El gran teatro de ¡®Horace y Pete¡¯
No he podido dejar de ver la serie, si alguien estrena algo as¨ª en Broadway arrasa

Horace and Pete, la nueva serie de Louis C. K., es alt¨ªsimo teatro. Una perla negra: una tragicomedia dura, valiente, dolorosa. Un retorno a la televisi¨®n americana de los cincuenta: los episodios est¨¢n rodados en plat¨®, a guisa de escenario, como las grandes piezas de Paddy Chayevsky. Arranca el primer episodio y brotan los v¨ªnculos. Ese destartalado bar de Brooklyn hace pensar en un cruce entre Cheers y el refugio de alcoh¨®licos de The Iceman Cometh, de O'Neill. O Aviso para embarcaciones peque?as, de Tennessee Willliams. O el Neil Simon melanc¨®lico de la trilog¨ªa de Brighton Beach. Y, siempre, Ch¨¦jov, que ya hab¨ªa asomado y crecido como una enredadera en las dos ¨²ltimas temporadas de Louie. El se?or C. K. declar¨® tambi¨¦n que la principal inspiraci¨®n de la serie fueron las improvisaciones de Abigail's Party, la funci¨®n de Mike Leigh. Y en la lista final de agradecimientos aparece Annie Baker: la autora de The Flick, con la que habl¨® mucho durante la preparaci¨®n de la serie, ha sido una fecunda influencia.
El reparto es tan extraordinario como el texto. Louis C. K. (Horace) y Steve Buscemi (Pete) son los due?os del bar. Edie Falco, la gran Carmela de Los Soprano, es Silvia, la hermana mayor de Horace. Jessica Lange (Marsha) es la ¨²ltima amante del padre de los tres hermanos. El se?or C. K. ofreci¨® el personaje del t¨ªo Pete (hosco, feroz, terrible) a Joe Pesci, a Jack Nicholson y a Christopher Walken, pero quien acab¨® acept¨¢ndolo fue el enorme Alan Alda: es la cumbre de su carrera. Esos son los cuatro protagonistas, pero todos los int¨¦rpretes, aunque tengan papeles breves (no olvido a Aidy Bryant, Maria Dizzia, Rebecca Hall o Laurie Metcalf) rebosan verdad continuada: llenar¨ªa varias p¨¢ginas hablando de cada uno.
Me fascina lo que ha conseguido el se?or C. K. La ha escrito, la protagoniza, la dirige, la produce. Y la vende, sin intermediarios ni publicidad. No quer¨ªa d¨¢rsela a una cadena, para que los espectadores llegaran v¨ªrgenes al material, as¨ª que en gran medida la ha pagado de su bolsillo. Ese reparto no era barato. Ni el lujo de encargarle la preciosa canci¨®n de cr¨¦ditos al mism¨ªsimo Paul Simon. ?C¨®mo se accede a la serie? En la p¨¢gina web de Louis C. K. A precios de chiste: 5 d¨®lares el primer episodio, 2 el segundo, 3 los otros ocho. Subtitulados en ingl¨¦s, buen detalle. ?Qu¨¦ cadena habr¨ªa aceptado, adem¨¢s, algo tan amargo, con personajes tan poco ¡°simp¨¢ticos¡±, que gira en torno a familias rotas y violentas, enfermedades, locura y muerte? Y con un formato tan felizmente an¨¢rquico, que pasa de media hora a sesenta minutos seg¨²n las necesidades de la historia. Como el tercer episodio, con un mon¨®logo por el que Laurie Metcalf merecer¨ªa un Emmy instant¨¢neo. Cuando comenz¨® la serie pens¨¦: ¡°Esto es salvaje, no s¨¦ si aguantar¨¦ hasta el final¡±, pero no he podido dejar de verla: si alguien estrena algo as¨ª en Broadway (o escribe una novela similar) arrasa. Lo dir¨¦ m¨¢s claro: Horace and Pete me parece una obra maestra, y la sacudida que me ha pegado va a durar mucho tiempo.
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