Los cuadros vistos por detr¨¢s
El brasile?o Vik Muniz entra en la Galer¨ªa Mauritshuis con 15 reproducciones de los marcos de obras famosas
En su aparente quietud, los cuadros llevan una doble vida. A partir de la ¨²ltima pincelada del artista, el anverso, la escena representada, es est¨¢tico y se mantiene vivo gracias a la mirada cambiante del espectador. El reverso, por el contrario, es una superficie en ebullici¨®n, unas veces maltratada y otras plena de sellos y etiquetas, que reproducen su paso por galer¨ªas, museos y colecciones particulares. Por detr¨¢s, los lienzos de firmas tan famosas como Rembrandt o Picasso confunden y atraen por igual, pero contemplarlos no es frecuente. Suelen pasar de los embalajes a las paredes, o bien a los talleres de restauraci¨®n, sin que nadie repare en la montura. Lo importante es su seguridad.
Vik Muniz, el escultor y fot¨®grafo brasile?o que aprovecha materiales tan cotidianos como el az¨²car o la basura en sus obras, lleva quince a?os mirando en env¨¦s de colecciones repartidas por el mundo. Las ha fotografiado en el museo Guggenheim, el de Arte Moderno y el Metropolitano, de Nueva York, y tambi¨¦n en el parisino Louvre. Su colecci¨®n de estampas es enorme, pero le faltaba algo tan esencial como el tacto. El marco mismo. De modo que se ha lanzado a reproducirlos con ayuda de artesanos y maquinaria casi en desuso. Nada de impresoras en 3D. Diez meses de estudios y pruebas se han convertido en Verso (rev¨¦s) la primera exposici¨®n muse¨ªstica de ¡°partes de atr¨¢s¡± de telas se?eras, como La joven de la perla, de Johannes Vermeer, colgadas ya en la Real Galer¨ªa Mauritshuis, de La Haya.
En realidad, la sala, un aut¨¦ntico gabinete de tesoros del Siglo de Oro que se estrena en el arte contempor¨¢neo, no ha colgado los marcos de Muniz. Est¨¢n apoyados en la blanqu¨ªsima pared de su sala de exhibiciones temporales. Dispuestos como si fueran a recuperar en cualquier momento su lugar habitual, a la altura de los ojos del espectador, tampoco van acompa?ados de las cartelas propias de las muestras al uso. El centro ha preparado una aplicaci¨®n -con informaci¨®n y fotos de los cuadros- que puede descargarse en el tel¨¦fono m¨®vil, o bien consultarse en el equipamiento que recibe el visitante, ¡°pero se trata de recordar la imagen de telas intemporales contemplando solo su armaz¨®n¡±, dice Muniz.
El artista est¨¢ en su salsa atendiendo a los fot¨®grafos. Deseoso de hacer lo mismo en El Prado, con Las Meninas, y las dos majas, de Goya. ¡°?Se imagina? el cuadro dentro del cuadro, de Vel¨¢zquez, y ambas modelos, una desnuda y otra vestida, todos vistos por detr¨¢s, con la historia que acumulan¡±. Y est¨¢, sobre todo, vivo. Un detalle esencial en un museo dedicado a los maestros del siglo XVII, protagonistas de m¨²ltiples libros y cat¨¢logos. ¡°Pero a los que no podemos invitar, por razones obvias. Es la primera vez que puedo llamar a un creador y verlo pasear por la sala. Dado el espacio temporal del que nos ocupamos, es una deliciosa sorpresa¡±, asegura Emilie Gordenker, directora de la Mauritshuis.
Muniz empez¨® a fotografiar la espalda de cuadros famosos en el a?o 2002. En 2008 decidi¨® reproducir los marcos a tama?o natural, con todos sus accesorios. El resultado son imitaciones perfectas que presentan los agujeros, manchas, precintos, sellos, cables, alcayatas y garabatos del original. Desde el lienzo mismo a las escarpias, los materiales se han tratado como en el momento de ejecuci¨®n de las obras. En una vitrina plantada en medio de la sala, pueden verse muestras de todo ello, incluidas las diversas pruebas de color del tejido usado por los pintores aut¨¦nticos. ¡°Hasta tuvimos que buscar un tejedor que nos proporcionara el material adecuado¡±, recuerda, mientras la directora enumera las obras propias reproducidas: La vista de Delft, de Vermeer; El jilguero, de Carel Fabritius; La lecci¨®n de anatom¨ªa, de Rembrandt y La vista de la isla de Itamarac¨¢ en Brasil, de Frans Post. Muniz tambi¨¦n se ha tra¨ªdo sus marcos de Las se?oritas de Avignon, de Picasso; La Gioconda, de Leonardo da Vinci; La noche estrellada, de Van Gogh; El estudio rojo, de Matisse, o Mujer con un loro, de Renoir.
En total, son 15 marcos ¡°que posiblemente confundan al espectador. Tanto mejor. Siempre me he sentido un conservador, y ahora entro por primera vez con estas obras en un museo. Mi deseo es que el espectador piense. Que se forme una imagen mental del cuadro. Porque los museos est¨¢n llenos de arte intemporal, pero son de la gente. Son para usarlos¡±. En boca de otro artista, el parlamento resultar¨ªa algo empalagoso. Muniz, que combina exposiciones cultas con proyectos educativos y sociales en Brasil, lo cree de veras.
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