De Enzensberger a Enzensberger
En el tardofranquismo, a?os de ebullici¨®n intelectual, las nuevas cohortes de universitarios ampliaban a borbotones el campo de lectura
En el principio fue Materialismo y empirocriticismo, una de las obras m¨¢s herm¨¦ticas y minoritarias de Lenin, ya que no pod¨ªan publicarse, por ejemplo,?Qu¨¦ hacer? o El Estado y la revoluci¨®n. Eran los estertores del franquismo y el inicio de la Transici¨®n. Todo parec¨ªa posible. Una nueva generaci¨®n de editores arriesgaba sus posibilidades ante una censura que boqueaba, que ten¨ªa menos l¨®gica que nunca, para encontrar los intersticios mediante los cuales colocar la literatura pol¨ªtica que se hab¨ªa ense?oreado del panorama europeo despu¨¦s de Mayo del 68. Una literatura muy mayoritariamente de izquierdas y muy poco liberal.
En el tardofranquismo, a?os de ebullici¨®n intelectual, las nuevas cohortes de universitarios ampliaban a borbotones el campo de lectura. Se trataba de salir de las trastiendas en algunas librer¨ªas de vanguardia en las que se dejaba entrar a los pocos clientes enterados, ¨¢vidos de comprar lo prohibido, que llegaba fundamentalmente de las casas de libros latinoamericanas, para empezar a vender a todos las fuentes primarias del pensamiento de las diferentes izquierdas (marxismo, anarquismo, socialismo, cristianismo progresista, situacionismo, surrealismo¡) en los anaqueles de novedades y en las ferias del libro.
La Transici¨®n acab¨® con los sue?os revolucionarios y con las utop¨ªas de conseguir la transformaci¨®n a trav¨¦s de la violencia y la ruptura
La censura presentaba fisuras. A trav¨¦s de ellas, a riesgo de multitud de procesos y secuestros de libros, empezaron a publicarse los textos que daban cuenta de la muy heterog¨¦nea agitaci¨®n pol¨ªtica de la ¨¦poca. Lo contaba con exactitud Jordi Herralde, el patr¨®n de Anagrama (una de las editoriales que nacieron con esos presupuestos), en el libro que homenajea los primeros 45 a?os de la empresa: el procedimiento habitual en aquellos tiempos consist¨ªa en presentar los manuscritos originales, o libros extranjeros sin traducir, a la ¡°consulta voluntaria¡±. La censura autorizaba la publicaci¨®n, la ¡°desaconsejaba¡± o suministraba una serie de pasajes a suprimir. Hab¨ªa una serie de temas particularmente tab¨²es: la revoluci¨®n cubana, la china, el Mayo Franc¨¦s, la guerrilla urbana o cualquier alusi¨®n no can¨®nica a la Guerra Civil. ¡°Exist¨ªa la posibilidad de presentar el libro ya editado al Ministerio [de Informaci¨®n y Turismo] y quedar a la espera de su reacci¨®n. Una vez cumplido el plazo de un d¨ªa por cada 50 p¨¢ginas del libro, pod¨ªa empezarse la distribuci¨®n, a menos que en el intervalo se produjera el secuestro de este y el correspondiente proceso por el Tribunal de Orden P¨²blico. El editor jugaba as¨ª m¨¢s fuerte que con la ¡®consulta voluntaria¡¯. Por una parte, arriesgaba el coste econ¨®mico de la edici¨®n, pero por otra ampliaba el campo de maniobra¡±.
Anagrama cumple en estos d¨ªas los primeros 500 ensayos publicados de su colecci¨®n Argumentos. Es una de las efem¨¦rides de estos d¨ªas junto a los 200 primeros ensayos de Galaxia Gutenberg. En ambos casos, est¨¢n muchos de los nombres de autores espa?oles y de fuera de Espa?a, que han marcado el mainstream intelectual de nuestra ¨¦poca. Herralde comenz¨® la colecci¨®n con el sabio Hans Magnus Enzensberger, reci¨¦n estrenada entonces la edad de la cuarentena (Detalles, 1969), y ha llegado al medio millar de libros otra vez con el mismo autor, esta vez cerca de ser nonagenario (Ensayos sobre las discordias, 2016). En medio, toda la obra del ensayista alem¨¢n, entre much¨ªsimos otros autores (Habermas, Deleuze, Bourdieu, Foucault, Perry Anderson, Said, Sachs, Sennett¡) que son las se?as de identidad del pensamiento de esos a?os. Joan Tarrida, en Galaxia Gutenberg, ha editado a gente como Canetti, el recientemente fallecido Imre Kert¨¦sz, Bellow, Milosz, Pasternak, Vargas Llosa, Havel, Todorov, Magris, Vasili Grossman, etc¨¦tera.
