?Viva Colombia!

Fue un h¨¦roe de barrio que quiso convertirse en presidente de Colombia pero no pas¨® de burdo asesino de masas. La historia de Pablo Escobar crece como una mina para la ficci¨®n, dos d¨¦cadas despu¨¦s de su ca¨ªda. Mientras Fernando Le¨®n de Aranoa prepara un ambicioso proyecto de pel¨ªcula junto a Javier Bardem, la televisi¨®n ya le ha exprimido un jugo notable con dos series: una colombiana que marc¨® todo un hito hispano como pol¨¦mica telenovela ¡ªEscobar, el patr¨®n del mal¡ª y m¨¢s recientemente en la muy interesante Narcos (Netflix), que ya va camino de su segunda temporada.

Ambas narran con una desnuda crudeza el ascenso, delirio y declive de un personaje que puso en jaque a todo un continente con su ley: plata o plomo. Resultaban dos opciones cristalinas, sin claroscuros posibles. Blanco o negro. O aceptas que te unte para salirme con la m¨ªa o te mato. En esa dicotom¨ªa anduvo Colombia sumida todos los a?os que aniquil¨® cualquier atisbo de sue?o colectivo bajo la bota de su pesadilla. La mancha dej¨® en la cuneta miles de cad¨¢veres mientras, a cambio, vivificaba su literatura de desesperada denuncia con los magn¨ªficos referentes de Fernando Vallejo, H¨¦ctor Abad Faciolince o el Garc¨ªa M¨¢rquez de Noticia de un secuestro, entre otros.

Muchos colombianos sienten repugnancia justificada ante el da?o que un criminal as¨ª infringe a su imagen de pa¨ªs. Pero el relato de aquel infierno, m¨¢s bien al contrario, realza el arrojo, la valent¨ªa y la dignidad de Colombia. Salir de aquella pesadilla donde un sanguinario demente puso en jaque a todo el sistema o firmar una paz pendiente que resuelva su conflicto de d¨¦cadas con la guerrilla, convierte a sus gentes en discretos ejemplos de h¨¦roes colectivos callados. Pasear por los barrios de Medell¨ªn y contemplar el esfuerzo civilizatorio ¡ªcon inversiones de hasta un 50% del presupuesto municipal y regional en educaci¨®n y cultura gracias al impulso de una figura como el ahora gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo¡ª demuestran que Colombia, hoy en d¨ªa, es uno de los lugares del mundo donde mejor se sabe hornear la esperanza.