George Weidenfeld, el editor que se atrevi¨® a publicar 'Lolita'
Empresario y fil¨¢ntropo, ten¨ªa una capacidad ¨²nica para tender puentes entre opuestos
Conoc¨ª a George Weidenfeld en el invierno de 1993. En aquel entonces yo trabajaba como visiting scholar en la Universidad de Cambridge, y manten¨ªa una estrecha relaci¨®n de amistad con el historiador Hugh Thomas. La casa de Lord Thomas en Londres era c¨¦lebre por los m¨²ltiples personajes que asist¨ªan a sus cenas . Alrededor de una mesa redonda, con vasos y platos dram¨¢ticamente desgastados por el uso de las generaciones precedentes, en una habitaci¨®n indescriptible pintada de rojo que serv¨ªa de comedor y con una puerta estrecha que conduc¨ªa a una diminuta cocina, pasaban veladas largas, interminables, las eminencias anglosajonas del siglo XX apretujadas al mil¨ªmetro por decisi¨®n del anfitri¨®n. En una de estas cenas coincid¨ª al lado de George Weidenfeld.
Editor y fil¨¢ntropo, George era un gran conversador, con una capacidad imponente para establecer conexiones intelectuales y humanas. Su simpat¨ªa l¨²cida, acompa?ada por una rapidez mental extraordinaria, seduc¨ªa inmediatamente a su m¨¢s terrible adversario. Era experto en construir puentes, alianzas entre opuestos. Fund¨® el Club de los Tres (Rusia, Am¨¦rica y Europa) con especialistas en arte, en pol¨ªtica y en econom¨ªa. Nos reun¨ªa en la Spencer House en Londres bajo los auspicios de Lord Jacob Rothschild, a puerta cerrada y en fines de semana varias veces al a?o, con la ¨²nica finalidad de reflexionar y explorar v¨ªas de colaboraci¨®n. De tales reuniones salieron proyectos, exposiciones, acuerdos diplom¨¢ticos que han cambiado varios veces el rumbo de la historia. Palestina e Israel. Jud¨ªos, musulmanes y cristianos. Para George no exist¨ªan fronteras, religiones o gobiernos que no pudieran abrirse al di¨¢logo y entenderse. Papas, presidentes, intelectuales, fortunas multimillonarias, nadie se le resist¨ªa. Su ¨²ltimo a?o de vida, ya muy fr¨¢gil, lo dedic¨® incansable a encontrar casas de acogida en el Reino Unido para familias cristianas venidas del Estado Isl¨¢mico, Siria e Ir¨¢n a trav¨¦s de la organizaci¨®n Operation Save Haven. Me coment¨® que era su ¨²ltimo agradecimiento a la familia cristiana evangelista que le acogi¨® en Londres cuando lleg¨® buscando refugio como jud¨ªo hac¨ªa ocho d¨¦cadas.
Descubrimos juntos aquella noche en casa de Hugh y Vanessa Thomas que ten¨ªamos amigos comunes, que nos gustaba leer libros olvidados, escuchar ¨®peras oscuras y descubrir lugares inesperados. Terminamos de madrugada canturreando arias, repasando historias de la Segunda Guerra Mundial salpicadas de?high gossip aqu¨ª y all¨¢... pues as¨ª era como George denominaba la cr¨ªtica constructiva de los asuntos pol¨ªticos y literarios. Los ¨²ltimos en irnos fuimos George con su mujer Annabelle, el agente literario americano Andrew Wylie y yo. Recuerdo a Hugh Thomas apoyado en la puerta de entrada a su casa, empuj¨¢ndonos a los cuatro a la calle. George se resist¨ªa, y segu¨ªa y segu¨ªa haciendo planes bajo el dintel, explorando "c¨®mo y cu¨¢ndo" pod¨ªamos viajar a Israel ese verano, ir al teatro al d¨ªa siguiente... y m¨¢s planes, proyectos, y m¨¢s ideas... pues era esto (planes, proyectos, generar constantemente ideas y ponerlas en pr¨¢ctica) en lo que consisti¨® la vida fascinante, imparable y peripat¨¦tica de George a lo largo de sus 96 a?os.
