Apoteosis de ¡®Sue?o¡¯
Sonrojante puerta grande para Andy Cartagena, que cort¨® dos orejas tras una deficiente actuaci¨®n
El tercio de banderillas del quinto toro, protagonizado por el caballo Sue?o y Diego Ventura, fue sencillamente memorable. Entre ambos firmaron una de esas secuencias que quedar¨¢n en la memoria de esta plaza. No se puede ser m¨¢s torero que ese caballo casta?o, lusitano, de cinco a?os, que vibra en la cara del toro, se engalla con pasmosa elegancia y templa de maravilla al mando de un caballero torer¨ªsimo.
No hay adjetivos, porque la emoci¨®n total es dif¨ªcil adjetivarla, para calificar una actuaci¨®n extraordinaria, majestuosa, de esas que ponen los vellos de punta y el alma en vilo. Templaron torero y caballo con sobresaliente maestr¨ªa entre la locura del p¨²blico. Y se lucieron en cuatro pares de banderillas, varios de ellos al quiebro, dej¨¢ndose llegar el toro mientras el caballo reculaba hasta el encuentro final. Una explosi¨®n colectiva acompa?¨® a un caballo torero que Ventura luci¨® como merece. Tal es as¨ª que ambos dieron la vuelta al ruedo, en la que Ventura solo pudo pasear una oreja porque fall¨® en la suerte final. La gente exigi¨® la segunda oreja, pero el presidente, con acertado criterio, no la concedi¨®. Otra lecci¨®n de temple hab¨ªa dado Ventura en el primero, a lomos de otro torerazo llamado Nazar¨ª, con el que lleg¨® a dar dos vueltas al redondel con el toro prendido en el pecho del animal.
Cort¨¦s de Moura/Cartagena, Ventura, Manzanares
Toros despuntados para rejoneo de Mar¨ªa Guiomar Cort¨¦s de Moura, bien presentados, muy manejables, a excepci¨®n del manso tercero.
Andy Cartagena: pinchazo y rej¨®n trasero (silencio); rej¨®n en lo alto (dos orejas).
Diego Ventura: dos pinchazos, rej¨®n ca¨ªdo y descabello (silencio); pinchazo y rejonazo (oreja).
Manuel Manzanares: rej¨®n bajo (silencio); pinchazo y rejonazo (silencio).
Plaza de Las Ventas. Segunda corrida de feria. 7 de mayo. Tres cuartos de entrada.
Quien s¨ª sali¨® por la puerta grande fue Cartagena, aunque las dos orejas que recibi¨® fueron sonrojantes para el prestigio de esta plaza. Si este caballero dedicara al rejoneo la misma atenci¨®n que presta en implorar aplausos del p¨²blico alcanzar¨ªa, sin duda, una calidad de la que carece. Su actuaci¨®n ante el cuarto fue de poco peso, clav¨® siempre a la grupa, destac¨® m¨¢s en el manejo de los caballos que en su faena con el toro, y mat¨® bien. El p¨²blico, que se hab¨ªa entusiasmado con Humano, que se levanta de manos y anda a dos patas el radio de la plaza, y con el baile de Cupido, le pidi¨® los m¨¢ximos trofeos y el presidente los concedi¨®. Pero torear, lo que se dice torear, tore¨® muy poco. Algo parecido le sucedi¨® ante el primero: est¨¢ m¨¢s pendiente de los tendidos que de su labor torera, y el resultado, a pesar de las dos orejas, es perfectamente olvidable.
Manzanares tuvo una actuaci¨®n muy desafortunada, que le debe mover a la reflexi¨®n.
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