?Asaltar los suelos!
Bueno, pues ya est¨¢ aqu¨ª: la LXXV Feria del Libro de Madrid ha llegado para quedarse en el Retiro durante tres largos (y, ojal¨¢, secos) fines de semana
Bueno, pues ya est¨¢ aqu¨ª: la LXXV Feria del Libro de Madrid ha llegado para quedarse en el Retiro durante tres largos (y, ojal¨¢, secos) fines de semana. La comisi¨®n organizadora (mayor¨ªa de libreros, que cuentan adem¨¢s con el ¡°voto de desempate¡± de la presidenta Reyes D¨ªaz) decidi¨® y puso en marcha lo que ver¨¢n (y escuchar¨¢n) los visitantes. ?Novedades? Pocas. Mi admirado (y tres veces beat¨ªfico) Teodoro Sacrist¨¢n Santos (aqu¨ª, momento para el incienso), que ha dirigido los destinos del certamen desde 2004, se jubila en esta edici¨®n, pero nadie quiere decir nada sobre su sucesi¨®n. Mi impresi¨®n es que los que mandan, incluyendo a Fernando Valverde, el influyente secretario del Gremio de Libreros, ya lo tienen todo atado y bien atado, pero habr¨¢ que esperar. Tambi¨¦n tendremos que hacerlo para saber en qu¨¦ queda el insistente runr¨²n acerca de una probable Feria de Oto?o de los libreros (?y editores?) de Madrid, un proyecto que, seg¨²n mi topo en el Ayuntamiento (en cuya sede modernista se celebrar¨ªa), se encuentra todav¨ªa en fase de estudio. Vuelve al Retiro (solo el 1 de junio) el evento Leer bajo la Luna, que, al final, y dada la negativa de la organizaci¨®n a que se prolongue m¨¢s all¨¢ de las 22.30 (la misma hora en que mis padres me obligaban a llegar a casa durante mi tardoadolescencia de besos y escarceos furtivos) queda como una inocente frusler¨ªa; ya puestos, deber¨ªan autorizarlo al menos hasta la hora bruja, con los feriantes disfrazados de zombis y alg¨²n vampiro digital (por ejemplo, Amazon, que ya es el primer librero del planeta) acechando torvamente la fiesta. La ¨²nica novedad rese?able resulta, por lo dem¨¢s, parad¨®jica: mientras el planeta conmemora con pompa y circunstancia el cuatricentenario de los dos m¨¢s grandes escritores del ¨²ltimo milenio, la feria del libro m¨¢s importante del pa¨ªs est¨¢ dedicada a la literatura francesa. Un malpensado (y yo lo soy; bastante) imaginar¨ªa una inteligente conspiraci¨®n gala para adelantarse a lo que parec¨ªa obligado y conseguir que, precisamente este a?o, en el Retiro se hable de lo suyo.
