El acto de libertad m¨¢s antiguo
Ram¨®n Andr¨¦s indaga en 'Semper dolens' en las causas para matarse de forma voluntaria
El ensayista y music¨®logo Ram¨®n Andr¨¦s (Pamplona, 1955) public¨® en 2003 Historia del suicidio en Occidente (Pen¨ªnsula). Semper dolens nace de la revisi¨®n y ampliaci¨®n de aquel primer texto, aquilatado ahora por la mejor sabidur¨ªa de su autor y sazonado por el paso de los a?os con m¨¢s testimonios y abundantes reflexiones sobre la muerte voluntaria; el t¨¦rmino ¡°suicidio¡±, impregnado en un principio de un mayor tinte moral, naci¨® en la Inglaterra del siglo XVII.
Cuantos conozcan otras obras de este autor, el monumental Diccionario de m¨²sica, mitolog¨ªa, magia y religi¨®n (2012), El luthier de Delft (2013), o las estudios biogr¨¢ficos de J. S. Bach y Mozart, sabr¨¢n ya de la enorme erudici¨®n de Ram¨®n Andr¨¦s, que tambi¨¦n en este volumen es asombrosa: desde las culturas de Mesopotamia y el antiguo Egipto, Grecia, Roma y hasta nuestros d¨ªas, el lector asiste a un repaso hist¨®rico de c¨®mo fue entendido y se encar¨® socialmente el hecho de darse muerte a uno mismo; pero no s¨®lo eso, porque este ensayo es adem¨¢s una reflexi¨®n sobre el valor de la vida y de la muerte en tan diferentes edades y culturas a trav¨¦s de textos fundamentales e ideas. A la par, se recuerdan suicidios c¨¦lebres, desde los que se consideraron ¡°ejemplares¡± como los de S¨®crates, Lucrecia o Cat¨®n, hasta el pistoletazo literario de Werther ¡ªcon su cola de muertes voluntarias causadas por una extra?a moda rom¨¢ntica de desesperaci¨®n amorosa¡ª, hasta llegar a los suicidios de Celan y Am¨¦ry, sobrevivientes del Holocauto, y muchos m¨¢s.
De considerarlo los autores del mundo cl¨¢sico un acto de libertad y liberador, en la Edad media pas¨® a quedar proscrito como un crimen, un atentado contra la vida, de la que s¨®lo Dios es due?o y se?or: de ah¨ª que se escarneciera el cuerpo del suicida y se tomaran represalias de castigo contra su familia. Hasta los siglos XVI y XVII, con el cambio de mentalidad promovida por insignes intelectuales, imbuidos del esp¨ªritu de los estoicos, tales como Montaigne, John Donne, Tom¨¢s Moro, Justo Lipsio o Pierre Charron, por ejemplo, se relaj¨® un tanto tama?a censura moral y volvi¨® a entenderse como una decisi¨®n privada e individual.
En el siglo XVIII, Kant rechaz¨® el suicidio argumentando que tenemos deberes que cumplir con la vida y no debemos matarnos. Schopenhauer, su singular ep¨ªgono, tambi¨¦n lo rechaz¨® por constituir un acto que afirma la voluntad de vivir, fuente de nuestro mal innato. David Hume, en cambio, escribi¨® un ensayo esclarecedor defendiendo la muerte voluntaria al modo de los antiguos, entend¨ªa que matarse es un s¨ªmbolo de libertad frente a una realidad que encadena, atormenta y desespera. En el siglo XIX, durante la denominada ¡°¨¦poca del genio¡±, se reivindic¨® el suicidio como un acto de afirmaci¨®n del yo del individuo ¨²nico y todopoderoso. En el siglo XX, el existencialismo de Jaspers, Sartre y en menor medida de Heidegger, vio en la muerte voluntaria un acto libre y valiente de elecci¨®n entre vivir y morir. Una salida al absurdo de la nada vital, as¨ª lo entendi¨® Camus; con Nietzsche, tambi¨¦n ¨¦l ve¨ªa su mera posibilidad como un consuelo para el alma atormentada y en ello coincidi¨® con otro gran te¨®rico y defensor del suicidio: Cioran.
En nuestros d¨ªas, m¨¢s que el matarse o no a uno mismo lo que causa pol¨¦mica es la eutanasia, la posibilidad de tener una muerte dulce, la libertad de cada cual para morir dignamente en caso de enfermedad incurable o atroz agon¨ªa sin final. Este asunto s¨®lo lo toca Ram¨®n Andr¨¦s de refil¨®n, no es el tema, sin embargo, la eutanasia arrastra prejuicios sociales heredados de la ancestral ambivalencia humana respecto del suicidio.
Excelente desde el punto de vista psicol¨®gico me parece el cap¨ªtulo dedicado a la melancol¨ªa y los melanc¨®licos ¡ªen el que se rememora a Robert Burton y su esencial Anatom¨ªa de la melancol¨ªa, obra tan querida a Borges; atacados de bilis negra, los seres saturnianos suelen ser m¨¢s proclives que otros a la muerte voluntaria, pero a la par, tambi¨¦n a las creaciones art¨ªsticas. Los artistas, con muchos suicidas notables entre ellos, no son, sin embargo, los m¨¢s propensos a quitarse la vida, pues el hecho de pensar en sus pr¨®ximas obras los libera de ello: se suicida quien no ve salida a una situaci¨®n radical, quien ha perdido la esperanza, la ilusi¨®n de vivir, que es la fuente de toda alegr¨ªa e industria. Por cierto, que el t¨ªtulo de este ensayo ¡ªesencial ya en el mundo de habla hispana¡ª proviene del lema con el que el compositor ingl¨¦s John Dowland rubricaba sus inmortales obras para la¨²d y sus l¨¢nguidas canciones: ¡°Semper Dowland, Semper dolens¡±; ¨¦l s¨ª que supo transformar el dolor y melancol¨ªa en las espl¨¦ndidas Lachrimae, que elevan el llanto hasta la cima de la belleza.
La conclusi¨®n de Ram¨®n Andr¨¦s en este portentoso ensayo la expone nada m¨¢s comenzar: los seres humanos, tan capaces de lo mejor como de lo peor, siempre tuvieron causas para matarse de forma voluntaria, y son las mismas hoy que al inicio de los tiempos: el dolor, la desesperaci¨®n, el miedo, el hast¨ªo, la tristeza, el honor mancillado, la verg¨¹enza (y un largo ¡°etc¨¦tera¡± de desgracias)¡ Naturalmente, tambi¨¦n hay componentes patol¨®gicos en muchos casos de suicidio, pero no todo es cl¨ªnica, siempre hay un algo m¨¢s, y de ¨¦ste trata la historia que con tanta profusi¨®n y esmero revisa Ram¨®n Andr¨¦s.
Para complementar este libro, magn¨ªfico y denso, recomiendo otros dos t¨ªtulos: el sugerente ensayo Apuntes sobre el suicidio, de Simon Critchley (Alpha Decay), y Del suicidio considerado como una de las bellas artes, de Antonio Priante (Minobitia), m¨¢s literario en su intenci¨®n, pero no por ello menos concebido para animarnos a pensar el peliagudo dilema de ser o no ser
Semper dolens. Ram¨®n Andr¨¦s. Historia del suicidio en Occidente. Acantilado, Barcelona, 2015, 514 p¨¢ginas, 24,90 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.