George Weidenfeld lleg¨® adolescente a Londres con 16 chelines en el bolsillo, desde su Viena natal, huyendo de la persecuci¨®n de los nazis por ser jud¨ªo. Sin contactos y solo con la direcci¨®n de un centro de acogida para refugiados, termin¨® trabajando para la BBC Radio animando las noticias de la guerra con imitaciones sard¨®nicas de Hitler y sus secuaces. Luego, con Nigel Nicholson, hijo de Sir Harold Nicholson, construy¨® un imperio editorial, Weidenfeld & Nicholson. Tuvo el coraje y valent¨ªa de publicar a Vladimir Nabokov y su?Lolita , pese a la total oposici¨®n por parte de la censura de la ¨¦poca y las amenazas de c¨¢rcel. Y siguieron desde entonces innumerables t¨ªtulos lapidarios. Harold Wilson, Isaiah Berlin, Antonia Fraser, Juan Pablo II... La meta diaria de George , cualquiera que fuese el lugar donde se encontrase, era conseguir una biograf¨ªa, una novela, un ensayo para su firma. Su casa inmensa, repleta de libros a las orillas del Thames, con Bacon, Klimt y dibujos de otros eminentes artistas vieneses, bustos romanos y variada pintura manierista en las paredes, fue el horno intelectual, pol¨ªtico y social londinense m¨¢s influyente durante varias d¨¦cadas.
En sus salones se cocieron no solo importantes obras literarias hoy ya cl¨¢sicas, sino que Lord Weidenfeld sol¨ªa acoger tambi¨¦n a l¨ªderes como Simon P¨¦rez y otros que han llegado a serlo. Entre ellos Angela Merkel. Cuando todav¨ªa era una total desconocida, George la present¨® como la futura dama de la pol¨ªtica europea. Incr¨¦dulos al principio, todos los invitados salimos de aquella cena convencidos, sin embargo, de que nos hab¨ªamos encontrado con la futura canciller. Una noche aquella para recordar siempre. Experiencias similares y visionarias, de las que tuve el enorme privilegio de ser testigo, se repitieron con frecuencia hasta meses antes de su fallecimiento el pasado enero.
George me impact¨® profundamente desde el primer momento. Leyenda viva de la actividad editorial y cultural de aquel Londres de los ochenta y noventa, era un ser impetuosamente atractivo pese a su objetiva fealdad si uno lo observaba siguiendo los c¨¢nones aceptados de belleza f¨ªsica. Con una mirada astuta, de ¨¢guila en constante acecho, escuchaba fijamente a su interlocutor sin el m¨¢s m¨ªnimo ¨¢pice de distracci¨®n. Tuvo muchos amores, "aventuras rom¨¢nticas", "infidelidades casuales" y "pactos eroticos con el diablo" que recopila y recuenta al detalle en su libro de memorias Remembering My Good Friends: an Autobiography.
Para George, las mujeres "piensan de una forma mucho m¨¢s sutil que los hombres". Adoraba rodearse de mujeres, en su trabajo y en su vida. Recuerdo c¨®mo en Nueva York, celebrando sus ochenta cumplea?os, George (sentado al lado de su buena amiga Catherine Graham) respondi¨® a la pregunta de la periodista Barbara Walters: "George, darling, confiesa tu secreto... c¨®mo es posible que seas capaz de reunir para celebrar tus ochenta cumplea?os a todas tus amantes y damas que te adoramos alrededor de tu mujer, nuestra bell¨ªsima y querida Annabelle, todas aqu¨ª, tan amigas unas de otras, y tan felices de verte? George, muy serio, se levant¨® y con un tono lac¨®nico poco frecuente en el, contest¨® escuetamente: "Yo siempre miro hacia adelante, Barbara, para m¨ª solo existe el futuro... pero guardo con gran cuidado mi pasado: lo guardo, lo respeto y lo amo". Semanas despu¨¦s tuvimos otra celebraci¨®n en Londres con cientos de amigos en una fiesta organizada como sorpresa para George por todas sus amantes unidas en pi?a. Una lecci¨®n magistral para muchos y muchas.
