Fusilados
A?os de indagaciones abren la cicatriz del fusilamiento de los soldados desertores por parte de sus compa?eros de armas
En la historia de todos los pa¨ªses hay huecos ominosos, historias que se ocultan y cuyo olvido trata de imponerse; matanzas terribles y absurdas que dejan apenas unas huellas en los muros, prueba irrefutable de la barbarie. Son los agujeros que quedaron en la isla penitenciaria El Front¨®n, en Per¨², tras el fusilamiento masivo de los supuestos insurrectos el 19 de junio de 1986.
Giancarlo Scaglia regresa al lugar y fotograf¨ªa los vestigios brutales en Stellar, cuyas im¨¢genes desvelan la masacre de un modo extra?amente po¨¦tico y devuelven a las v¨ªctimas su lugar en la historia. Gritan el relato acallado y muestran, sobre todo, la naturaleza escurridiza y singular del documento que a cada paso se camufla y parece algo que no es en realidad hasta que la narraci¨®n lo ilumina.
Algo parecido ocurre con la fascinante serie de la fot¨®grafa brit¨¢nica Chloe Dewe Mathews, cuyo proyecto Shot at Dawn puede verse en la galer¨ªa Ivorypress de Madrid, tras su paso por el Museo Irland¨¦s de Arte Moderno de Dubl¨ªn y la Tate Modern.
El trabajo fue un encargo de la Ruskin School de la Universidad de Oxford ¡ªapoyado por la propia editorial Ivorypress¡ª, con motivo de las conmemoraciones de la Primera Guerra Mundial, y muestra la investigaci¨®n s¨®lida y rigurosa que hay detr¨¢s.
A?os de indagaciones, hip¨®tesis, b¨²squeda de testimonios¡ abren la cicatriz de la que es, por absurda, tal vez una de las m¨¢s brutales formas de crueldad: el fusilamiento de los soldados desertores por parte de sus compa?eros de armas.
Dewe Mathews ha identificado a los ejecutados belgas, franceses y brit¨¢nicos durante la Primera Guerra y ha seguido sus huellas, el modo en el cual han impregnado los paisajes. Ha llegado hasta los lugares de la matanza y ha detenido el paraje vac¨ªo a la misma hora y en la misma ¨¦poca del a?o en que ocurri¨®.
Se trata del desvelamiento de la infrahistoria de unos soldados a los cuales junto con los galones se les arranc¨® su rinc¨®n en el relato. Si las guerras se escriben con los nombres de los h¨¦roes, de los m¨¢rtires incluso, ?qu¨¦ sitio queda para los tachados de cobardes?
Luego, cuando frente a la foto impecable, a su modo ambigua como todo documento, es puesto en evidencia el horror ¨²ltimo, el simple listado de nombres en la vitrina ¡ªnombres tachados por las convenciones que premian el valor¡ª se convierte en un conmovedor monumento a los otros ca¨ªdos, f¨®rmula de escritura de la historia como tachadura y falta, antiheroica; historia de ausencias y borrones que devuelve al espectador la necesidad de revisar cada fragmento de narrativa impuesto. Y volver a contarlo a trav¨¦s de los excluidos.
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