El Bosco se convierte en carne de c¨®mic
Max traslada al g¨¦nero de la historieta el universo pict¨®rico del genio holand¨¦s en ¡®El Tr¨ªptico de los encantados (una pantomima bosquiana)¡¯
En un delicado ejercicio de apuesta y descarte, Max se ha llevado a El Bosco a casa, se ha metido su vida y su obra entre pecho y espalda y lo ha hecho suyo. Como no era cuesti¨®n de copiarlo ¨Chabr¨ªa sido como copiar el mundo-, lo ha transformado y puede decirse que Maximizado, aunque el esp¨ªritu y el aroma del genio est¨¢n en cada p¨¢gina, en cada una de las 72 p¨¢ginas de El Tr¨ªptico de los encantados (una pantomima bosquiana), el libro que este cl¨¢sico de la historieta espa?ola acaba de dar a imprenta por encargo del Museo del Prado con motivo del 500 aniversario de la muerte del genio holand¨¦s. El volumen ser¨¢ presentado en mayo, antes de la gran exposici¨®n que prepara la pinacoteca en torno al creador de El carro de heno.
Habr¨¢ hecho falta medio milenio para que los ¨¢ngeles voladores y las criaturas infernales de Hyeronimus van Aecken Bosch, El Bosco, vuelvan a su formato original: el c¨®mic. Esto tiende a la boutade, pensar¨¢n algunos, y no les faltar¨¢ raz¨®n, teniendo en cuenta que hace 500 a?os no exist¨ªan los tebeos. ?Seguro? ?Se han parado a pensar si hay o no hay arte secuencial ¨Cese que sustenta g¨¦neros como la historieta o el propio cine- en obras como las pinturas de Altamira, los jerogl¨ªficos egipcios o c¨®dices medievales como el Beato de Li¨¦bana?
Claro que no exist¨ªan los tebeos en 1500. Pero tampoco sabemos a d¨ªa de hoy de d¨®nde demonios sale toda esa taxonom¨ªa de animales fant¨¢sticos, barcos voladores, casas incendiadas y castillos explotando, monstruos del Averno, cerdos vestidos de monja y legiones de pecadores y virtuosos parida por El Bosco. Porque casi todo es hip¨®tesis en la vida y en la obra de este genio alucinado. ¡°Hay interpretaciones para todos los gustos, lo cual supone una ventaja, o sea, yo puedo contar la tonter¨ªa m¨¢s loca sobre El Bosco y no va a ser m¨¢s loca que otras muchas que ya existen¡±, explica Francesc Capdevila, Max (Barcelona, 1956) en una cafeter¨ªa del centro de Madrid.
Ante la imposibilidad de lo exhaustivo, ¨¦l escogi¨® tres obras capitales de El Bosco para vertebrar su historia: El jard¨ªn de las delicias, La extracci¨®n de la piedra de la locura y Las tentaciones de San Antonio. ¡°Descart¨¦ lo biogr¨¢fico y pens¨¦ en una trama que te llevara de una pintura a otra como si fuera una historia circular; el libro est¨¢ planteado como un tr¨ªptico, tiene tres cap¨ªtulos, cada uno de ellos relativo a un cuadro¡±.
Todo ello, teniendo en cuenta en todo momento uno de los rasgos que a su juicio perfilan la obra de El Bosco: el humor. ¡°A diferencia de otros artistas de su ¨¦poca, ¨¦l tiene un sentido del humor muy loco que seguramente era muy poco ortodoxo para su tiempo y para aquel contexto religioso, pero que ¨¦l logra colar en sus pinturas¡±.
Por las vi?etas de este Tr¨ªptico de los Encantados desfilan muchos de los s¨ªmbolos visuales que El Bosco repite en sus cuadros, como el mochuelo, la esfera, los p¨¢jaros negros y picudos y toda la cohorte de la imaginer¨ªa pagana y religiosa. Apenas hay paisajes, apenas hay textos. Max ha situado el todo en ¡°un contexto que yo llamo metaf¨ªsico, por los cuadros de Giorgio De Chirico, otro pintor que me fascina¡± y ha dispuesto su universo bosquiano con absoluta libertad. ¡°No hay pr¨¢cticamente vi?etas cerradas, he jugado mucho con los blancos, con el vac¨ªo, y todo el relato fluye en una visi¨®n frontal, es como si estuvieras en un teatro viendo actores movi¨¦ndose por el escenario¡±, explica el creador de inolvidables personajes de tebeo como Peter Pank o Bard¨ªn, el superrealista.
Prima en las im¨¢genes y en los textos de este libro la tradicional mezcla de frescura coloquial y referencias cl¨¢sicas marca de la casa. Imitar a El Bosco habr¨ªa sido meterse en un jard¨ªn de dif¨ªcil salida: "Nunca mejor dicho, en un Jard¨ªn y no precisamente de las delicias¡ as¨ª que evit¨¦ ponerme en tono imitativo, habr¨ªa sido absurdo, as¨ª que decid¨ª ser radical en eso, es decir, ni color ni abigarramiento de figuras¡±.
Pero volvamos a El Bosco y a su involuntaria condici¨®n de autor de c¨®mic avant la lettre: ¡°Podemos decir que el de sus tr¨ªpticos era un arte secuencial, pero hay m¨¢s cosas: El Bosco y casi todos los pintores de la ¨¦poca trabajaban por encargo de clientes ricos, que entonces sol¨ªan ser la nobleza y la iglesia. En ese sentido eran como los ilustradores de hoy en d¨ªa: te hacen un encargo y t¨² luchas para poder meter, dentro del tema que te han pedido, cosas que quieres contar¡±.
Todo eso le ha llevado a Max a a?adir, a la admiraci¨®n militante por el artista holand¨¦s, un profundo sentimiento de empat¨ªa: ¡°S¨ª, he llegado a sentir una especie de identificaci¨®n con ¨¦l, y sin pretender arrogarme nada, creo que puedo entender o imaginar bastante bien c¨®mo funcion¨® su cabecita y c¨®mo evolucion¨® su estilo¡±.
La ¡®mili¡¯ como academia de arte
Lo que es la vida. Max descubri¨® a El Bosco cuando ten¨ªa 20 a?os. Fue en Madrid ("un aut¨¦ntico impacto"), en las primeras visitas que hizo a El Prado cuando descansaba del servicio militar. Le toc¨® la mili en lo que entonces ¨Cy hasta hace bien poco- era el Museo del Ej¨¦rcito, y que en un futuro cercano ser¨¢ una nueva ampliaci¨®n¡ del Museo del Prado. "No s¨¦ si llamarlo predestinaci¨®n", bromea el dibujante, que matiza: "Bueno, no descubr¨ª solo la pintura de El Bosco, sino en general la pintura flamenca -los primitivos y los renacentistas flamencos- que es mi favorita. Yo creo que de alg¨²n modo la pintura flamenca impregn¨® mi forma de trabajar desde el d¨ªa que la descubr¨ª en las salas de El Prado¡ y que ha estado ah¨ª siempre en mis obras, y quiz¨¢ por eso pensaron en m¨ª para hacer este libro".
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