Fue esa d¨¦cada prodigiosa (finales de los sesenta, principios de los setenta del siglo pasado) la testigo de la eclosi¨®n de las editoriales que forman parte de la educaci¨®n sentimental de una generaci¨®n: por citar s¨®lo algunas, el Fondo de Cultura Econ¨®mica y la Alianza de Javier Pradera, Cuadernos para el Di¨¢logo y las que se juntaron para formar la m¨ªtica distribuidora Enlace (entre las que se encontraba Tusquets, tambi¨¦n muy relevante en sus inicios en la distribuci¨®n del pensamiento heterodoxo, con sus colecciones Acracia, Cuadernos ?nfimos, Marginales, con nombres como Musil, Gramsci, Karl Kraus, Cioran, Thomas Bernhard¡), La Gaya Ciencia, Ruedo Ib¨¦rico (desde Francia), Siglo XXI, Akal, etc¨¦tera. Y otras m¨¢s peque?as, desaparecidas, pero tambi¨¦n centrales en esos a?os, como Ciencia Nueva (muy vinculada al Partido Comunista), ZYX (cercana a los movimientos progresistas cat¨®licos), De la Torre (que public¨® en Espa?a los m¨ªticos Cuadernos de educaci¨®n popular, de Marta Harnecker) o Ricardo Aguilera. Esta ¨²ltima era una editorial especializada en el mundo del ajedrez, que public¨® masivamente textos cortos de algunos de los cl¨¢sicos del marxismo; se le autorizaba una primera edici¨®n corta en ejemplares y los reimprim¨ªa constantemente sin advertirle al ministerio de que se trataba de nuevas tiradas. As¨ª vendi¨® miles de ejemplares de Carlos Marx et altri.
El final de los sesenta fue testigo de la eclosi¨®n de las editoriales que forman parte de la educaci¨®n sentimental de una generaci¨®n
De esta manera, rellenando lagunas, ¡°oc¨¦anos por colmar¡±, sin sistematizaci¨®n precisa, llegaron a Espa?a los textos de la izquierda ortodoxa y la heterodoxa, las vanguardias culturales y contraculturales, el radicalismo, el Che Guevara y el pr¨ªncipe anarquista Kropotkin, Althusser, Stalin, Mao y Trotski, y la mejor escuela del marxismo italiano, la banda Baader Meinhof y Cohn Bendit, economistas como Ernest Mandel, Paul Baran y Paul Sweezy, y much¨ªsimos fil¨®sofos, soci¨®logos, polit¨®logos, historiadores y el resto de cient¨ªficos sociales espa?oles que han sido los ma?tres ¨¤ penser hegem¨®nicos en nuestro pa¨ªs en el ¨²ltimo medio siglo.
Sin embargo, aquella ebullici¨®n izquierdista fue ef¨ªmera. La Transici¨®n acab¨® con los sue?os revolucionarios y con las utop¨ªas de conseguir la transformaci¨®n a trav¨¦s de la violencia y la ruptura. La democracia devino en el programa m¨¢ximo de los antiguos rebeldes. Lleg¨® la ¨¦poca del desen?canto. Comenta Herralde que aquellos lectores inquietos que se interesaban por todo dejaron de leer no s¨®lo textos pol¨ªticos, sino tambi¨¦n libros de pensamiento, de teor¨ªa, lo cual provoc¨® la desaparici¨®n, o el letargo, de la casi totalidad de las revistas pol¨ªticas (Zona Abierta, Materiales, Mientras Tanto, El C¨¢rabo, El Viejo Topo, En Teor¨ªa¡) y el colapso de la mayor¨ªa de las editoriales progresistas. Las que sobrevivieron se transformaron y aumentaron su foco hacia la ficci¨®n. Ahora viven una segunda juventud.
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