?Qu¨¦ poco dura la alegr¨ªa¡!
Una descastada corrida de Parlad¨¦ devuelve el aburrimiento a la feria
?Qu¨¦ poco dura la alegr¨ªa en la casa¡ del aficionado a los toros! Tras la feliz conmoci¨®n del martes, lleg¨® la desesperaci¨®n del mi¨¦rcoles, y el jueves la feria de San Isidro volvi¨® a ser ella misma; es decir, un tostonazo.
A estas alturas del ciclo ¡ª21 corridas ya, y seguidas, que se dice pronto¡ª no es que se resientan las lumbares y el trasero por ese duro asiento de piedra y sin respaldo, impropio del siglo de las nuevas tecnolog¨ªas, sino que se rebela el alma de tanto aburrimiento continuado.
Parlad¨¦/Padilla, Fandi?o, Garrido
Toros de Parlad¨¦, muy bien presentados, mansos, sosos y descastados; el sexto destac¨® en varas.
Juan Jos¨¦ Padilla: estocada baja ¡ªaviso¡ª (ovaci¨®n); estocada (ovaci¨®n).
Iv¨¢n Fandi?o: dos pinchazos, bajonazo, tres descabellos?¡ªaviso¡ª un descabello y el toro se echa (silencio); estocada desprendida (ovaci¨®n),
Jos¨¦ Garrido: ?¡ªaviso¡ªtres pinchazos y un descabello (silencio); tres pinchazos?¡ªaviso¡ª (silencio).
Plaza de Las Ventas. 26 de mayo. Vig¨¦sima primera corrida de feria. Casi lleno.
Y, otra vez, el toro. Preciosa la l¨¢mina de los Parlad¨¦, cargados de kilos, pero ayunos de bravura, de fuerza y de casta. Y cualquiera sabe ya d¨®nde est¨¢ el misterio, ni c¨®mo se vuelve a la casilla de salida. Se ha desnaturalizado al toro; y el conflicto radica en si habr¨¢ alguien que sepa naturalizarlo, o si habr¨¢ que concluir que esta especie maravillosa est¨¢ en v¨ªas de extinci¨®n porque est¨¢ perdida en un laberinto de imposible soluci¨®n.
Ser¨ªa bueno, qui¨¦n sabe, declararlo especie en peligro, como ocurre con el lince, y que las administraciones publicas dedicaran partidas presupuestarias ¡ªpero en dinero contante y sonante y no con acusaciones mentirosas, y sin un euro, como ocurre ahora, para revitalizar un animal que est¨¢ en franca decadencia.
Bonita estampa la de los Parlad¨¦, guapeza en la pasarela, pero en cuanto daban dos paseos por el redondel se les notaba que todo era fachada, chapa y pintura, jab¨®n y colonia, pero con el motor gripado.
Y as¨ª es imposible. Valent¨ªa de los toreros, entrega, detalles aislados, pero puede m¨¢s el recuerdo de la dura piedra del asiento que la actitud torera de un Padilla revitalizado, al que no parece que le pesen los a?os, y se le nota a leguas que la experiencia es un grado; sin dejar de ser el mismo, es mejor torero que hace alg¨²n tiempo; o ese mal momento que est¨¢ pasando Fandi?o, que parece cansado, con las ideas perdidas, inseguro, con la lecci¨®n desaprendida y la mente oscurecida por fantasmas que vaya usted a saber d¨®nde tienen su origen; o la juventud arrolladora de Garrido, valiente a carta cabal, aturrullado por su deseo de triunfo, que se mezcla con su impericia y ofrece una imagen torpe y pesada que, con seguridad, no le corresponde.
Y, mientras tanto, el cansancio, el tedio y el dolor de huesos hacen presa del aficionado y echa de menos lo que ha dejado de hacer por acudir a un espect¨¢culo que exige tanto sacrificio y ofrece tan escaso beneficio.
Mientras tanto, el espacio obliga a rebuscar detalles que escapan a velocidad de v¨¦rtigo de la flaca memoria. Y aparecen dos ver¨®nicas de buen gusto de Padilla a su primer toro, una voltereta sufrida en las banderillas (el toro se le fren¨® a la hora del encuentro, lo acun¨® y se lo llev¨® por delante, lo derrib¨® y lo busc¨® en el suelo, sin m¨¢s consecuencias que algunas magulladuras en la cara), el esfuerzo, la entrega y la decisi¨®n del torero, alg¨²n natural estimable; y un toro, el segundo, parado, adormecido y hundido.
Queda algo menos positivo de Fandi?o, que no tuvo oponente para el triunfo en su primero, pero del que sorprendi¨® su tendencia a la inseguridad, como si le hubieran abandonado las cualidades que con buen tino ha demostrado en esta misma plaza. Quiso ofrecer otra imagen en el quinto, pero tras un esperanzador inicio, se diluy¨® el toro, y el torero se desinfl¨®. Dio la impresi¨®n de que la queda una temporada llena de dudas y de olvidos. Ojal¨¢ se haga realidad que quien tuvo, retuvo.
Y Garrido acaba de empezar, y se pone tan pesado como todos los nuevos, que se miran en el espejo de las pesad¨ªsimas figuras modernas. Le sobra valor, persigue el triunfo con admirable codicia, y tiene maneras toreras, pero le falta reposo y serenidad. Todo se andar¨¢¡
Babelia
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