El gato, el rasta y la chica descarrilada
Estampas imborrables y encuentros inesperados en el S¨®nar
Empez¨® a ponerse el sol, actuaba Santigold y el Village se llen¨® de un resplandor dorado en el que se confund¨ªan los cuerpos cimbreantes, las melenas al viento y los brazos que se agitaban sobre las cabezas. Era bonito y lo hubiera sido m¨¢s de no resbalar un aspirante a bailar¨ªn con una piel de pl¨¢tano oculta bajo un vaso de cart¨®n pisado sobre el c¨¦sped artificial y regarnos a todos con su cerveza. Es cierto que el l¨ªquido tambi¨¦n dej¨® un hermoso reguero ambarino y espumeante en el cielo antes de desparramarse. Estampas del S¨®nar. Recuerdos imborrables aunque pasen las ediciones y las generaciones y t¨² mismo te hagas tan obsoleto como el chill out.
Quien aguanta al pie del ca?¨®n, en primera l¨ªnea de la modernidad, sin desgaste y hasta m¨¢s lozano, es Sergio Caballero, cuya imagen del festival ha vuelto a pegar fuerte. ¡°Mir¨¦ lo que captaba m¨¢s la atenci¨®n en Internet y eran los gatos y los drones¡±, dice cuando me lo encuentro y no se si saludarle a ¨¦l o a esa ya vieja conocida que es la toalla que carga al hombro. El gato de Cheshire del S¨®nar lleva las cejas pintadas de azul y se acompa?a de una joven inquietante que resulta que es, me cuenta Caballero, una becaria rusa. El codirector de S¨®nar suelta as¨ª como de pasada que se ha inspirado en Picabia. En el concierto del facundo rasta Congo Natty, aka Conquering Lion, lo que inspiraba a parte del p¨²blico era de origen vegetal y lo que expiraban formaba una nube conspicua sobre sus cabezas bajo el cielo azul del que hab¨ªa descargado a mediod¨ªa un chaparr¨®n. ¡°Estamos aqu¨ª para la revoluci¨®n¡±, dijo bajo su colorido gorro el rastafari electrificado, y pareci¨® al corriente, a su manera rasta, de los disturbios de Gr¨¤cia. Salir de Congo Natty y sus efluvios y encontrarte de frente a Ferran Mascarell, delegado de la Generalitat de Catalu?a en Madrid, es de esas cosas que tampoco olvidas de S¨®nar. De Trenchtown a Blanquerna. ¡°Han conseguido abrir mucho el festival¡±, alababa nuestro hombre en la capital.
M¨¢s concienciadora incluso que la del rasta (y mucho menos bailable, aunque en el S¨®narComplex hubo quienes lo intentaron) fue la actuaci¨®n de Ni?o de Elche, que tambi¨¦n dej¨® im¨¢genes imborrables, como las repetidas de los emigrantes, y un regusto de desfibrilador con la potencia de su sonido hosco. De nuevo fuera, la tarde empezaba a tomar ambiente de noche. ¡°Sonia est¨¢ descarrilada, des-ca-rri-la-da¡±, enfatizaba un tipo en la intimidad forzada de los s¨ªstoles y di¨¢stoles de masas en los accesos al S¨®narHall. Y Sonia lo estaba. Un letrero en el vecino stand de Gopro animaba a continuar entreg¨¢ndote al festival: ¡°Be a hero¡±.
Babelia
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