Al habla Thomas Pynchon
Desconf¨ªen de los artistas que anuncian en la prensa su retirada
Christopher Hitchens recuerda en sus maravillosas memorias la tarde en que recibi¨® la llamada m¨¢s rara de su vida. Al otro lado, una voz desconocida se identific¨®: ¡°Al habla Thomas Pynchon¡±. El escritor estadounidense necesitaba el consejo de un periodista y un amigo com¨²n le hab¨ªa dicho que ¨¦l era la persona adecuada. Ese amigo era Ian McEwan, que nunca se hab¨ªa jactado de tratar al novelista m¨¢s escurridizo de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Pynchon, anota Hitchens, rechaz¨® entre risas su ingenuo ofrecimiento de llamarlo al tel¨¦fono que le dijera y se desvaneci¨® de nuevo ¡°en el mundo en el que solo McEwan pod¨ªa encontrarlo¡±.
En tiempos en que la desaparici¨®n es una forma de promoci¨®n, la risa de Pynchon demuestra que el que quiere evitar que lo encuentren, lo evita. Desconf¨ªen de los artistas que anuncian en la prensa su retirada: no tardan en volver para decirnos que rompen un silencio que a veces dura meses. Por eso sorprende la coherencia de los que deciden hacer mutis y no se echan atr¨¢s. Fue el caso del poeta Carlos Sahag¨²n, que obtuvo el rutilante Premio Adonais de 1957 con 19 a?os, se gan¨® un lugar en las antolog¨ªas de su generaci¨®n al lado de Gil de Biedma y Claudio Rodr¨ªguez y ¨¦l mismo se baj¨® del Parnaso cuando otros se empe?aban en escalarlo. Convertido en el cr¨ªtico m¨¢s feroz de su obra, se resisti¨® a reeditarla y a que lo hiciera nadie. Muri¨® el pasado agosto y poco despu¨¦s la editorial Renacimiento public¨® sus Poes¨ªas completas con 28 in¨¦ditos.
Borrarse es todo un arte. Tambi¨¦n es una ¡°tentaci¨®n" moderna. Eso dice el antrop¨®logo David Le Breton en su reciente Desaparecer de s¨ª (Siruela), un ensayo sobre las formas de multiplicarse por cero que incluye, por supuesto, una cala en la ficci¨®n: de Pirandello, a Paul Auster, pasando por el Wakefield de Hawthorne, ese hombre que, sin avisar, se oculta a unos metros de su propia casa. Los escritores tienen dos maneras de desaparecer: dejar de publicar y dejar de hacer vida p¨²blica. Y una tercera: destruir lo que escriben. Cuando supo que estaba desahuciado ¨Cmuri¨® dos semanas antes que Sahag¨²n- Rafael Chirbes se dedic¨® a deshacerse de textos que no quer¨ªa que le sobrevivieran. Salv¨® un diario que publicar¨¢ Anagrama. Solo alguien con delirios de grandeza kafkiana pone su posteridad en manos de alg¨²n Max Brod. Est¨¢ feo endosar a otros el trabajo sucio.
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