpa, pero la hija toma con mucha naturalidad esa relaci¨®n.
R. En ese cap¨ªtulo es donde m¨¢s se desarrollan los claroscuros de la culpa. Esa relaci¨®n se da en una familia cuya hija nunca ha convivido con el padre, se relaciona con ¨¦l con libros que ¨¦l ha escrito y que le env¨ªa¡ Lo tiene idealizado; en el reencuentro ve a ese tipo alto, guapo, profesor, lector. Ella lo ve y se enamora de ese hombre. Lo que pasa es que ella lo hace con total desparpajo y alegr¨ªa. Pero cuando ella percibe en ¨¦l la culpa siente que algo malo pasa. Y se larga¡
P. Hay otro relato en el que una peculiar asesina que descuartiza a su compa?ero acaba culpando a la periodista que la entrevista por no comprender ese asesinato¡
R. Eso pas¨®. Yo hice esa entrevista hace mil a?os, de ah¨ª viene el cuento. ?Le parec¨ªa ins¨®lito que no entendiera algo tan evidente! El hombre es un mal parido¡, ?pero cortarlo en pedacitos?¡ A ella lo que le sorprende es esa perplejidad.
P. ?Es el ¨²nico relato que tiene una base real?
R. Hay varios. El del incesto me lo cont¨® paso a paso la mujer que lo vivi¨®. Entra en esa relaci¨®n porque quiere y sale cuando quiere. Y me encant¨® esa manera de cambiar el esquema, el lugar com¨²n, como se trata el tema: ah¨ª la persona poderosa era ella.
P. ?C¨®mo se sinti¨® usted, personalmente, ante esa historia?
R. La actitud del escritor acompa?a al lector: no es el que juzga, es el que trata de entender. Todo el rato se est¨¢ hablando de la relatividad del bien y del mal; en este limbo moral en la que vivimos ahora, uno se ha construido una ¨¦tica civil que le permite tratar de entender que no hay historias sin una sola direcci¨®n¡
P. La guerra de Siria es en el libro paisaje metaf¨®rico del mal absoluto.
R. El mal acosa. Est¨¢ en el maltrato de la naturaleza, de los animales¡ Quiz¨¢ por eso El jard¨ªn de las delicias m¨¢s que del infierno nos habla de nuestro propio planeta. Y ese cap¨ªtulo, El Siriaco, est¨¢ contado desde el bien. Todo el libro va del mal, y ¨¦ste va desde ese otro ¨¢ngulo. No tenemos palabras para hablar del bien. Si la palabra pecado est¨¢ pasada de moda, la palabra bien est¨¢ directamente enterrada. No hay referente. T¨² dices que alguien es bueno y te sale que es bobo, ?es que se vuelve soso! ?El bien no existe!
Babelia
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