?Era Mar¨ªa Magdalena una llorona?
Pedro Miguel Lamet novela sobre el amor de la joven por Jes¨²s de Nazaret Mediante 23 cartas nunca enviadas, el libro ahonda en la mirada femenina de los hechos evang¨¦licos
Las relaciones entre Jes¨²s de Nazaret y Mar¨ªa Magdalena son fuente constante de curiosidad para te¨®logos, historiadores, novelistas, pintores y poetas. La guapa mujer nacida en Magdala, en la Palestina romana, hija de un rico comerciante que maltrat¨® a su mujer hasta matarla, es presentada, muchas veces, como una pecadora arrepentida, siempre tentadora, una pieza jugosa, por tanto, para maquinar las historias m¨¢s absurdas y disparatadas. El c¨®digo Da Vinci, la exitosa novela de Dan Brown, es un ejemplo reciente. Pero tambi¨¦n es Mar¨ªa Magdalena, seg¨²n grandes biblistas, la mujer m¨¢s querida y privilegiada por Jes¨²s, junto a Juan, ¡°el disc¨ªpulo amado¡±. ¡°Si no, no se explicar¨ªa que la eligiera para su primera aparici¨®n y para anunciar la resurrecci¨®n a los disc¨ªpulos varones¡±, sostiene el escritor Pedro Miguel Lamet, que documenta todo esto en la novela No s¨¦ c¨®mo amarte. Cartas de Mar¨ªa Magdalena a Jes¨²s de Nazaret, de la editorial Mensajero. Santos y santas la han profesado gran devoci¨®n, entre otras la muy valiente y culta Teresa de ?vila. ¡°Jes¨²s nos ha defendido en la persona de Mar¨ªa Magdalena¡±, escribi¨® en 1894 la santa francesa, tambi¨¦n muy famosa, Teresa del Ni?o Jes¨²s.
Motivos no faltan para el encumbramiento de Mar¨ªa Magdalena. Quien ha pasado a la historia popular como una gran llorona, fue quien anunci¨® la resurrecci¨®n del crucificado, el gran acontecimiento cristiano, a los 11 ap¨®stoles (el 12?, Judas, se hab¨ªa colgado d¨ªas antes). Hab¨ªan desaparecido por miedo todos ellos del escenario de la crucifixi¨®n, menos el m¨¢s joven, Juan. Tambi¨¦n lider¨® Magdalena el grupo de mujeres que organizaron y pagaron la larga campa?a del autocalificado Mes¨ªas por toda Palestina, pese a que los evangelios, escritos por hombres, las hayan marginado. Queda, sin embargo, este recuento incontestable, de la mano del historiador Antonio Pi?ero, en su libro Los cristianismos derrotados: ¡°Es Magdalena la mujer que m¨¢s veces se nombra en los Evangelio can¨®nicos, diecisiete, contando repeticiones y variantes de los textos, aunque en los Hechos de los Ap¨®stoles can¨®nicos, no aparece en absoluto¡±, escribe. Est¨¢ documentada la aversi¨®n (o la envidia) de Pedro por Magdalena, principio de la posterior marginaci¨®n de las mujeres en el sistema cristiano, especialmente en la Iglesia romana.
El libro de Pedro Miguel Lamet aborda las relaciones entre Jes¨²s y Mar¨ªa Magdalena mediante 23 cartas que la mujer nunca se atrevi¨® a entregarle en vida y que, muerto Jes¨²s, env¨ªa a la madre de este, Mar¨ªa. El conjunto es un relato culto, intimista, po¨¦tico, apasionado, sobre la biograf¨ªa de la joven de Magdala, pero sobre todo una mirada femenina sobre los hechos evang¨¦licos en un tiempo en que ¡°ser mujer en aquel medio jud¨ªo equival¨ªa a ser nada, a¨²n menos, bazofia pisoteada¡±.
El paraninfo de la Universidad de Comillas en Madrid ha acogido la presentaci¨®n del libro de Lamet a cargo de la te¨®loga Mar¨ªa Jos¨¦ Arana, la pedagoga Carmen Guaita y la periodista Mar¨ªa ?ngeles L¨®pez Romero. Lo hicieron bajo una imagen reveladora, que es la portada del libro. Se trata del retrato Mar¨ªa Magdalena como Melancol¨ªa, de la pintora Artemisia Gentileschi. Puede verse el original en la Sala del Tesoro, en la catedral de Sevilla. Lamet acude a ese retrato, hermos¨ªsimo, sensual, porque la pintora tambi¨¦n vivi¨® su propia tragedia, como la hija del rico comerciante palestino que huye de casa todav¨ªa adolescente y vive duras y arriesgadas situaciones (vendida como esclava, favorita del rey de los Nabateos, famosa bailarina en Tiber¨ªades, amante de un centuri¨®n romano, amiga de un sabio griego y un m¨¦dico jud¨ªo, antes de convertirse en la seguidora preferida de Jes¨²s¡).
Artemisia Gentileschi (Roma, 1593 - N¨¢poles, 1654) era hija de pintor rico y se relacion¨® con pintores de la ¨¦poca, como Caravaggio, que contribuyeron a hacerla grande, considerada ahora como la primera pintora de la historia, la primera mujer en ser admitida en la Academia de Arte de Florencia y la primera en ganarse la vida con los pinceles. Pero la tragedia le atrap¨® muy joven, como a Mar¨ªa Magdalena, apenas cumplidos los 16 a?os. Violada por uno de sus maestros, el pintor Agostino Tassi, no pudo denunciarlo, por presiones del padre, hasta un a?o m¨¢s tarde. Lo hizo ante el papa Pablo V. Lo terrible es que la v¨ªctima fue interrogada bajo tortura para comprobar si dec¨ªa la verdad, sometida a m¨¦todos inquisitoriales extremadamente humillantes y torturada con tornos que aplastaban sus dedos de pintora, destroz¨¢ndolos. Finalmente, el violador Tassi fue condenado, pero solamente a un a?o de prisi¨®n y el exilio de los Estados Pontificios. Aquella experiencia explica que tan gran pintora se centrara m¨¢s tarde en retratar a mujeres b¨ªblicas, como Judit cort¨¢ndole la cabeza a Holofermes. Pronto creci¨® su fama, viaj¨® por las m¨¢s grandes ciudades europeas y pint¨® en N¨¢poles para los virreyes espa?oles. Pedro Miguel Lamet le dedica un largo recuerdo en el ep¨ªlogo del libro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.