Paul Klee en Par¨ªs: el arte como ant¨ªdoto contra la certidumbre
El Centro Pompidou acoge la mayor retrospectiva desde 1969 sobre uno de los genios del siglo XX. 230 obras conforman el viaje por la obra del pintor suizo
Lo mejor de las certidumbres es que siempre est¨¢n a mano. Uno eleva la mano al aire, la abre y es capaz de atrapar varias casi sin querer. Por ejemplo, la cotidiana carne de tertulia. Lo peor de ellas es que no exigen gimnasia y el circuito neuronal se afofa. Lo peor del sentido cr¨ªtico, el esp¨ªritu de la contradicci¨®n y la innegociable vocaci¨®n de replanteamiento es que solo est¨¢ al alcance de los m¨¢s honestos consigo mismo. Sujetos mal vistos por gran parte del cuerpo social pero dispuestos a pagar el peaje, aguafiestas irredentos y proscritos sin otra meta que hurgar en las evidencias, cuando todo es tan relativo, salvo la muerte, las matem¨¢ticas y poco m¨¢s. Paul Klee (M¨¹nchenbuchsee, Suiza, 1879-Muralto, Suiza, 1940) milit¨® en la segunda estirpe. En su af¨¢n poli¨¦drico y complejo frente al facilismo de lo un¨ªvoco y lo plano, utiliz¨® dos armas: el arte y la iron¨ªa. La cosa le dio resultado por partida doble, tanto en su abrumador ejercicio de plasmaci¨®n de la belleza (cerca de 10.000 obras pintadas) como en la puesta en marcha de toda una apisonadora dial¨¦ctica contra el dogma y la convenci¨®n.
Los responsables del Museo Nacional de Arte Moderno del Centro Pompidou de Par¨ªs han sabido convertir esa doble condici¨®n del personaje en una exposici¨®n de tama?o generoso y ramificaciones inacabables. Para ello encargaron a una de las mayores especialistas mundiales en la vida y en la obra de Klee, la alemana Angela Lampe, no solo una acumulaci¨®n de cuadros ¨Calgo demasiado habitual en el circo de las grandes exposiciones- sino la construcci¨®n de un relato.
Las 230 obras proceden de museos como el Centro Paul Klee de Berna, el MoMa de Nueva York, el propio Centro Pompidou o el Israel Museum de Jerusal¨¦n, que ha prestado para la ocasi¨®n una de las pinturas m¨¢s importantes y delicadas del artista: Angelus Novus, una acuarela en tonos arenosos sobre papel que lleg¨® a obsesionar a su propietario, el fil¨®sofo y escritor Walter Benjamin, una obra capital del arte del siglo XX que remite al Talmud y que inspir¨® a Benjamin su teor¨ªa de El ¨¢ngel de la Historia.
Angelus Novus tan solo permanecer¨¢ expuesto en Par¨ªs por espacio de dos meses, pues ese es el plazo m¨¢ximo de cesi¨®n que, debido al muy delicado estado de la obra (cuesti¨®n recurrente en la pintura de Klee, que utilizaba todo tipo de soportes, a menudo poco o nada acad¨¦micos) han tolerado los responsables del museo israel¨ª. La peque?a pintura se exhibe, por primera vez, junto a otra obra que tambi¨¦n perteneci¨® a Benjamin, La presentaci¨®n del milagro, y que el fil¨®sofo muerto en Portbou hubo de vender al MoMa para financiar el exilio al que le hab¨ªa llevado su guerra contra el nazismo. La exhibici¨®n conjunta de las dos obras es, seg¨²n la comisaria Angela Lampe, ¡°el verdadero tesoro de esta exposici¨®n¡±.
La regla de oro que corona el relato trazado por ella en las paredes del museo parisiense es sencilla: se puede mostrar la belleza a trav¨¦s de su contrario. Es muy humano: contemplamos la fealdad y pensamos en la belleza. El canon y el anticanon. El antagonismo como motor de creaci¨®n y mensaje, utilizado y reutilizado por Klee siguiendo las huellas del autor original de la idea, el pensador alem¨¢n del XIX Friedrich Schlegel. La iron¨ªa rom¨¢ntica, a saber, el conjunto de procedimientos creativos y mentales orquestado por un artista o un escritor para superar los l¨ªmites de lo establecido. En otras palabras: la forma en que algunos genios se lo montaron y se lo montan para ir a la contra de casi todo y salir airosos, e incluso triunfales.
Entonces, el visitante recorre las salas de esta exposici¨®n (hasta el 1 de agosto) y a nada que ponga un poco de su parte y le dedique un poco de tiempo a ese ejercicio en v¨ªas de desaparici¨®n llamado ver y pensar comprueba que no, que las aparentemente amables, et¨¦reas, a menudo a¨¦reas y casi siempre infantiles pinturas de Paul Klee no lo son tanto. O s¨ª lo son, pero son mucho m¨¢s. Tras lo apacible surge lo terrible.
¡°No hace falta que nadie ironice sobre m¨ª¡ ya lo hago yo por ellos¡±, dej¨® dicho este aut¨¦ntico ¡°alborotador intelectual¡± como lo define Angela Lampe delante de Insula Dulcamara, la pintura de mayor formato de la exposici¨®n. Para Klee la iron¨ªa era ¡°una bufonada trascendental¡±, y evidentemente aqu¨ª la palabra clave es trascendental, no bufonada. ?l tiene la ambici¨®n de trascender, est¨¢ claro, cuando pinta otra de las obras presentes en el Pompidou, en la que muy sutil pero muy claramente hace saltar por los aires la c¨¦lebre cruz negra de Malevich, uno de los iconos del movimiento suprematista y sus dogm¨¢ticos seguidores, que hab¨ªan masacrado a Klee por considerarlo un artista puramente individualista y, por lo tanto, un burgu¨¦s enemigo del pueblo. Pero la venganza es un cuadro que se sirve fr¨ªo, debi¨® de pensar el acusado.
Una biograf¨ªa en pinturas
Flechas negras (en algunos casos, como s¨ªmbolo de rechazo al nazismo), criaturas fant¨¢sticas, colores comprimidos en cuadr¨ªculas (met¨¢fora de su admiraci¨®n, vampirizaci¨®n y luego cr¨ªtica al cubismo), soles, lunas, inspiraci¨®n primitivista¡ la exposici¨®n L' ironie ¨¤ l' oeuvre (La iron¨ªa en acci¨®n) recorre toda la carrera de Paul Klee. Desde sus inicios en Berna y su formaci¨®n en Munich hasta sus ense?anzas durante 10 a?os como profesor en la Bauhaus, pasando por sus experiencias junto a Kandinsky, Braque, Picasso (una compleja relaci¨®n de amor/odio) y los movimientos surrealista y Dada, la muestra, que no viajar¨¢ a ninguna otra ciudad, es la m¨¢s completa realizada sobre el artista en los ¨²ltimos 47 a?os.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.