Una espoleta en la mirada

Una exposici¨®n es un relato y tambi¨¦n una fisura. Son grietas por donde se deslizan las ideas. A veces forman narraciones sencillas y otras complejas. Pero siempre buscan un discurso original. Chus Mart¨ªnez (A Coru?a, 1972) lo deja claro desde el t¨ªtulo de la muestra. Idiosincrasia. Las anchoas sue?an con pante¨®n de aceituna. Casi suena a novela de Stieg Larsson y sus mujeres que fantaseaban con cerillas y gasolinas. Pero no. Es una greguer¨ªa de Ram¨®n G¨®mez de la Serna. Y a la vez es la inmersi¨®n de la prestigiosa comisaria, form¨® parte del equipo curatorial de la 13? edici¨®n de la Documenta de Kassel, a trav¨¦s de 52 obras, en los extensos (2.800 piezas) fondos de la Fundaci¨®n Helga de Alvear (C¨¢ceres). La tentativa de plantear una narraci¨®n distinta en una colecci¨®n que devora relecturas cada pocos meses. Por eso Mart¨ªnez ha optado por colocar en su interior una peque?a bomba de relojer¨ªa.

En una ¨¦poca en la que o todo tiene un discurso te¨®rico o no existe, la comisaria ha decidido eliminarlo. Al menos en apariencias. Las obras se han dispuesto en las 12 salas despojadas de contexto. Ese trabajo corre por cuenta del visitante y de las propias piezas. Entre todos deben generar microrrelatos que reivindican lo diverso. Y lo ajeno. ¡°En cada espacio existe una tensi¨®n distinta que produce relaciones inesperadas¡±, narra Mart¨ªnez. Quiz¨¢ una de las salas mejor resultas sea la que mezcla, como una rayuela, la propuesta can¨®nica de neones y luz de Dan Flavin con la iron¨ªa y el humor del d¨²o portugu¨¦s Gusm?o y Paiva. Son los dos polos opuestos de un relato que discurre entre la fr¨¢gil pintura de la libanesa Etel Adnan y el trazo m¨¢s comercial de las telas del checo Jiri Dokoupil. Junto a ellas una pieza extra?a, dentro de su ya de por s¨ª bizarro ideario, de los a?os 90 del colectivo holand¨¦s Atelier Van Lieshout. Todas juntas no dicen nada y lo cuentan todo porque la narrativa aqu¨ª es oficio del visitante. ¡°Se trata¡± ¡ªsostiene la comisaria¡ª ¡°de un juego de posibilidades, una invitaci¨®n a pensar las formas metodol¨®gicas en instituciones que no sea la can¨®nica¡±.

Sobre esa fisura Chus Mart¨ªnez ha definido ¡ªporque solo existe lo que tiene nombre¡ª como ¡°supergrupo¡± a estas obras despojadas de un contexto te¨®rico. Un artefacto de relojer¨ªa que quiere activar el pensamiento cr¨ªtico y la imaginaci¨®n dentro de un ¡°colectivo homog¨¦neo y cada vez m¨¢s uniformizado como es la sociedad actual¡±, apunta la experta. La espoleta de esa mirada bien pudieran ser los dibujos sobre arena (Untitled. Adolfo Bioy Casares) de Dominique Gonzalez-Foerster; las 140 serigraf¨ªas en madera (Detr¨¢s de la puerta) de Rivane Neuenschwander; las persianas suspendidas (Torre en cadena-Orientaci¨®n sur) del coreano Haegue Yang; los paneles (Tiempos primitivos) de Hanne Darboven y el redescubrimiento de un fogonazo: el que ilumina un soberbio dibujo (Taller de Braque) de Ania Solinam.

En el fondo es una relectura distinta de una colecci¨®n o, lo que es lo mismo, de una historia, de un tiempo y de un espacio a trav¨¦s de dibujos, instalaciones, v¨ªdeos, esculturas y collages. Todos los formatos sirven ¡ªdentro de una s¨®lida propuesta¡ª en el empe?o de hallar puntos de fuga a trav¨¦s de una muestra que si se le puede asociar alg¨²n defecto es su arriesgada proximidad al mercado del arte y sus recurrentes nombres. Tal vez la verdadera idiosincrasia de nuestra ¨¦poca.