Su mujer, Annabelle Whitestone (Lady Weidenfeld) fue el gran amor de su vida. Music¨®loga y compa?era de Arthur Rubinstein durante m¨¢s de dos d¨¦cadas y hasta su muerte, se cas¨® despu¨¦s con George en 1992. Con Annabelle he mantenido una amistad ininterrumpida desde 1993. Ella es la madrina de nuestra hija Paola y George se convirti¨® en su mentor y protector intelectual desde su nacimiento. Tambi¨¦n de mi persona, cuando me encontraba a¨²n barruntando, en los noventa, lo que es hoy Ivorypress.
Sus consejos, proyectos en curso y ense?anzas segu¨ªan con continuas llamadas, desayunos y almuerzos, estancias en Bayreuth, Salzburgo, Ginebra, Nueva York, Jerusal¨¦n, Berl¨ªn, Par¨ªs, Madrid o en nuestra casa familiar en Martha's Vineyard, Londres y otros lugares m¨¢s dispares... vivimos la relaci¨®n de amistad m¨¢s enriquecedora que uno puede so?ar hasta que George se fue para siempre.?
Desde 1993 nos seguimos encontrando en ese torbellino social que hace dif¨ªcil que cuajen amistades si uno no persevera en mantenerlas con tenaz esfuerzo y, sobre todo, con tiempo. George era generoso con su tiempo. Esfuerzo, no lo necesitaba. Para George la amistad y la ayuda a los otros nunca supuso esfuerzo.
Mi estancia en Cambridge finaliz¨® y regres¨¦ a Espa?a en oto?o de 1994. Nos reunimos de nuevo la siguiente primavera en la Universidad de Oxford. Esta vez en una ceremonia en honor al que ser¨ªa mi marido, Norman Foster, y al economista y premio Nobel Amartya Sen. All¨ª estaban George y Annabelle junto a Isaiah Berlin, con el que con los a?os y gracias a George y Annabelle tambi¨¦n desarrollamos una especial amistad, muy muy divertida. Isaiah y George, adem¨¢s de conversar sin descanso aunque siempre con substancia, pose¨ªan ambos un gran iron¨ªa y un sentido del humor inigualable. Pero adem¨¢s George era, en esencia, un cosmopolita dif¨ªcil de catalogar, un ser humano con una visi¨®n del mundo global y unificadora. Un animal social, pol¨ªglota, culto y erudito, imparable negociador, con una memoria extraordinaria y con el raro talento y capacidad para extraer de las grandes fortunas fondos considerables que destinaba al completo, directamente y sin intromisi¨®n, a proyectos educativos y diplom¨¢ticos.
Su legado es ya estable y tangible en la Universidad de Oxford, con The Blavatnik School for Government, centro de estudio que acoge a estudiantes venidos de los cinco continentes con or¨ªgenes diversos y variadas religiones, becados cada a?o para formarse y llegar a ser l¨ªderes responsables en sus respectivos pa¨ªses. Tambi¨¦n seguir¨¢ su presencia ubicua a trav¨¦s de las m¨²ltiples actividades y proyectos del Instituto Weidenfeld para el Di¨¢logo y Estudios Estrat¨¦gicos, las c¨¢tedras Humanitas en las universidades de Oxford y Cambridge y las becas Hoffman-Weidenfeld.
El legado de Lord Weidenfeld de Chelsea es monumental. Como lo ha sido su influencia y como lo fue su persona. George descansa ahora en paz en su amado Jerusal¨¦n, en la ladera m¨¢s soleada del Monte de los Olivos. George Weidenfeld, bar¨®n Weidenfeld de Chelsea, naci¨® el 13 de Septiembre de 1919 en Viena (Austria) y falleci¨® el 20 de Enero 2016 en Londres (Reino Unido) a la edad de 96 a?os. Le sobrevive su mujer Annabelle Whitestone, Lady Weidenfeld. Tambi¨¦n su hija Laura y cuatro nietos. Su funeral se celebrar¨¢ el 26 de junio de 2016 en el Victoria and Albert Museum, Londres, Reino Unido.?
Elena Foster es editora, fundadora de Ivorypress (www.ivorypress.com).
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