Franceses
De modo que, como dice ese estupendo melodrama l¨ªrico, liberador y jingo¨ªsta que es la letra de La Marseillaise, en esta Feria ¡°le jour de gloire est arriv¨¦¡±, al menos en lo que a la literatura francesa se refiere. Conste que lo han preparado bien: estos d¨ªas he constatado que, con alguna dosis de panurgismo ¡ªcomo los corderos de aquel reba?o que siguieron gregariamente al que Panurgo (en Gargant¨²a, IV-8) arroj¨® por la borda¡ª, los medios espa?oles coinciden en alabar la calidad media de la producci¨®n literaria del pa¨ªs ultrapirenaico, en ensalzar a sus autores (Francia es el pa¨ªs del mundo con m¨¢s premios Nobel de Literatura: 15), alabar su vitalidad literaria o justificar su presunta decadencia, ech¨¢ndole la culpa a la maldita globalizaci¨®n de la cultura propiciada por los demonios anglohablantes. Algo de todo eso hay, sin duda, y es cierto que la apabullante hegemon¨ªa cultural del Imperio tiene que ver, por ejemplo, con que en Espa?a, de cada 100 libros traducidos, 52 lo sean de la lengua de Shakespeare y Faulkner y solo 9 de la de Montaigne y Proust. Pero tambi¨¦n es verdad que, a partir de mediados de los a?os sesenta y durante muchos m¨¢s, lo m¨¢s influyente que llegaba de Francia no era su literatura de creaci¨®n, sino sus, digamos, ¡°ciencias sociales¡±. Por supuesto, sus novelistas segu¨ªan produciendo, pero no lograban fuera de sus fronteras (ni, en buena medida, dentro) el impacto cultural que hab¨ªan tenido durante la primera mitad del siglo XX. Ahora, cuando algunos de esos autores se han apuntado de lleno al mercado global (Houellebecq es el ejemplo m¨¢s conspicuo) y la literatura de la francofon¨ªa se ha incorporado, con notable retraso, al tronco de la metropolitana, las cosas est¨¢n cambiando de nuevo. Por cierto, si quieren celebrar con sonrisa en los labios esta feria ¡°francesa¡±, no se pierdan el ¨¢lbum La comedia literaria (Impedimenta), en el que la estupenda dibujante Catherine Meurisse efect¨²a, vi?eta a vi?eta, un recorrido por la literatura que nos ocupa, desde los primeros trovadores hasta Boris Vian o Georges Perec (supongo que ya estar¨¢ pensando en hacer otra con sus sucesores).
Ultras
Recuerden: los despreocupados habitantes de Bah¨ªa Bodega, la costera localidad californiana en la que el genio del suspense situ¨® Los p¨¢jaros (1963), no dieron importancia al agresivo comportamiento de la primera media docena de aves que se pos¨® en uno de los cables el¨¦ctricos de la ciudad; tampoco se lo dieron a la segunda, ni a la tercera. Esperaron tanto a tomar medidas contra la invasi¨®n que cuando quisieron darse cuenta era demasiado tarde: la ¨²ltima secuencia de la pel¨ªcula contempla a Melanie y a la familia Brenner huyendo sigilosamente en el coche a trav¨¦s de un ominoso paisaje atestado de p¨¢jaros. En los a?os treinta pas¨® algo parecido ante el ascenso de los totalitarismos fascistas: llegaron poco a poco, pero nadie ¡ªsalvo algunas intempestivas Casandras¡ª les hac¨ªa mucho caso. Ahora puede pasar lo mismo: la llamada ¡°extrema¡± derecha (por cierto, ?cu¨¢ndo empieza la derecha a ser extrema?) crece en Europa envasada en odres nuevos, incluso a veces invocando la democracia o la Constituci¨®n. En Austria, el pa¨ªs odiado-amado de Thomas Bernhard (y, por cierto, tambi¨¦n de Handke), ha quedado a un cent¨ªmetro del poder. Al abrigo de la crisis y de quienes se empe?an suicidamente en que nunca salgamos de ella, crecen los gatos pardos m¨¢s o menos disfrazados, soliviantados ante la rampante protesta de los que lo pasan peor. En su brillante, desencantado, intempestivo y necesario libro Poemas peque?o-burgueses (Renacimiento), uno de cuyos versos he robado para el t¨ªtulo de este Sill¨®n de Orejas, Juan Bonilla (felicidades por su cincuentenario) tambi¨¦n se hace eco (con ideas y sentimientos) de cierto Zeitgeist turbador en el que nos ba?amos con culposo desconcierto. Alterno su lectura con la de la edici¨®n inglesa de How Will Capitalism End? (Verso; 16,99 libras), de Wolfgang Streeck, en el que el riguroso soci¨®logo alem¨¢n (?por qu¨¦ no se traducen sus libros, aunque no est¨¦n escritos en ingl¨¦s o franc¨¦s?) vuelve a profundizar en esa ¡°sobredosis de s¨ª mismo¡± con la que el capitalismo est¨¢ apuntalando su ata¨²d con cinco clavos letales: estancamiento, desigualdad, asalto a la esfera p¨²blica, corrupci¨®n y anarqu¨ªa internacional. Les suena la copla, ?verdad?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.