Creaci¨®n de monstruos S. A.
Un par de novedades del guion brillan: el sentimiento de p¨¦rdida de los personajes y el patrocinador trasunto de corporaciones
En el prefacio de la primera edici¨®n de Frankenstein o el moderno Prometeo, la propia escritora de la novela, Mary W. Shelley, escribi¨®: "[El relato] deb¨ªa ser terror¨ªfico, pues tal efecto ten¨ªa que provocar una empresa humana que pretend¨ªa imitar el mecanismo estupendo del Creador del mundo". A partir de esa idea, la de la imposible y terror¨ªfica emulaci¨®n, las numerosas versiones cinematogr¨¢ficas del texto de Shelley han ido incidiendo en tal fracaso, pero con puntos de vista cambiantes: algunos con el cient¨ªfico aspirante a dios como protagonista, y otros m¨¢s centrados en la criatura, en el monstruo. La novedad de Victor Frankenstein, s¨¦ptimo largometraje del escoc¨¦s Paul McGuigan, y en¨¦simo acercamiento al esp¨ªritu, m¨¢s que a la letra, del inmortal texto, radica sin embargo en el cambio del punto de vista: el de Igor (o Ygor), invento del cine a?adido a la historia original y aqu¨ª mucho m¨¢s que ayudante del doctor, que curiosamente adquiere en esta nueva producci¨®n, al menos en un principio, algunas de las caracter¨ªsticas de aquel jorobado tronchante de El jovencito Frankenstein, la versi¨®n par¨®dica de Mel Brooks de 1974.
V?CTOR FRANKENSTEIN
Direcci¨®n: Paul McGuigan.
Int¨¦rpretes: Daniel Radcliffe, James McAvoy, Jessica Brown Findlay, Mark Gatiss.
G¨¦nero: drama. Reino Unido, 2015.
Duraci¨®n: 109 minutos.
Los primeros instantes de pel¨ªcula, ambientados en un circo, narrados en off por este ser humano masacrado por la sociedad que le rodea, e iluminados por una bella fotograf¨ªa de colores en tono ocre, est¨¢n muy logrados. Salvando las distancias, hacen pensar en Freaks, en El hombre elefante, en la serie Carniv¨¤le. Pero al cuarto de hora aparece el doctor Frankenstein en su ayuda, saltando cual Neo en Matrix y repartiendo mandobles, y el asunto empieza a derrumbarse. Sobre todo porque hay en la pel¨ªcula un penoso empe?o por la acci¨®n que nada aporta, presidido por el ya conocido estilo de McGuigan en la puesta en escena de obras como El misterio de Wells (2002) y El caso Slevin (2006): mover la c¨¢mara con continuidad hacia todas direcciones sin que haya motivos para ello. As¨ª, hasta llegar a un cl¨ªmax repleto de fugaces fuegos artificiales donde el ser humano fabricado a trozos resulta rid¨ªculo.
Sin embargo, un par de aspectos novedosos en el guion de Max Landis (Chronicle, American Ultra), profesional infinitamente m¨¢s interesante que McGuigan, sacan a Victor Frankenstein del olvido: el irremediable sentimiento de p¨¦rdida que mueve a los personajes hacia la experimentaci¨®n; y la presencia de un patrocinador en las investigaciones del cient¨ªfico, interesante trasunto de ciertas corporaciones empresariales actuales de corte m¨¦dico, cient¨ªfico y farmacol¨®gico.
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