Bob Dylan mantiene su cruzada contra el paso del tiempo
El m¨²sico publica ¡®Fallen Angels¡¯, un disco de cl¨¢sicos de jazz Escucha 11 de las 12 canciones hoy con EL PA?S
A sus 74 a?os, con m¨¢s de medio siglo de actividad art¨ªstica, Bob Dylan mantiene un asombroso pulso con el paso del tiempo. Apenas ha transcurrido un a?o de la salida del sorpresivo Shadows in the Night, que homenajeaba a Frank Sinatra, y publica ahora Fallen Angels (Sony), otro ¨¢lbum que no estaba en ninguna quiniela y llega a las tiendas la pr¨®xima semana.
A decir verdad, Fallen Angels se presenta como una continuaci¨®n del disco de aroma nocturno que rend¨ªa tributo a La Voz, pero con una particularidad: se sumerge a¨²n m¨¢s en el cancionero tradicional norteamericano de los a?os 30 y 40. Entre sus 12 composiciones, algunas como Young At Heart, Maybe You¡¯ll Be True, All The Way, On a Little Street in Singapore y, especialmente, All or Nothing at All se hicieron c¨¦lebres en la poderosa garganta de Sinatra, pero son solo la punta del iceberg. Como suele ser habitual, Dylan, para lo bueno y para lo malo, esconde m¨¢s de lo que se ve a primera vista. Producido de nuevo por ¨¦l mismo bajo el seud¨®nimo de Jack Frost, Fallen Angels supone una melanc¨®lica reivindicaci¨®n de un tiempo perdido, que coincide con el de su infancia.
Este disco vuelve a demostrar que no existen las casualidades en su carrera. Al igual que Shadows in the Night, se grab¨® en los estudios Capitol de Los ?ngeles, lugar habitual de Sinatra. Fue el a?o pasado en un r¨¢pido par¨®n de su Never Ending Tour (su gira interminable que recorre el planeta). Aparc¨® el autocar frente a los estudios y se meti¨® con la banda a registrar en un visto y no visto canciones que tambi¨¦n enlazan con Bing Crosby o Glen Miller, pero, sobre todo, con dos compositores: Harold Arlen y Johnny Mercer. Ambos son los creadores de la mayor¨ªa de las canciones de Fallen Angels. Herederos del esp¨ªritu del Tin Pan Alley de George Gershwin, Cole Porter o Irving Berlin, sus nombres no trascienden en nuestros d¨ªas pero nutrieron de decenas de composiciones emblem¨¢ticas al blanco y negro del gran cancionero cl¨¢sico estadounidense -conocido por los music¨®logos como Great American Songbook- a trav¨¦s de Crosby, Sinatra, Billie Holiday, Sarah Vaughan, Judy Garland o Dinah Washington. Lo hicieron desde Capitol, el sello fundado por el propio Mercer, que se convirti¨® en la mayor compa?¨ªa de la Costa Oeste con su amplio repertorio de jazz vocal compitiendo con las imponentes casas neoyorquinas RCA, Columbia y Decca.
Dylan recupera con m¨¢s ¨¦nfasis este legado de una Am¨¦rica m¨¢s idealista, surgida del mundo nuevo creado bajo sus valores tras la II Guerra Mundial. Y su gran virtud es que transmite su confianza. Su gusto por la vieja balada americana viene de lejos, pero en esta ocasi¨®n su empe?o por recuperar esa ¨¦poca musical sepultada cobra m¨¢s fuerza. Llega a incluir It Had To Be You, que Dooley Wilson -el querido y predispuesto Sam- toca en Casablanca. El paisaje del que emergen estos standards del jazz y pop cl¨¢sico ?¨Cel de la pre-era del rock¡¯n¡¯roll- es muy antiguo y, sin embargo, le da una renovaci¨®n notable. Las canciones se despojan del recreo instrumental de pajarita y relumbr¨®n del swing y descansan en un ropaje protagonizado por el pedal-steel y su voz, m¨¢s incluso que en Shadows in the Night, donde pareci¨® mofarse de aquellos que siguen clamando que su garganta est¨¢ hecha a?icos. Como se pudo ver en su gira del a?o pasado por Espa?a, Dylan ha decidido calzarse el traje de crooner y le sienta bien. En Fallen Angels su voz es apaciguadora, serena, muy cercana, creando bellas confesiones como en Maybe You¡¯ll Be There. A diferencia de otros discos de standards, tan comunes en la m¨²sica estadounidense, no canta de cara a la galer¨ªa, buscando el foco, sino que parece un di¨¢logo interior al que el oyente tiene acceso.
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No hay nada festivo. Hay melancol¨ªa en todo lo que canta, impregnada de una extra?a sabidur¨ªa venerable. Es como si fuera un viajero en el tiempo que recupera con a?oranza ese pasado olvidado pero con la idea, casi la determinaci¨®n, de que aporte pistas en el siglo XXI, al que Dylan musicalmente parece dar la espalda con su profunda visi¨®n retrospectiva pero que, parad¨®jicamente, no para de reconocerle su influencia y valor con premios como el Pullitzer, el Pr¨ªncipe de Asturias de las Artes o la Medalla Presidencial de la Libertad.
Desde aquella resurrecci¨®n de 1997 con?Time Out of Mind, Dylan, que sac¨® un disco navide?o que no funcion¨® ni como chiste, se ha erigido como un peregrino solitario, que ha paseado por el Delta del Mississippi con la fascinante trilog¨ªa formada por el mismo Time Out of Mind, Love and Theft y Modern Times, ha puesto sus huellas en los sonidos sure?os del country y el tex-mex en Together Through Life o ha rendido tributo al blues de Chicago en Tempest. Ahora estamos ante el Dylan de los standards de jazz, cuyas evocaciones extienden esa sensaci¨®n musical de experiencia duramente fraguada que magistralmente representa. Dentro de su abundante y torrencial obra, Fallen Angels no podr¨¢ incluirse entre sus discos m¨¢s trascendentales, pero le perfila a¨²n m¨¢s como el gran batallador por conservar la memoria de un pa¨ªs. Dylan, el peregrino solitario, nunca pareci¨® m¨¢s convencido de su cruzada.
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