Paul McCartney despliega en Madrid todo su poder¨ªo rockero
El m¨²sico recorre casi 60 a?os encima de los escenarios con canciones bandera de The Beatles y Wings, pero adaptadas a un sonido rotundo
Diez minutos de cortes¨ªa fueron suficientes para que se fueran acomodando las m¨¢s de 40.000 personas que llenaron anoche el Vicente Calder¨®n. Tres generaciones de irredentos beatlemaniacos se congregaron ayer en Madrid para recibir a Paul McCartney, tras 14 a?os de ausencia en la capital. Quienes esperaban un ba?o de nostalgia e intimismo lo hallaron, pero envuelto adem¨¢s en un rotundo sonido rockero que tuvo al fundador de The Beatles ¨Ccon permiso de John Lennon: qu¨¦ fue primero, ?el huevo o la gallina?- encima del escenario cerca de tres horas.
Son muchas para un veterano de 74 a?os que se present¨® con americana azul de cuello mao, vaqueros y camisa blanca. A la cuarta canci¨®n, tras su versi¨®n electr¨®nica de Temporary secretary, un tema de Wings que data de 1980, se quit¨® la chaqueta y avis¨®: ¡°Este ser¨¢ el ¨²nico cambio de vestuario que ver¨¦is esta noche¡±.
Aunque lo dijera en ingl¨¦s, McCartney no dej¨® de hablar castellano desde que salud¨® tras arrancar con A Hard Day¡¯s Night, un tema que llevaba d¨¦cadas sin interpretar en p¨²blico. Y adem¨¢s, en castizo: ¡°?Qu¨¦ pasa troncos?¡±, solt¨® antes de pasar a Can¡¯t buy me love. Pasaba que Paul se present¨® en Madrid para conmemorar los 40 a?os de la aparici¨®n de EL PA?S y el medio siglo de Los 40, un cumplea?os que vivi¨® anoche una de las fiestas cumbres de un a?o de celebraciones.
The Beatles se iban intercalando con composiciones recientes y un s¨®lido repaso a The Wings, que han mostrado el siempre atento o¨ªdo de Paul McCartney a lo que le rodeaba en cada momento: funk, reggae, ecos de sintetizadores o huellas de compositores tan rompedores como John Cage o Karheinz Stockhausen, a quienes pag¨® tributo en su d¨ªa. Lo ha hecho sin que por ello tuviera que renunciar a su genialidad mel¨®dica, ni a su maestr¨ªa trufada de desenfado fiel al flequillo ye-ye que luci¨® en sus comienzos.
Los coros se dejaban sentir sobre todo entre las revisiones de los cuatro de Liverpool. Baladas como Here, there and everywhere, himnos como We can work it out, joyas menos conocidas como You won¡¯t see me, hicieron alumbrar pantallas de m¨®vil al filo de la media hora de actuaci¨®n y mientras se alargaba la noche en un luminoso y emocionante t¨²nel del tiempo. Lo mismo que sus homenajes a Linda, su primera esposa (Maybe I¡¯m amazed), con permiso de la actual, Nancy Shevell, quien aparte de estar presente ayer en el Calder¨®n, tambi¨¦n tuvo sus dedicatorias.
Lo siente as¨ª McCartney, quienes lo escuchan y los cuatro m¨²sicos que saltaron junto a ¨¦l ayer al escenario: Rusty Anderson y Brian Ray (guitarras), Abe Laboriel Jr. (bater¨ªa y percusi¨®n) y Paul Wix Wickens (teclados, arm¨®nica). Todos perfectos y atinados en los coros, tan exigentes de precisi¨®n en su repertorio. Es la actual guardia pretoriana de un McCartney que no se resigna a la retirada y que ayer realiz¨® toda una exhibici¨®n de m¨²sico total al bajo, la guitarra el¨¦ctrica, las ac¨²sticas o el piano.
Habl¨® de secretos para componer canciones eternas, se supo acompa?ar de la arm¨®nica al fondo en Love me do, al tiempo que probaba con sus agudos sin que le temblara la voz a medida que avanzaba la noche. Altern¨® en las dosis justas intimidad sin renunciar a despliegues de espectacularidad. Los primeros nos trasladaron a momentos culminantes con esas banderas suyas tituladas Blackbird, Fool on the Hill, Eleanor Rigby, Let It Be, una apote¨®sica Hey Jude¡ Yesterday, como no¡
En una noche como la de ayer tampoco pod¨ªan faltar conjuros particulares. Uno atrajo la presencia de John Lennon al ritmo de Here today, escrita por Paul McCartney como un sincero lamento de amigo en medio del vac¨ªo dos a?os despu¨¦s de su muerte. Y a George Harrison, desaparecido en 2001, con un memorable Something arrancado al ritmo de su ukelele.
El espect¨¢culo lleg¨® con celebraciones de la revolucionaria psicodelia que llevaba en sus entra?as un disco que rompi¨® todos los moldes y abri¨® caminos que no han sido agotados hoy, como el Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band. Con temas plagados de circense iron¨ªa, caso de Being for the benefit of Mr. Kite y otros posteriores como Obladi-Oblada, del m¨ªtico Album Blanco, adem¨¢s de la sonora pirotecnia que acompa?¨® a la compleja y acelerada Live and Let Die. El brillante testamento del grupo, temas de Abbey Road, cerraron el espect¨¢culo a las tres horas con Carry That Weight y The end. Valga la redundancia. Gloriosa, en este caso.
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