Ag¨¢rrame ese telescopio
Una severa lecci¨®n de astronom¨ªa pr¨¢ctica con J¨²piter y sus sat¨¦lites
Desde muy ni?o me ha obsesionado desentra?ar los secretos del universo y a menudo, como Tales de Mileto, he ca¨ªdo en una zanja por mirar el cielo. Ajeno incluso a los rudimentos del pensamiento cient¨ªfico y pendiente a¨²n la f¨ªsica de bachillerato, mi relaci¨®n con el cosmos y sus arcanos es que ni de becario de Aristarco. Pero me sigo esforzando. A¨²n me empe?o en entender los cap¨ªtulos de astronom¨ªa de mi ajada Introducci¨®n a la ciencia, de Asimov (Plaza & Jan¨¦s, 1973), y en dilucidar lo del dichoso paralaje. El otro d¨ªa pens¨¦ que quiz¨¢ es que ese libro est¨¢ obsoleto y que hoy el universo se explica de manera m¨¢s asequible. As¨ª que compr¨¦ Siete breves lecciones de f¨ªsica,de Carlo Rovelli (Anagrama, 2016), que es mucho m¨¢s moderno, y breve. Pero le¨ª: "Si la teor¨ªa de la gravedad cu¨¢ntica de bucles es correcta, la materia no puede realmente colapsar en un punto infinitesimal. Porque no existen puntos infinitesimales: existen solamente regiones finitas de espacio". Est¨¢bamos en las mismas, o peor.
A¨²n le iba dando vueltas al bucle cuando el s¨¢bado, la Noche de los Museos en Barcelona, me di un inesperado ba?o de astronom¨ªa. Hac¨ªa una noche magn¨ªfica y tras visitar las exposiciones de Cosmocaixa me dirig¨ª al bar de la terraza del museo en busca de una copa que me ayudara a saciar mi sed de ciencia. Me top¨¦ entonces con la Noche de los Telescopios, una simp¨¢tica propuesta de observaci¨®n de astros. Yo soy un fan de las estrellas, pero literario, todo lo que ignoro de gravitaciones,? quarks y radiaciones de fondo, lo s¨¦ en cambio de los nombres de las constelaciones y sus leyendas. S¨¦, por ejemplo, que si cuando cae una estrella fugaz te frotas una espinilla esta se va. Mis estrellas favoritas son las Pl¨¦yades, "The Starry Seven", como las llamaba Keats en Endymion, las siete hermanas azules hijas de Atlas o las siete palomas, que brillan junto a la constelaci¨®n de Tauro aunque en esa preciosa nubecilla, ese enjambre, ese racimo solar que forman, solo aprecias bien a simple vista seis. Se cuenta -aunque nos es muy cient¨ªfico- que la s¨¦ptima, M¨¦rope, brilla menos porque, a diferencia de sus hermanas, en vez de mont¨¢rselo con un dios se lo hizo con un mortal y est¨¢ avergonzada por ello.
Este conocimiento no me libr¨® de la cola, junto a un inquietante letrero digno del autoestopista gal¨¢ctico que rezaba: "Si se acaba el mundo luego no te quejes". Pero al cabo de un rato ya estaba en la orilla de la noche c¨®smica que dir¨ªa el bueno de Carl Sagan admirando en una gran pantalla conectada a un telescopio un objeto brillante espectacular. "Es j¨²piter", estableci¨® un se?or a mi lado. Qu¨¦ bonito, coment¨¦, ?y esos puntitos alrededor? "Son cuatro de sus sat¨¦lites, Calisto, Europa, Io y Ganimedes". Empec¨¦ a decir algo sobre la magnificencia de la visi¨®n y el silencio de los espacios infinitos, pensando que lo de Ganimedes me hab¨ªa aumentado la sed, cuando el individuo, que luc¨ªa barba de sabio, puso en mis manos una regla de pl¨¢stico peque?ita. "Aqu¨ª no estamos para simples contemplaciones est¨¦ticas, haga algo ¨²til, mida c¨®mo se van moviendo los sat¨¦lites". Obedec¨ª sinti¨¦ndome un z¨¢ngano c¨®smico, y trat¨¦ de congraciarme se?alando que pronto la luna llena estar¨ªa en el centro del cielo irradiando su plateada hermosura y que precisamente Endimi¨®n y Selene¡. "Venga, venga, a lo suyo, trab¨¢jeme hombre. En mala hora la luna llena, no es buena para observar ni siquiera a ella misma, no hay contrastes¡±.
Me pas¨¦ un buen rato all¨ª vigilado de cerca por Pere Closes, que as¨ª se llamaba el erudito instructor, y midiendo los sat¨¦lites jupiterinos en medio de la noche. Al cabo de un rato me sustituy¨® otro visitante. Sentado al fin con mi copa y curiosamente satisfecho, incluso feliz, abr¨ª el libro de Rovelli y lo entend¨ª todo: ¡°Aqu¨ª en el l¨ªmite de lo que sabemos, en contacto con el oc¨¦ano de cuanto no sabemos, brillan el misterio del mundo, la belleza del mundo, y nos dejan sin aliento¡±.
Babelia
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