Vida y muerte en ¡®A dos metros bajo tierra¡¯
Se cumplen 15 a?os del comienzo de la serie de HBO creada por Alan Ball
Hace 15 a?os muri¨® Nathaniel Fisher y naci¨® A dos metros bajo tierra. Nathaniel conduc¨ªa un coche f¨²nebre reci¨¦n estrenado y acababa de hablar con su mujer Ruth por tel¨¦fono cuando, en un cruce de Los ?ngeles y por una distracci¨®n al encender un cigarro, un autob¨²s se llev¨® por delante el veh¨ªculo y su vida. "Ha habido un accidente. El coche nuevo est¨¢ destrozado. Tu padre ha muerto. Tu padre ha muerto y mi asado se ha echado a perder". As¨ª le comunicaba Ruth a su hijo David la noticia que cambi¨® la vida de los Fisher y la nuestra.
A dos metros bajo tierra marc¨® la televisi¨®n. Quiz¨¢ no ha hecho tanto ruido como Los Soprano o The Wire, incluso a veces cae injustamente en el olvido cuando se habla de los grandes t¨ªtulos de la historia de la peque?a pantalla. Pero A dos metros bajo tierra fue una de las grandes, una de las que lo cambi¨® todo.
?Una historia sobre una familia propietaria de una funeraria? ?En qu¨¦ cabeza cabe? ?Qui¨¦n va a querer ver una serie en la que la muerte es la protagonista? Sobre el papel suena loco. Pero ah¨ª estaban Alan Ball, con su Oscar por el guion de American Beauty todav¨ªa caliente, y HBO para demostrar que s¨ª ten¨ªa sentido. Por aquel entonces, en 2001, la cadena de cable empezaba a apostar por historias diferentes (ya ten¨ªa en emisi¨®n Los Soprano y Oz, romp¨ªa moldes con Sexo en Nueva York y el a?o siguiente empezar¨ªa The Wire). Quer¨ªan hacer una serie sobre una familia que tiene una funeraria y pensaron en Ball. ?l se dej¨® llevar por sus propias experiencias (su hermana muri¨® cuando ¨¦l ten¨ªa 13 a?os y su padre, cuando ten¨ªa 19), atendi¨® a las peticiones de la cadena ("que est¨¦n todos m¨¢s jodidos", le dijeron tras presentar su primer guion para el cap¨ªtulo piloto), y as¨ª naci¨® una de las series pertenecientes a esa primera ola de ficciones que defini¨® lo que ser¨ªa la reciente edad de oro de la televisi¨®n.
A dos metros bajo tierra habla de la muerte pero, sobre todo, habla de la vida. Porque vida y muerte est¨¢n entrelazadas sin remedio. Sus personajes viven al l¨ªmite, tocando la tierra y rozando el cielo y el infierno, el m¨¢s all¨¢ y el m¨¢s ac¨¢. En sus cap¨ªtulos, que arrancaban siempre con la muerte de alguien y que tienen algunos de los comienzos m¨¢s originales de la televisi¨®n, se pod¨ªa tratar cualquier tema, siempre con la b¨²squeda de la propia identidad de sus personajes de fondo. Porque Ruth, Nate, David, Claire, Brenda y Rico lo ¨²nico que quer¨ªan era encontrar su camino en la vida a pesar de estar rodeados de muerte. Tambi¨¦n mostraba c¨®mo la familia y los v¨ªnculos que se generan con los dem¨¢s pueden servir como atadura que nos frena o como impulso hacia delante.
Pero a pesar de la presencia constante de la muerte, A dos metros bajo tierra est¨¢ lejos de ser una serie que se deje invadir por la pena y el dolor. En ella abunda el humor, un humor negro negr¨ªsimo que ayuda a lidiar con el poso profundo que deja a su paso. Y los golpes de realidad y de realismo.
Las series de hoy no se podr¨ªan entender sin A dos metros bajo tierra. Su ruptura con los moldes y con las reglas. Sus personajes desastrosos e imperfectos, como t¨², como yo, como el resto de los mortales, o un poco m¨¢s ¡ªs¨ª, Brenda Chenowith, te estoy mirando a ti¡ª. Las relaciones entre personajes. La disfuncionalidad. Los di¨¢logos. El punto de vista. El tratamiento de los fantasmas del pasado ¡ªliterales y metaf¨®ricos¡ª. Su valent¨ªa. Sus actores... Como toda serie, tuvo sus bajadas, pero el total es tan bueno que todav¨ªa es complicado encontrar una ficci¨®n televisiva tan completa en tantos sentidos.
Cinco temporadas despu¨¦s de que Nathaniel Fisher muriera en las primeras secuencias de la serie, se desped¨ªa para siempre dejando uno de los cad¨¢veres m¨¢s bonitos de la historia de la televisi¨®n. Lo hizo con el que todav¨ªa muchos consideran que es el mejor final de una serie y demostrando que la televisi¨®n ya pod¨ªa hablar de cualquier tema, que el medio hab¨ªa madurado y que los espectadores estaban preparados para seguir en ese viaje que hoy contin¨²a.
Larga vida a los Fisher.
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