Muere Merle Haggard, t¨®tem y renovador del country
El m¨²sico californiano fue el principal valedor del sonido Bakersfield
Hubo un tiempo que el country no ten¨ªa que hacer frente al estereotipo, que calzarse unas botas, unos vaqueros y un sombrero no era producto de una campa?a publicitaria, ni era tan com¨²n la burla f¨¢cil hacia un g¨¦nero que explica parte de la historia contempor¨¢nea de Estados Unidos. Hubo un tiempo que el country lo era todo para una serie de m¨²sicos que crecieron en la pobreza rural de la Gran Depresi¨®n o en los lugares olvidados del sue?o americano y sintieron la necesidad de comunicarse con el mundo a trav¨¦s de canciones que retrataban sus propias vidas fugitivas, sin rumbo, desafortunadas, pero con un inexplicable peso de dignidad. Hubo un tiempo que Merle Haggard, muerto hoy mi¨¦rcoles en la localidad de Redding (California), fue la gran voz de ese country real y afilado, como un cuchillo entre los dientes, cuando el pop promet¨ªa ilusi¨®n.
Considerado como uno de los grandes t¨®tems en la historia del country, Haggard ha fallecido justamente el d¨ªa que cumpl¨ªa 79 a?os. Se encontraba muy enfermo. Hab¨ªa sido ingresado por una doble neumon¨ªa y en marzo hab¨ªa tenido que cancelar conciertos en distintas ciudades. Tras la precipitada suspensi¨®n de la gira, el m¨²sico dijo en un comunicado: ¡°Quiero dar las gracias a mis fans por sus oraciones y buenos deseos. Espero estar de vuelta en la carretera en mayo, pero me estoy tomando un tiempo¡±. Desgraciadamente, el par¨¦ntesis se ha convertido en un punto y final.
Su vida fue como una de sus canciones de supervivencia. Sus padres se mudaron de Oklahoma a California en 1935, dos a?os antes de su nacimiento en Oildade. Pertenec¨ªan a ese ej¨¦rcito de desprotegidos y desheredados de la Gran Depresi¨®n que buscaron la tierra prometida en el Estado soleado, convirti¨¦ndose en uno de esos miles de okies entristecidos retratados en la magistral novela de John Steinbeck, Las uvas de la ira. Vivieron en una caravana, a las afueras de Bakersfield, mientras su padre se ganaba el jornal en el ferrocarril de Santa Fe. Pero, cuando Haggard ten¨ªa nueve a?os, su padre muri¨®. Un hecho que, seg¨²n reconoci¨® en diversas entrevistas, le marc¨® para siempre.
Bajo la educaci¨®n de una madre muy estricta, que le prohib¨ªa tocar m¨²sica porque era un elemento perturbador, el adolescente Haggard se convirti¨® en un buscavidas rebelde, tomando como modelos a Jesse James, John Dillinger e incluso Muhammed Ali. Se escapaba cada dos por tres de los reformatorios, fue detenido en m¨¢s de una ocasi¨®n por robar o meterse en peleas y pasaba muchas tardes en un prost¨ªbulo gracias a que una de las chicas le cuidaba como una ¡°ni?era¡±, seg¨²n sus palabras. En esos a?os, tambi¨¦n toc¨® en garitos y lleg¨® a compartir escenario con su gran ¨ªdolo musical, Lefty Frizzell.
A los 21 a?os, tras un intento de robo en un restaurante en plena borrachera, fue arrestado y sentenciado a pasar 15 a?os en la c¨¢rcel de San Quentin. Cumpli¨® tres de condena, tiempo suficiente para que conociese de primera mano la violencia m¨¢s horrible entre presos, tal y como reconoci¨® en su autobiograf¨ªa, y viese una actuaci¨®n hist¨®rica: la de Johnny Cash en el primer d¨ªa del a?o 1959, cuando el hombre de negro dio un concierto televisado que acabar¨ªa por ser hist¨®rico.
