Puristas y todovalistas
Admitimos cocodrilo pero no cocreta. ?lvarez de Miranda explica por qu¨¦ en su nuevo libro
Los eruditos de la lengua se pueden dividir entre puristas y todovalistas. Tal simplificaci¨®n sit¨²a en una trinchera a quienes critican muchos usos defectuosos que sin embargo terminan entrando en el Diccionario; y en la de enfrente, a quienes suelen dar cualquier expresi¨®n por v¨¢lida si alcanza la suficiente aceptaci¨®n del pueblo (o al menos de los medios de comunicaci¨®n). Por supuesto, nadie reconoce hallarse ni en una posici¨®n ni en la otra, sobre todo porque el purismo y el todovalismo son palabras arrojadizas.
En esa artificial separaci¨®n, la orilla de los todovalistas acoger¨ªa a Pedro ?lvarez de Miranda, acad¨¦mico, catedr¨¢tico de Lengua Espa?ola, que acaba de publicar M¨¢s que palabras. Como estamos hablando a brochazos, podemos se?alar que ¨¦l mismo se sit¨²a de ese lado. En primer lugar, por la forma en que critica el purismo (pariente del alarmismo, precisa), y despu¨¦s porque se distancia de los ¡°ecologistas¡± de la lengua y de sus ¡°lloriqueos¡± por la p¨¦rdida de palabras o por la actual depredaci¨®n del lenguaje. Y tambi¨¦n porque les recuerda a aquellos que se escandalizan ante la pronunciaci¨®n de ¡°cocreta¡± que ese mismo proceso de met¨¢tesis (o transposici¨®n de una letra) lo experiment¨® antes ¡°cocodrilo¡± (etimol¨®gicamente ¡°crocodilo¡±). Y finalmente porque remata: ¡°Si los hablantes se empe?an en equivocarse (¡), equivoqu¨¦monos todos¡±.
Imaginamos a ?lvarez de Miranda como el sabueso que mira dentro de un vocablo, que huele su rastro y no lo abandona hasta averiguar su origen
Pero al mismo tiempo ¡ªy pasamos aqu¨ª de la brocha al pincel¡ª ?lvarez de Miranda admite que se hace necesario combatir (¡°y mira que el verbo me disgusta¡±, acota) expresiones como ¡°este agua¡± en vez del correcto ¡°esta agua¡±; y subraya la compatibilidad de su descriptivismo (lo que aqu¨ª estamos llamando todovalismo) con la orientaci¨®n basada en que la norma es un conjunto de las preferencias de los hablantes entre las posibilidades que el sistema ling¨¹¨ªstico les ofrece.
Ahora bien, a veces esas preferencias ante lo que el sistema nos brinda se dirigen contra el sistema mismo. Tal sucede, por ejemplo, con una expresi¨®n que se ha ido abriendo paso: ¡°Mucha mayor cantidad¡± (o ¡°mucha mayor belleza¡±, o ¡°personalidad¡±, o cualquier otro sustantivo abstracto). El sistema se?ala que deber¨ªa decirse ¡°mucho mayor cantidad¡± (cantidad mucho mayor), pues el adverbio ¡°mucho¡± (aqu¨ª no se trata de un adjetivo) es invariable como todos los de su clase; pero las preferencias del pueblo van por otro lado y sigue avanzando esa ¡°aberraci¨®n gramatical¡±, en palabras del autor. O como sucede con ¡°modista¡±, donde el sufijo -ista adquiere un cambio de g¨¦nero que no se da en otras profesiones, con lo cual la formaci¨®n del masculino en ese t¨¦rmino ejerce de militante antisistema frente a ¡°dentista¡±, ¡°recepcionista¡±, ¡°maquinista¡±¡ Su resultado (¡°el modisto¡±) constituye para el acad¨¦mico un ¡°engendro morfol¨®gico¡± que sin embargo no pretende desaconsejar.
Y qu¨¦ m¨¢s da, en efecto. Podemos renunciar a esas trincheras y poner el foco en asuntos m¨¢s provechosos. Porque los an¨¢lisis concretos sobre las palabras y sus evoluciones nos conducen, como sucede con este libro, por el camino que permite examinar el fondo de la lengua: su evoluci¨®n, su funcionamiento. Y vale la pena darle la mano al erudito para que nos acompa?e.
As¨ª, M¨¢s que palabras nos hace imaginar a su autor, ?lvarez de Miranda, como el sabueso que mira dentro de un vocablo, que huele su rastro y no lo abandona hasta averiguar su origen. El catedr¨¢tico nos adiestra en la historia de nuestra lengua con amenos ejercicios reales de todo eso. Se puede disfrutar en este libro de la curiosa trayectoria de t¨¦rminos como ¡°biruji¡±, ¡°azafata¡± o ¡°refanfinfla¡±, y descubrir el motivo de que digamos ¡°pasarlas moradas¡± en vez de ¡°pasar las moradas¡±, o recordar por qu¨¦ ¡°aceptamos pulpo como animal de compa?¨ªa¡±; sin olvidar la historia de un verbo como ¡°ensimismarse¡±, que s¨®lo el idioma espa?ol tiene el privilegio de idear y nombrar.
El otro asunto, las bander¨ªas (el purismo contra el todovalismo), forma parte de un debate saludable, en el que a unos les parece correcto y democr¨¢tico lo que a otros resulta ¡°horrible¡±, ¡°feo¡±, ¡°espantoso¡± (t¨¦rminos que el autor pone en boca de los puristas cuando expresan su habitual rechazo de las novedades).
Esas discusiones podr¨ªan alcanzar un punto de encuentro si se dejase a un lado la lexicograf¨ªa y se entrara en el terreno del estilo, donde cada uno (incluido el todovalista) elige el lenguaje que lo define, las palabras que le gusta escribir y las que no desea leer.
En la lexicograf¨ªa y los diccionarios pueden situarse los ec¨®logos, que describen lo que sucede; y en el estilo, los ecologistas, que defienden un modelo propio y conservacionista: la ecolog¨ªa ling¨¹¨ªstica en un lado, y el ecologismo literario en el otro. El ec¨®logo describe el mundo seg¨²n es; el ecologista lo escribe seg¨²n le gustar¨ªa que fuese. Pero este segundo grupo no podr¨ªa explicarse con precisi¨®n si no aprendiese del primero. Por eso el libro de Pedro ?lvarez de Miranda y el valioso pr¨®logo de Manuel Seco tambi¨¦n ser¨¢n un disfrute para ellos y para todos los que tienen alg¨²n inter¨¦s por la palabra como germen y destino del pensamiento.
M¨¢s que palabras. Pedro ?lvarez de Miranda. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2016. 270 p¨¢ginas. 22,50 euros
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