Los cuerpos, las palabras y las cosas
Leer a Agamben no es c¨®modo. No te coloca en una posici¨®n confortable. Lo que Agamben te ofrece es una arquitectura compleja, un lugar en el que instalarte a pensar
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En 1983 Agamben viaj¨® a San Sebasti¨¢n, d¨ªas antes de la muerte de Jos¨¦ Bergam¨ªn. Quer¨ªa despedirse de su amigo, de su maestro. Ginevra Bompiani, entonces su compa?era, relata que Deleuze y Bergam¨ªn eran dos experiencias de amistad determinantes en la vida y el pensamiento de Agamben.
Asist¨ª a un seminario suyo en Sevilla en 1995. Agamben sol¨ªa acudir a los toros y ese a?o decidi¨® cambiar la tarea por unas lecciones en torno al pensar, al momento en que empieza el pensamiento. Yo apenas hab¨ªa le¨ªdo algunos de sus textos en la revista Archipi¨¦lago. Hubo una ¡°simpat¨ªa¡± inmediata por un discurso que conjugaba, a la vez, a Jos¨¦ Bergam¨ªn y Walter Benjamin, los situacionistas y los flamencos, la necesaria desaparici¨®n de las im¨¢genes y el eros violento del baile. Seguro que encontrar ese campo de afinidades fue lo que me llev¨® a leer sistem¨¢ticamente su obra.
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Leer a Agamben no es c¨®modo. No te coloca en una posici¨®n confortable. Como lector no te conviertes de inmediato en clase antagonista, ni subalterno ni cualquier otra figura pol¨ªtica desafiante con que echarte a la calle feliz de haberte conocido. Sus cr¨ªticas averiguaciones sobre la realidad no tienen la forma de la receta, ni te proporciona fichas con las que armar un discurso ocasional ni te regala im¨¢genes de propaganda alguna. En realidad, lo que Agamben te ofrece es una arquitectura compleja, un lugar en el que instalarte a pensar, una biblioteca en la que sus arqueolog¨ªas, lecturas filol¨®gicas y excursos te obligan a replantearte las cosas. Sencillamente construye peque?as estancias para que el pensamiento tenga lugar.
Tambi¨¦n edificios. Su trabajo mayor, los nueve vol¨²menes publicados bajo el t¨ªtulo de Homo sacer, proponen una relectura total del hecho humano (Auschwitz como paradigma del derecho, la consideraci¨®n del capitalismo como una religi¨®n, los fundamentos teol¨®gicos de la econom¨ªa y la primac¨ªa de la liturgia sobre la teolog¨ªa, la producci¨®n de formas-de-vida), desarrollando una arqueolog¨ªa que, si bien, bebe directamente de Michel Foucault y su biopol¨ªtica, resit¨²an en el mundo las relaciones de los cuerpos, las palabras y las cosas.
Su relectura de lo sagrado le lleva a redefinir el contrato del hombre con los hechos materiales. De la mano de una ¨®ptica benjaminiana, pod¨ªamos decir, del legado de Aby Warburg, entiende que las im¨¢genes y el arte son parte de ese contrato. Los efectos de esta mirada legal sobre las cosas son determinantes. As¨ª la iconoclastia del DAES es una suerte de idolatr¨ªa o, como intento reflejar en la exposici¨®n Sacer, el martirio de las cosas, la destrucci¨®n de imaginer¨ªa de nuestra Guerra Civil responde a la misma religiosidad, a la misma econom¨ªa que las sacaba en procesi¨®n, con tanta fiesta y tanto gozo.
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Agamben nos hab¨ªa se?alado ya la importancia del imaginario de la guerra civil espa?ola en cuanto modelo para atender a la guerra civil mundial del presente. En Stasis, la guerra civile come paradigma pol¨ªtico, relee la paz aparente en que vivimos como una guerra civil encubierta. El fil¨®logo Agamben siempre ha dudado de las palabras y, como Karl Kraus, habla de la perversi¨®n period¨ªstica de la escritura convertida en mera mercanc¨ªa de la comunicaci¨®n. En Idea de prosa, libro dedicado a Bergam¨ªn precisamente, analiza el gesto de darse la paz, ese estrecharse las manos que esconde el otium latino: lo vac¨ªo, lo vano. Entonces la paz exige, para reconocerse, la guerra. Digamos que es un hueco entre dos llenos; y ?es terrible que necesitemos de la guerra para obtener la paz! Y as¨ª, el intercambio de funciones entre polic¨ªa y terrorismo ¡ª?nuestros famosos t¨ªteres de cachiporra!¡ª o la naturalizaci¨®n de las muertes en el Mediterr¨¢neo ¡ª?se los trag¨® el mar!¡ª cuando, de facto, es un crimen que ¡°nosotros¡± cometemos contra refugiados e inmigrantes. Cuando empec¨¦, con Santiago Eraso y Joaqu¨ªn V¨¢zquez, el proyecto Tratado de paz, una arqueolog¨ªa de las im¨¢genes de la pacificaci¨®n, sin duda, est¨¢bamos sentados en una habitaci¨®n construida por Agamben.
Estos d¨ªas estoy leyendo L¡¯uso dei corpi, ¨²ltima publicaci¨®n del Homo sacer. En 2004 Agamben volvi¨® a Sevilla. Le acompa?¨¦ a comprar en CD sus viejos discos de flamenco. Me hac¨ªa una pregunta, casi mitol¨®gica, sobre el gesto del cantaor. La relaci¨®n entre el cuerpo, la voz y la palabra le parec¨ªan una revelaci¨®n pol¨ªtica, eficaz e improductiva al mismo tiempo.
Pedro G. Romero es artista. Curador de Sacer, el martirio de las cosas para el Espacio Santa Clara de Sevilla y comisario de Tratado de paz para DSS2016.
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