Ese tiempo entre rejas inspir¨® su primer cancionero, repleto de alusiones a su pasado criminal y sus d¨ªas en la c¨¢rcel. Y, como Cash, otorgaba a sus composiciones una aspereza vital demoledora. Canciones como Branded Man y Mama Tried mostraban el perfil de un hombre hecho a s¨ª mismo, un batallador de carretera, que guardaba m¨¢s ¨¦pica maldita y fugitiva que muchas canciones de rock¡¯n¡¯roll. Sin embargo, uno de sus mayores ¨¦xitos reflejaba a un tipo que nada ten¨ªa que ver con la rebeli¨®n contracultural de los sesenta. Entre costa y costa, dejando al margen Nueva York y San Francisco, Okie From Muskogee se convirti¨® en un gran pelotazo en 1969. Era una celebraci¨®n de la Norteam¨¦rica tradicional, defendiendo valores conservadores en un periodo de gran turbulencia social en el pa¨ªs. Mientras Jimi Hendrix distorsionaba con su guitarra el himno estadounidense en Woodstock, Haggard valoraba el amor a la bandera y el orgullo patri¨®tico y cargaba contra las drogas. Sin embargo, tiempo despu¨¦s, el m¨²sico se defendi¨® asegurando que era una composici¨®n bajo el prisma narrativo de una persona como su padre, un modelo vital ausente.
Bien fuera para sus grabaciones con MCA, Epic y otra serie de sellos dedicados al country, el songwriter siempre se mantuvo fiel a s¨ª mismo y en aquella d¨¦cada crucial se erigi¨® como una figura esencial en el devenir del country. Desde Bakersfield, una ciudad dedicada principalmente a la agricultura y la producci¨®n de petr¨®leo, defendi¨® las esencias rurales al tiempo que otorgaba importantes dosis de vigoroso honky-tonk, llevando al g¨¦nero vaquero a recuperar el nervio no solo por su fuerza r¨ªtmica, que fascin¨® a iconos contraculturales como Gram Parsons, Chris Hillman de The Byrds e incluso Keith Richards de los Rolling Stones, sino tambi¨¦n por sus tem¨¢ticas, mucho m¨¢s cercanas a las problemas cotidianos de la gente.
Junto a Buck Owens, abander¨® el sonido Bakersfield, uno de los mejores caminos art¨ªsticos de los que se nutri¨® el outlaw country, el movimiento de los fuera de la ley que en los sesenta y los setenta rompieron con las reglas de Nashville, meca del country. Con su voz grave y su guitarra Fender Telecaster, propia del rock¡¯n¡¯roll, Haggard era un cronista de gran fuerza sentimental y comparti¨® rebeli¨®n con Willie Nelson, Johnny Cash, Waylon Jennings, Kris Kristofferson, Emmylou Harris o Jessi Colter. El country volvi¨® a cobrar rigor y sangre mientras la industria de Nashville, regida por la comercialidad pop impuesta por el productor y mecenas Chet Atkins, endulzaba las canciones. Ante lo insulso, que llega a nuestros d¨ªas con un country de radiof¨®rmula y estereotipo, abrieron de una patada una puerta para que el g¨¦nero se renovase en un camino tomado por gente como Steve Earle, Lucinda Williams, Robert Earl Keen Jr. o Ryan Bingham.
En los ochenta su producci¨®n descendi¨® mientras escrib¨ªa su autobiograf¨ªa y colaboraba con canciones en pel¨ªculas, como Bronco Billy de Clint Eastwood, con el que lleg¨® a cantar en un dueto. Con todo, no dej¨® nunca de actuar y recibir homenajes. En las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, ten¨ªa su centro de operaciones en la Costa Oeste, incluidas sus actuaciones en casinos, aunque tambi¨¦n se le pudo ver en 2005 acompa?ando en su gira a Bob Dylan, admirador de Haggard.
Aunque en Espa?a, pa¨ªs que siempre ha mirado con distancia el country, su estela apenas sali¨® de los c¨ªrculos de aficionados al g¨¦nero, Haggard era un icono en EE UU. Durante muchos a?os fue un cl¨¢sico en lo alto de las listas de ¨¦xito de country, pero era lo contrario a un producto de discogr¨¢fica, a un patr¨®n de mercadotecnia. Haggard, que pasaba los ¨²ltimos a?os de su vida con su mujer y sus dos hijos, rodeado de trenes de juguete que le recordaban a su padre ¨Cpublic¨® un ¨¢lbum en 1976 que se llamaba My Love Affair with Trains-, supo lo que era morder el polvo y sab¨ªa contarlo, como quien pisa en tierra segura.
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